Galeristas y asistentes entaconadas corriendo de un lado a otro, agentes de relaciones públicas inundando las bandejas de correos electrónicos y WhatsApp, el barullo de artistas en los restaurantes del centro de la ciudad… Todo apunta a que estamos a unos días de que inicie la Semana del Arte en la Ciudad de México —del 6 al 12 de febrero—, un evento que poco a poco cobra mayor presencia en el calendario del mercado del arte internacional. La normalidad se instala, ni los cubrebocas son obligatorios, ni los aforos restringidos, por lo que sería la primera edición de la Semana del Arte sin los fantasmas del Covid-19. Pero ¿será que el mercado del arte ya superó la crisis que desató la pandemia?
A finales del año pasado, la Cuenta Satélite de la Cultura de México de INEGI reportó que el sector de la cultura presentó un crecimiento de 7.5 % durante 2021 y que las áreas del sector con mayor recuperación fueron la música y conciertos, las artes escénicas y espectáculos, y artesanías. Caso contrario fue el del área de artes visuales y plásticas, pues fue la única que decreció (menos un 4.2%), la que menos aportó al PIB cultural (un 0.9%) y una de las que menos generó trabajos, aportando sólo el 1.5%, al igual que las artes escénicas.
Eduardo Cruz Vázquez, analista del sector cultural, explica en entrevista que estos datos son una muestra representativa de la cadena de valor y reflejan que en 2021 “no hubo un buen negocio, no hubo ventas ni de insumos ni tampoco de obra, en cualquiera de los canales de salida”.
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El también fundador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu) advierte que estas cifras de la Cuenta Satélite de la Cultura de México hay que leerlas con el matiz de que no sólo hacen referencia a la venta de arte en galerías, sino que es una muestra representativa de la cadena de valor, que va desde los insumos que requiere un artista para producir una obra de arte, hasta la venta de arte en tiendas departamentales, otros establecimientos comerciales más allá de galerías (cafeterías, librerías, tiendas de marcos), ferias de arte, en mercados de arte, venta directa entre individuos y mucho más.
Cruz Vázquez también indica que estas cifras se tienen que leer de manera objetiva, porque “el mercado del arte es uno de los mercados más difíciles de monitorear porque existen muchas operaciones informales y muchas abajo del precio del mercado”.
El panorama podría considerarse desalentador para los marchantes del arte y los artistas, pero pareciera que exigirle un mayor crecimiento a la industria del arte o esperar que alcance los niveles de la industria musical (que en 2021 tuvo un crecimiento del 28.4 %), sería ir contra su propia naturaleza y lógica.
“El arte visual es diferente a la música y otras formas de expresión, porque no se consume en cualquier momento”, aclara Brett Schultz, director de la Feria Material, encuentro que arranca su próxima edición el 9 de febrero y que albergará a 57 expositores de 30 ciudades y 15 países. Material, junto con ACME y Zona Maco, es uno de los encuentros más relevantes de la Semana del Arte.
Schultz dice que él no ve con malos ojos las cifras de 2021, porque “se había previsto un decrecimiento mucho peor”, pero que actualmente el mercado se recupera rápido.
“No sé si sea malo que no crezca tanto, es una cualidad de las artes visuales, es una industria muy resistente a la consolidación, es impulsado por emprendedores y pequeños negocios. No tiene mecanismos de distribución como la música, que tiene canales de distribución establecidos y fáciles de entender. La industria del arte obedece sus propios mecanismos. Es una industria del tamaño que necesita ser”, sostiene.
“El mercado del arte en México sí goza de buena salud, además cada vez hay más interés, es un momento de estar observando qué ofrecen las galerías”, agrega Andrea Zapata, egresada de la Universidad de Yale y directora de Inversiones en arte de LS/Galería.
Zapata afirma que la Semana del Arte y los escaparates que ofrecen las ferias de arte son un impulsor de ventas: “hacen una selección, hay curadores de buen nivel, como Art Basel o Frieze y también es el caso de Zona Maco. Asisten coleccionistas no sólo mexicanos, sino latinoamericanos e incluso de otros países. Es un gran escaparate para que las galerías mexicanas ofrezcan su arte al mundo”.
“El mercado del arte es pequeño, no es deficitario ni insuficiente, es pequeño y así ha sido”, sostiene Cruz Vázquez. Para dar una idea del tamaño de esta industria, de los 709 mil 161 millones de pesos corrientes que los mexicanos gastaron en bienes y servicios culturales en 2021, sólo el 1% pertenece al área de las artes visuales y plásticas.
Uno de los factores que dictan el tamaño natural del mercado del arte mexicano son los coleccionistas (o la falta de ellos).
El coleccionismo en México
El analista Eduardo Cruz Vázquez asegura que esta industria aporta poco a la economía porque requiere de compradores con poderes adquisitivos importantes y no los hay con suficiencia en México.
Por su parte, Zapata explica que el arte “se mueve con variables contrarias a lo que está pasando en el mercado. Las crisis económicas afectan principalmente a la clase media, los compradores de arte no pertenecen a este sector”, que los coleccionistas compran arte como un “activo refugio” y que si el coleccionismo en nuestro país no ha crecido es porque también hay falta de conocimiento sobre las inversiones en arte.
Domitila Bedel, galerista argentina, cuenta que poco después del confinamiento, las ventas se recuperaron, pero la clientela cambió. Mientras muchas fronteras seguían cerradas, México se mantuvo abierto y los nómadas digitales y turistas se volvieron una fuerte clientela en Machete Galería, el espacio que Bedel tenía en la Roma Norte. “A mí me compraban muchas obras de artistas emergentes los nómadas digitales porque decoran su depa y les parecía un buen precio. Sí siento que ellos nos han ayudado mucho, aunque a costa de qué, al final con su presencia crecen los precios”, reconoce.
Bedel describe que muchos jóvenes profesionistas empezaban a comprar arte, pero esta nueva generación se detuvo con la pandemia. “Poco a poco se va reiniciando, pero viene acarreando las deudas y la inflación, que afecta mucho a los jóvenes”, agrega.
“Estamos bien, lo que pasa es que la inflación en México creció muchísimo, los gastos de operación aumentaron muchísimo, los gastos de renta y sueldos también y seguimos sin tener coleccionistas locales, mas que unos pocos. Nos acostumbramos a los que vienen de fuera. (...) Muchos tuvimos que sostener una no operación durante casi un año, para después salir y empezar a ver qué hacíamos. Yo cerré la galería un poco por el agotamiento que me dejó tratar de subsistir durante la pandemia, perdí la energía”, cuenta la galerista argentina. Pese a despedirse de su galería, Bedel mantiene Trastienda, un espacio con obras de talentos emergentes con precios más accesibles con los que se busca impulsar el coleccionismo. Trastienda abrirá nuevamente en marzo, ahora en Campeche #130, en la Roma Sur.
¿Hay futuro en el NFT?
A finales de 2021, especialistas auguraban que en 2022 la tecnología blockchain y el pago con criptomonedas cobrarían fuerza. Sin embargo, el año pasado las criptomonedas y el mercado de criptoarte sufrieron una serie de golpes y polémicas que mermaron su reputación.
“A nadie le importan ya los NFT. Los NFT están más muertos que la muerte misma”, dijo Amy Castor, especialista en criptomonedas y colaboradora de The Art Newspaper a EL UNIVERSAL a finales de 2022.
Sobre si la venta de NFT también se ha visto afectada en el mercado del arte mexicano, Bedel considera que justo por las polémicas entorno a las criptomonedas no hay mucho futuro en este campo.
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