Tal como Gabriel García Márquez creó su Macondo, Juan Rulfo su Comala, William Faulkner su Yoknapatawapha e incluso Miguel de Cervantes ideó La Mancha, el escritor español Luis Mateo Díez (Villablino, León, 21 de septiembre de 1942) imaginó el reino de Celana, un territorio literario donde se sitúan varias de sus novelas. “Tuve una conciencia temprana de construirme un territorio, una provincia imaginaria, unas ciudades que no se sabe si son antiguas o viejas”, asegura el escritor que en 2023 fue reconocido con el .

Integrante de la Real Academia Española desde 2001, el autor de una docena de libros de cuentos y dos decenas de novelas, señala que en su mundo literario más que las tramas y los argumentos, son fundamentales los personajes, “yo tengo un mundo literario muy habitado”, dice el autor de novelas como El espíritu del páramo y Vicisitudes, ésta última con 84 capítulos y 300 personajes que transcurre en Celama, que es “el espejo de todo lo que hay en esa provincia del hombre”, apunta Díez, tal como decía Elías Canetti.

El abogado de profesión y escritor con más de 50 años cuyas narraciones han sido adaptadas al cine por José María Martín Sarmiento y Julio Sánchez Valdés, que en 2013 donó a la Biblioteca Nacional de España varios manuscritos de novelas y apuntes preparatorios, habla en entrevista de la imaginación y la memoria, de los temas que le interesan, de su deseo de seguir contando historias a sus 82 años y de cómo asume la literatura que ha sido testigo del mundo.

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¿Cómo ha asumido la literatura y la imaginación?

Mi mundo tiene mucho de esa herencia del famoso caballero que sale a deshacer entuertos y a salvar el mundo. Y que es un caballero estrambótico que tiene perdida la cabeza, pero al que no se le ha olvidado que la bondad del corazón humano se ve en la lucha a favor de la salvación de los otros, de esa quimera que vive Don Quijote y yo creo que los creadores en general, con todas nuestras contradicciones, desgracias y tragedias personales algo tenemos de quiméricos. Escribir, crear, revivir y hacer una exaltación de nuestra propia imaginación es también una vía de escape de lo personal; es la imaginación la que me está llevando, no sé a dónde, viene en el ejercicio de contenerla y poder contar algo se puede contar para que los demás lo puedan leer y que pueda ser un espejo para sus vidas y para sus propios conocimientos, ese reto es donde uno puede perder la vida.

¿Le interesa escribir con humor e ironía?

Es verdad, tengo la conciencia más allá de mis limitaciones y de mis precariedades, he tenido siempre un poco la idea de que el humor es un punto enorme de lucidez. Los seres humanos tenemos siempre ciertas connotaciones un poco ridículas y tener conciencia un poco paródica de cómo somos y de cómo nos mostramos, el humor es una manera de bajar un poco la soberbia, y luego la ironía permite enganchar mucho al lector; es un conducto que si lo tienes a través de tus personajes y de cómo hablan y de lo que hacen, el lector agradece un poco la delgadez de las cosas que tocan de forma irónica, que evitan la solemnidad. A mí me interesa tener un estilo y una manera de escribir y un mundo propio, pero me interesa mucho más la escritura con naturalidad para poder contar las cosas más complejas que uno pueda inventar.

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¿Creó pronto un universo literario al estilo Macondo o Comala?

A partir de la ejemplaridad de esos grandísimos escritores, de Faulkner, el propio Cervantes y La Mancha, el mundo de la realidad se transforma en mundo simbólico de la ficción. Sí, yo tuve esa necesidad de tener un territorio literario. No soy un escritor realista testimonial que puede mirar la vida y la actualidad y llenarme de eso y escribir, entonces tuve la suerte de tener una conciencia temprana de construirme un territorio personal, una provincia imaginaria, unas ciudades de sombra que no se sabe si son antiguas o viejas, que han perdido un poco el propio destino de su desgracia urbana, que están llenas de seres, un poco temerosos muy frágiles, pero muy poderosos de su vida interior

Se llama Celana, donde ahí está un espacio de muertos de la eternidad, hay la deriva de la desaparición, de las grandes culturas campesinas y hay una mirada al ser humano que yo procuro que sea en toda su complejidad. Celama es el espejo de todo lo que hay en esa provincia del hombre como decía Elías Canetti.

¿En su literatura los personajes tienen un gran peso?

Se puede llegar al límite escribiendo un libro de cuentos y una novelita corta como hizo Rulfo y más allá de él es muy difícil de llenar, pero cuando eres muy prolífico, como yo, en mi mundo son fundamentalmente los personajes más que las tramas y los argumentos que están ahí también, pero tengo un mundo literario muy habitado. Mis personajes muestran la condición humana, son personajes que están perdidos, están extraviados, están llenos de pérdidas, andan por caminos de perdición, son muy frágiles, son como héroes del fracaso, pero tienen una gran convicción en la vida y saben que vivir intensamente es lo mejor que podemos hacer y viven hasta el límite de la frustración, viven también en la perspectiva de la muerte.

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¿Son personajes extraviados?

Yo he sido siempre una persona desordenada al que le ha costado mucho ordenarse y el mejor vehículo de ordenación para mí ha sido la literatura, por eso mis personajes son extraviados y un poco estrábicos y tienen una imaginación fuerte y les puede la imaginación.

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