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Oaxaca de Juárez.– Hace 43 años, un librero de nombre Ventura López Sánchez decidió crear una pequeña feria en suelo oaxaqueño. Con el paso del tiempo el evento fue creciendo a tal grado que sigue vigente y a más de cuatro décadas de distancia continúa siendo impulsada por sus descendientes, específicamente por su nieto, el empresario Guillermo Quijas Corzo, quien no sólo heredó la librería de su abuelo, sino también el derecho a organizar lo que hoy se conoce como la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FILO).
La historia de esta feria, una de las más caras del país y en la única en la que en sus preparativos no participa una universidad pública, está vinculada por completo a la Proveedora Escolar, librería que nació en la calle Independencia del Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca y que hoy cuenta con sucursales por toda la capital, municipios conurbados, e incluso en entidades vecinas como Puebla y Veracruz. De la misma forma que esta empresa, la feria del libro también ha crecido; sin embargo, para ello se ha sostenido con recursos públicos que este año casi se triplicaron en comparación con 2022.
Inversión pública histórica
De acuerdo con datos oficiales de la FILO, que este año se realiza del 14 al 22 de octubre y presenta 438 actividades, la edición 2023 requirió de una inversión de 8 millones de pesos, de los cuales 65% son aportación del gobierno estatal, a través de la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca (Seculta) y otras dependencias como Movilidad y Comunicación Social. El resto, apenas 35%, proviene de la iniciativa privada, según el anuncio del propio Guillermo Quijas.
Dichos porcentajes indican que la inversión que el gobierno del morenista Salomón Jara destinó a este evento asciende a más de 5.2 millones de pesos, más del doble de lo que se etiquetó en el último año del priista Alejandro Murat, que en 2022 aportó un presupuesto de 2 millones de pesos, apenas la tercera parte de los 6 millones que costó ese año la feria.
A cambio de esa aportación, actividades de dependencias del gobierno oaxaqueño como las secretarías de las Culturas y de Gobierno, así como el DIF estatal formarán parte de la programación y tendrán sus propios stands.
La inversión gubernamental es tan alta en esta edición que los propios organizadores de la FILO reconocieron que se trata de un monto histórico, pues la feria nunca había recibido tantos recursos estatales en sus 43 años de vida; es decir, es la ocasión en la que se destina la mayor cantidad de dinero público a un evento organizado por un empresario privado en la entidad que presenta los peores índices de lectura en el país, de acuerdo con el Inegi.
Así, pese a que promueve una política de austeridad, la actual administración no sólo conservó el mismo esquema de financiamiento púbico a un evento que, en los hechos, es privado, tal y como lo hicieron gobiernos anteriores, sino que además incrementó la inversión destinada para ello a cifras históricas.
Cara y sin respaldo
Si se compara la inversión púbica que reciben otras ferias de libro en el país, las cifras indican que la de Oaxaca se encuentra entre las más caras, por encima de la Feria del Libro del Zócalo, que organiza el gobierno de la Ciudad de México, o la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), que impulsa la Universidad Veracruzana.
En el caso de la Feria del Libro del Zócalo, por ejemplo, el gobierno de la CDMX reporta cero pesos de inversión pública, y el costo de cada stand es de 2 mil 600 por metro cuadrado, con alrededor de un millón de visitantes. Mientras que a la FILU, la Universidad Veracruzana destina 2 millones de pesos, y el costo de sus stands va de los mil 247 a los mil 467 pesos por metro cuadrados, de acuerdo con datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En comparación, la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, con sus alrededor de 100 mil visitantes, recibirá este año 5.2 millones de pesos de recursos estatales, de los 8 millones de inversión total, y los costos de sus stands son de 5 mil 666.66 pesos por metro cuadrado.
Además, según un listado de la UNAM sobre las ocho ferias de lectura más importantes del país, la de Oaxaca es la única actividad cultural de este tipo en la que se asigna directamente dinero púbico a un empresario para su realización; y que no cuenta con la intervención directa de una institución pública o universidad en su organización, pues la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca no tiene ninguna participación en la misma.
Las dos únicas excepciones son, en primer lugar, la Feria Internacional del Libro de Monterrey, que se encuentra dentro del listado de la UNAM sobre las ferias más importantes del país, pero cuyo carácter es completamente privado, pues es organizada por el Tecnológico de Monterrey (una institución educativa particular); no obstante, a diferencia de la FILO, no recibe recursos públicos y su financiamiento proviene de empresas, de la venta de stands y del cobro de la entrada a 20 pesos.
