En la , situada en el lote 29 del grupo 13, de la sección 57, del Holy Cross Cemetery, en Yeadon, , Estados Unidos, se localiza la tumba del poeta y diplomático mexicano . De padre irlandés y madre mexicana, Owen, el poeta que en 1925 publicó en El Universal Ilustrado su prosa poética La llama fría ocupó cargos diplomáticos diversos, el último fue cónsul en Filadelfia, donde falleció en 1952, cuando tenía 47 años y estaba ciego, dicen, debido al alcohol.

La tumba del poeta que fuera integrante del grupo Contemporáneos junto con José y Celestino Gorostiza, Bernardo Ortiz de Montellano, Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Enrique González Rojo, Carlos Pellicer y Jorge Cuesta, quedó en el olvidó o al menos se perdió en la memoria, hasta que en marzo de 2022, un joven poeta mexicano, Carlos José Pérez Samano, la halló tras varios años de búsqueda, que realizaba por algunas temporadas, pero sin desistir.

Aunque ha pasado casi un año del hallazgo que incluso difundió entonces a través de sus redes sociales, no fue hasta hace unos días que Pérez Sámano recordó el hecho y mediante un tuit, pidió a quien tuviera información sobre descendientes de Owen, autor de obras como Desvelo, La llama fría, Novela como nube Línea y Perseo vencido.

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“Gilberto Owen Estrada (13 mayo 1904-9 de marzo 1952) está enterrado en una tumba sin lápida en el Cementerio de la Santa Cruz en Yeadon, Pensilvania. Y estas son las coordenadas para encontrar su tumba”, escribió hace un año Pérez Sámano, quien en entrevista afirma que lo que él anhela es que se reconozca la importancia que tiene este poeta no sólo para las letras mexicanas sino también a nivel de identidad para los migrantes.

“Por ahí va el mensaje que quiero dar. Mucha gente piensa en los migrantes, pero se olvidan que también los artistas migramos y también los artistas sufrimos el proceso de adaptación y transformación y todo el trauma migratorio que implica; también es que no es tan real que somos una comunidad muy privilegiada, en el sentido de que la gente piensa que tenemos todos los recursos, pues muchas veces no es así. El hecho de que Gilberto Owen haya muerto sin una lápida con sus datos, habla un poco de la carencia y de las condiciones en las que murió. Y que tal vez no hubo recursos o no se puedo enterrar con el honor que se merecía”, señala Pérez Sámano.

La meta de este poeta que ha escrito algunos libros que están en acceso abierto, y quien ha impulsado proyectos de lectura entre migrantes y pequeñas bibliotecas con libros en español instaladas en comercios de migrantes mexicanos en Estados Unidos, particularmente en Filadelfia, es llamar la atención, para que “también reconozcamos el proceso migratorio de artistas que mueren pobres”. Por ello ha comenzado ahora la búsqueda de los descendientes de Gilberto Owen, a quienes ya ha contactado y está a la espera de su respuesta; también ha hecho gestiones con el consulado en Filadelfia para darle una lápida a la tumba.

Lo que le interesa a Carlos José Pérez Sámano es llamar la atención de la situación actual de Owen. “Creo que también la paradoja es que a Owen todo mundo lo lee, todo mundo lo conoce, las editoriales se encargan de reeditarlo y vender su obra, pero sus restos están en un lugar anónimo”, apunta el creador del programa de minibibliotecas comunitarias “Philibros”.

Cuenta Pérez Sámano en entrevista que para él el sentido de la búsqueda de la tumba del poeta mexicano nacido en Sinaloa, que pasó una larga temporada también en el Estado de México, entidades donde tiene varios estudiosos e incluso un Premio en su honor, es retribuirle honor a un poeta y vincularlo con los artistas que migran.

“Más allá de lo anecdótico es la cuestión simbólica de volverlo a traer a un espacio de dignidad y de honor a nivel histórico, que se pueda venerar su memoria”, dice y relata que por eso en cuanto dio con la tumba se puso en contacto con el consulado de México en Filadelfia, y que ellos están en un interés bastante sólido y “han expresado la intención de hacer una especie de homenaje y un evento en su honor”. Y aunque él quisiera que fuera en marzo, cuando se cumple un aniversario más de la muerte de Gilberto Owen, sabe que es casi imposible que sea este año.

“Le he escrito a los hijos, me pasaron los correos de una hija y un hijo. Una persona me contactó y me pasó el correo electrónico de los familiares. Les escribí, pero no me han contestado. Sin embargo, me ha contactado mucha gente, por ejemplo de la Universidad Autónoma del Estado de México, que es donde él estudió, me buscó gente de la Universidad Autónoma de Sinaloa que es donde tienen el premio Gilberto Owen y además porque Owen nació en Sinaloa. Varias personas me han buscado y pasado contactos de gente que lo ha estudiado”, dice Pérez Sámano.

“No sé si los hijos sabían dónde estaba sepultado o no”, ese es un dato que le intriga al poeta que a través de sus redes sociales ha dicho: “Pues así. Gilberto Owen está enterrado en una tumba sin identificación en Yeadon Pensilvania. Y estoy juntando gente que quiera ayudar a que le pongamos una lápida”.

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El rastreo

Carlos José cuenta que fue una búsqueda de muchos años, “comencé como hace seis años a partir de la referencia de un poeta que es pariente lejano mío que es Alberto Quintero Álvarez y luego impulsado por el libro ‘Los ingrávidos’, de Valeria Luiselli. Me fui a Filadelfia por otras razones, estando allí recordé que tenía la referencia de que ahí estaba enterrado Gilberto Owen, busqué en internet para ver si encontraba donde estaba su tumba. Lo que hacía es que iba a diferentes cementerios, muchos de los cuales se usan para pasear y correr, así que me iba a correr con mi perrito y a buscar la tumba de Owen por secciones y pasillos”.

Luego leyó que que estaba en otro cementerio, en el Holy Cross Cemetery, un cementerio católico que está en el pueblo de Yeadon. Es un cementerio grandísimo, “cuando había poca gente lo que hacía era llamarlo a gritos, le gritaba ‘Gilberto, Gilberto’, ‘Owen, ¿dónde estás?’, siguiendo un poco eso que señala Valeria Luiselli en su libro de que era un poeta que tenía la capacidad de aparecerse en diferentes lugares, y yo apelaba a esa idea de que se manifestara. La verdad es que nunca se manifestó, ni recibí ninguna señal”.

Y cuando prácticamente había abandonado todo sus esfuerzos y estaba a punto de regresarse a México, ayudado por una amiga, volvió a Holy Cross y encontraron a un sepulturero que los llevó a la oficina del archivo. “El lugar lo atendía una mujer de edad avanzada, le dimos todos los datos, fecha de nacimiento y fecha de defunción, el nombre completo de Owen y ella buscó en los registros que están a mano, en libros, desde la época en que él murió; y nos compartió una ficha con todos los datos para localizar su tumba. Fuimos con el sepulturero a localizar el lugar donde estaba y vimos que no tenía lápida. Justo por eso nunca lo habían encontrado. Porque no tiene su nombre. Ahí comenzó esta otra historia”, cuanta Carlos José Pérez Sámano.

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