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Decenas de lecciones de historia se esconden en las calles de la Ciudad de México. Su reescritura arquitectónica y su medio milenio de historia la convierten en una ciudad hecha de muchas ciudades. Hay rutas que pueden seguir los pintores, los escritores o los músicos; hay otras para conocer o redescubrir las pistas prehispánicas, coloniales, revolucionarias o modernas. En el Centro Histórico que, en particular, reúne un cúmulo de anécdotas, también hay una ruta gastronómica.
Salón Bach
En el número 20 de la calle de Bolívar se encuentra el Salón Bach, un bar-restaurante que abrió en 1901 y que tiene una buena carta de comida mexicana: tlacoyos, gorditas de chicharrón y ceviche, además, claro, de varias bebidas espirituosas. Pero lo que le da su encanto es que se trata de una parada obligada para los melómanos mexicanos. Y no, no se debe a que su nombre aluda al genio de Johann Sebastian Bach, sino porque dicen que aquí se emborracharon ni más ni menos que José Alfredo Jiménez y Agustín Lara. Se cree también que en el sótano del Salón Bach fue asesinado a balazos Guty Cárdenas, ídolo de la canción mexicana, aunque la historia registra que el deceso fue en el número 32 de Madero. Desde entonces, un halo de misterio recorre la muerte de Cárdenas.
La Faena
Esta cantina, ubicada en el número 49 de Venustiano Carranza, es casi un museo dedicado a la tauromaquia. Tiene una rocola, bebidas espirituosas —cada ronda está acompañada de un pequeño plato, en la tradición de las botaneras—, murales, mucho ambiente y un buen número de trajes originales de torero, dentro de sus respectivas vitrinas, dignos de un coleccionista.
Se sabe que Jacobo Zabludovsky era cliente de este bar que cobró cierta fama en las últimas décadas debido a que algún despistado inventó que la cantante de boleros, Chelo Silva, se presentaba allí. No todos los días se puede ver, en vivo y desde una cantina, a una leyenda de la música mexicana.
Pero el rumor se apagó rápido cuando las cámaras de una famosa televisora mexicana descubrieron que nada era verdad y que, para ignorancia y sorpresa de todos, Chelo Silva había muerto hace ya muchos años; quien se presentaba en La Faena era una imitadora.
La Ópera Bar
Junto a El Gallo de Oro y el extinto Dos Naciones conformó, hace unos años, una especie de triada de cantinas/bares de visita obligada en el Centro. Lo cierto es que, aunque tiene fama de ser más un bar que un restaurante, en La Ópera (Av. 5 de mayo, 10) hay todo tipo de comensales que le hincan el diente a platillos como el pulpo a la gallega, caracoles en salsa de chipotle, lengua a la veracruzana y chamorro. Por supuesto que allí lo ineludible son las bebidas.
La leyenda cuenta que en su techo está la marca de un balazo disparado por Pancho Villa. Dicen también que todos los presidentes de México han comido o bebido aquí, y se sabe que era una escala de escritores y artistas como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y José Luis Cuevas.
A lo mejor, en alguna visita, a quien lea este artículo le toca sentarse en el mismo lugar donde García Márquez imaginó las aventuras y cuitas de la estirpe de los Buendía. Quién sabe.
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