La segunda es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, organizada por la universidad pública de Jalisco y la más cara del país. Según sus propios organizadores, en 2022 recibió un presupuesto de 100 millones de pesos que asignan de manera tripartita el municipio de Guadalajara, el gobierno del estado y la propia universidad, por lo que entes privados no participan ni en la financiación ni en la organización.
Esta feria reporta ingresos de alrededor de 120 millones de pesos y más de 806 mil visitantes. Aún así los precios de sus stands van de 247 a 343 pesos el metro cuadrado, muy por debajo del costo que estipula la FILO.
Pese a los altos precios, gran parte de los espacios asignados en la FILO corresponden a las librerías que son propiedad de Guillermo Quijas, el empresario tras su organización y nieto de su fundador, que además de la Proveedora Escolar es propietario de las editoriales Almadía y Fondo Ventura.
Sin lugar para independientes
Luego de nueve años de realizarse en la Alameda de León, en el corazón de la ciudad de Oaxaca y punto de encuentro público de cientos de capitalinos, en 2018 la Feria Internacional del Libro de Oaxaca anunció que cambiaría de sede al Centro Cultural y de Convenciones (CCCO), recién inaugurado por el gobernador Alejandro Murat y ubicado en Santa Lucía del Camino, municipio conurbado a la capital.
Desde entonces la FILO se realiza en dicho recinto, con excepción de 2020 -cuando se suspendió a causa de la pandemia-, donde la renta durante los ocho días que dura la feria asciende a los 3 millones de pesos, según la Ley Estatal de Derechos (LED), pues el evento ocupa la totalidad de los espacios que suman una superficie de 5 mil metros cuadrados.
Pese a la disposición de dicho espacio, este año los organizadores destinaron sólo un stand para todas las editoriales independientes que quisieran participar, mismas que tendrían que cumplir con una serie de requisitos como limitarse a un máximo de 60 ejemplares por título expuesto, decisión que fue cuestionada por colectivos, editoriales independientes oaxaqueñas, escritores y libreros, entre otros.
Así, a las críticas por la asignación histórica de recursos públicos a un empresario, los inconformes sumaron a los cuestionamientos que pesan sobre la FILO la exclusión de creadores locales y sellos independientes, así como el alto costo de sus stands.
Kurt Hackbart, por ejemplo, escritor e impulsor de la editorial Matanga Taller Editorial, sostiene que lo que sucede con la feria en Oaxaca es que se ha convertido en un “embudo” para que el dinero de los tres niveles de gobierno llegue a una sola empresa. la Proveedora Escolar-Fondo Ventura-Almadía, lo que representa una injusticia para el resto de las iniciativas artísticas y culturales que hay en Oaxaca.
“Es una muy mala política pública porque finalmente lo que están haciendo es verter dinero público a la empresa de Oaxaca que menos necesita de eso, agravando las desigualdades que existen, pues de manera muy notoria, en la ciudad, en el estado, una sana política pública debería mitigar o reducirlas desigualdades o como mínimo no agravarlos, pero aquí vemos totalmente lo contrario”, sentencia.
Al respecto, EL UNIVERSAL buscó la postura de Vania Reséndiz, directora de la FILO, pero no se obtuvo respuesta. Pero quien sí respondió fue el lingüista Víctor Cata, titular de la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca. Él aseguró que tanto como funcionario de gobierno como creador que ha publicado su trabajo en sellos independientes, hizo la petición a los organizadores de la FILO para abrieran espacios para estas editoriales. “Yo le hice la petición a los organizadores para que los incluyan y les proporcioné una lista para que los contactaran. Vamos a buscar un trabajo en conjunto, veo disposición de Guillermos Quijas, y también vamos a acercarnos con las editoriales para que el próximo año sea más hermoso lo del FILO (…) si ellos hacen su propia feria pues está bien y como Cultura estamos dispuestos a ayudar”.
Sobre la asignación de recursos públicos a una empresa privada, el secretario señaló que este evento siempre ha sido desarrollado por este grupo y que siempre se le ha apoyado institucionalmente, porque ya está posicionada. .“El próximo año nos tenemos que sentar todos, junto con las editoriales independientes, y lograr la armonía. La FILO ha logrado posicionarse, es un referente en la región sur-sureste y nosotros como gobierno tenemos que enriquecerla, pero en conjunto con las editoriales independientes”. Y aseguró que como en este gobierno se busca la inclusión, no se descartaría que tras dialogar con los sellos independientes y los organizadores, la feria regresara a la Alameda de León.