El 19 de enero, los dramaturgos Jaime Chabaud y Hugo Wirth, y el actor José Sefami, quienes hacen posible la gestión de la revista, editorial y librería Paso de Gato, uno de los pocos proyectos de primer nivel especializados en teatro en México, anunciaron una serie de cambios que van desde el relevo que Wirth hará de Chabaud en la dirección y la desaparición de la revista en formato impreso, hasta el ofrecimiento de trabajos editoriales (maquetado, corrección de estilo y demás) para poder sobrevivir ante la política cultural actual.
El anuncio puede leerse como un golpe simbólico para el gremio teatral: uno de los principales proyectos que hay en México anunció que atraviesa una crisis. Un proyecto que, a pesar de haber ganado siete premios nacionales e internacionales, como el Nacional de Periodismo de la Fundación José Pagés Llergo en 2005 y el del Festival Internacional de Teatro de Los Ángeles (FITLA) en 2007, padeció el recorte del 90 % que en la administración federal se aplicó a la publicidad.
Patricia Chavero, investigadora de artes escénicas y docente en gestión cultural, señala en entrevista que aún no existe un censo específico de cuántos recintos y proyectos teatrales han cerrado en el transcurso de esta administración (los indicadores del sistema de información cultural contienen datos anteriores a 2018), y que hacer ese listado es una tarea ardua que podría llevar años.
“Son pocas las agrupaciones que tienen una vida mayor a cuatro años. Si en otros sectores se dice que, de cada negocio que inicia, siete van a cerrar, en el área cultural se supondría que, de cada 20 proyectos, sobrevivirán dos”, afirma la investigadora Patricia Chavero.
No hay una cifra exacta, entonces, pero sí nombres de un puñado de recintos, a lo largo del territorio nacional, que no lograron sobrevivir en los últimos años: dos espacios dedicados a la comedia en Yucatán, el teatro bar RIA y el Teatro Yucatán; en la Ciudad de México fueron Carretera 45 y Apeirón Teatro; Telón de Arena y El Ático de la Kerrus, en Ciudad Juárez. Pero los recintos que se suman son muchos más: ISEM, Epicentro, Arcadia, Círculo de Tiza, Microteatro, El Espacio Cultural del Barrio, Versalles, La Grilla Teatrería -Theatrón.
Para el periodista y especialista en políticas culturales Gerardo Ochoa Sandy, “el teatro no le importó desde el principio a la 4T”. Lo primero que Ochoa Sandy enlista son las menciones, irrelevantes, en el Programa Sectorial de Cultura 2020-2024 (7 de marzo de 2020).
“Los indicadores que se reportaron entonces no eran promisorios, pero tampoco se propuso un plan de trabajo. A pesar de la existencia de 678 teatros en 208 municipios, el equivalente a (donde habita) casi la mitad de la población, el 67% de los mexicanos no ha asistido a una obra de teatro. Era el momento de cambiar el rumbo. No obstante, la Secretaría de Cultura no contempló el teatro dentro de su objetivo prioritario 5, dándole un estatus de empresa creativa, capaz de crear ecosistemas a través del emprendimiento cultural, desdén que se extendió a las restantes industrias culturales. Es cierto que en El poder de la cultura, documento del 19 de junio de 2018, se hizo una mención, e incluso se prometieron estrategias de inversión, mecenazgos y estímulos fiscales. Era sólo retórica. Para el programa sectorial, la promesa desapareció”, declara el especialista Ochoa Sandy.
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Un ejemplo concreto es el del Centro Cultural Carretera 45, ubicado en La Obrera, un recinto teatrales muy conocido en Ciudad de México, que cerró su espacio físico, a mediados de marzo del año pasado.
En dos ocasiones, después de la salida de Antonio Zúñiga como director y con el actor Christian Cortés al frente, se compitió en la convocatoria de México en Escena; Carretera 45 no ganó, pero hubo un descubrimiento muy importante para ellos: la iniciativa privada era la opción más viable para sostener un proyecto de la sociedad civil.
“No es que la administración de Andrés Manuel López Obrador esté matando al arte, solamente le añadió un clavo al ataúd al humillarlo, al hablar peyorativamente de él, al poner a la sociedad civil, que son nuestros clientes, en contra de los creadores del arte, de la cultura, de la ciencia y llamarnos fifís y generar esta división que hace que, si de por sí no existen las capacidades ni los medios para que la gente pueda disfrutar del tiempo libre, además de eso hay una desconfianza hacia nuestro quehacer. Se nos ve como burgueses, mantenidos, que casi casi le estamos quitando algo o estamos en contra de que la gente obtenga sus apoyos, sus ayudas. Como si apoyar al arte significara dejar de apoyar a las personas de la tercera edad”, afirma Xavier Villanova.
Se crea la falacia, explica el dramaturgo, de que los artistas están destruyendo México cuando, en realidad, están construyendo el país desde su propio bolsillo.
“Si no han cerrado más teatros es porque no los hemos dejado morir. Lo que sí puedo decir es que se ha vuelto indignante hacer arte en el país. No sólo no se reconoce el trabajo de fondeo del arte, sino que se le vuelve un enemigo del pueblo. Hay creadores que tiran la toalla porque están cansados de fondear por sí mismos y además verse estigmatizados”, agregó el Premio Nacional de Dramaturgia.
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