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En su versión digital, Confabulario presenta un entrevista con el antropólogo, miembro de El Colegio Nacional, Claudio Lomnitz, quien recientemente publicó sus investigaciones en el libro “Para una teología política del crimen organizadoˮ. Este es un adelanto de la entrevista.
El narco en México es singular por esa capacidad de expansión más allá de su lógica operacional en un territorio como el nuestro, sin omitir los alcances de su poder, su penetración en los sectores de la vida pública, política y social del país, como se muestra en los procesos electorales de cada periodo. Trasciende el narco, incluso, el concepto de tráfico de drogas, nos enseña el antropólogo Claudio Lomnitz, engloba una estructura económica que excede el trasiego: hoy vemos a grupos controlando la producción de las industrias primarias y más. Ese exceso permea “el tejido social” y cultural. Ciertamente debe considerarse crimen organizado.
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Y como toda organización, tiene componentes ideológicos que el antropólogo se ha permitido estudiar, uno de ellos es el “teológico”: qué ritualidades explican la violencia, lo que hay detrás de ciertos cultos, como observamos con la reciente noticia del inmueble cateado en la Ciudad de México, donde se hallaron altares al “Angelito negro”, una representación de Lucífer.
Como parte de una serie de tres libros, Lomnitz publicó este año “Para una teología política del crimen organizado”, que forma parte de un arco argumentativo sobre lo que llama “Nuevo Estado, nuevas soberanías”, apartado que se desprende del ciclo de conferencias que ha impartido en El Colegio Nacional desde 2021.
A partir de ese ciclo se ha publicado “El tejido social rasgado” (2022) y “Para una teología política del crimen organizado” (2023), ambos libros publicados por la editorial Era. En su más reciente publicación, Lomnitz estudia la espiritualidad de las organizaciones criminales, las ideologías que operan dentro de éstas y cómo se articulan.
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Uno de los casos de estudios que retoma es la aparición de los llamados “narcosatánicos”, cuyo líder Alfonso Constanzo inauguró un rito caníbal, tras los hallazgos en el rancho Santa Elena, en Tamaulipas, en 1989. Esta ritualidad, sin embargo, ha sufrido varias metamorfosis. Si en un inicio se trató de sacrificios humanos para fortalecer a un grupo entrampado en una red de complicidades y secretos con figuras políticas, empresariales y policiacas, ahora el canibalismo es practicado para causar terror entre la sociedad y fortalecer la membresía de las asociaciones criminales.
Durante la conversación, el antropólogo desmenuza las implicaciones culturales y sociales de las soberanías emergentes, las economías ilícitas, el canibalismo y los cultos del narco, la inoperancia del Estado y las relaciones de dominación entre los propios cárteles y la sociedad, lo que él define como “lógica de castas”.
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