Cuernavaca, Morelos— El monasterio de Santa María de la Resurrección, en Santa María Ahuacatitlán, Morelos, se niega a morir pese a los daños estructurales que exhiben sus muros, techos, pisos y vigas de madera. Su área perimetral está cubierta de plantas silvestres, cuyas ramas amenazan con cubrir la fachada de lo que fue el claustro de la orden benedictina.
Aunque el deterioro es evidente y el riesgo de colapso se incrementa día a día, ejidatarios de Santa María Ahuacatitlán aseguran a EL UNIVERSAL que no hay planes de demolición hasta el momento.
Contrario a estas afirmaciones, investigadores y miembros de la sociedad señalan que ya se comenzaron las obras y que una de las torres ya fue derribada, debido a que el propietario tiene el interés de convertir el monasterio en una conjunto habitacional.
Esta abadía, edificada por el arquitecto y monje fray Gabriel Chávez de la Mora (1929-2022) en 1957, cuenta con la catalogación de inmueble de interés artístico por parte del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), sin embargo, no cuenta con declaratoria de Patrimonio Artístico Nacional, por lo que corre peligro de ser destruida, demolida o modificada, indica Enrique Xavier de Anda, arquitecto, defensor de patrimonio artístico y miembro del Consejo Internacional de Sitios y Monumentos (ICOMOS), perteneciente a la UNESCO.
Aun más relevante, destaca De Anda, es que el monasterio es la primera obra de fray Gabriel Chávez de la Mora, quien junto al prior Gregorio Lemecier levantó en 1957 uno de los primeros monasterios modernos del siglo XX en el país.
Con una arquitectura que se incluye en la corriente de la modernidad, el recinto fue hogar de una corriente psicoanalítica que se aplicó a los monjes recién ingresados, con el objetivo de “tratar temas de índole sexual”, apunta De Anda.
“Lemecier conoce a fray Gabriel Chávez de la Mora, un jovencito de 24 o 25 años, y le pide que haga un proyecto integral en el monasterio. fray Gabriel fue el encargado de la parte de las celdas, de los refectorios, con los espacios de administración, pero, sobre todo, fue el responsable de hacer la capilla”, explica el también historiador.
La capilla del monasterio cuenta con una arquitectura que permite la entrada de la luz, el uso de materiales locales y un altar circular, primer hecho que marcó y cambió la norma litúrgica, ya que las misas en este sitio se oficiaban de frente y en latín y español, hecho que contrastó mucho con las misas tradicionales.
“Básicamente Chávez de la Mora comienza a experimentar con los materiales locales, utiliza el barro, la madera: él contaba con la experiencia de ser discípulo de Mathias Goeritz. Fray Gabriel estuvo influenciado por las vanguardias europeas, llegó con una visión moderna y diseñó e hizo la capilla con una serie de nuevos elementos simbólicos, es decir, que no se habían conocido en la arquitectura mexicana” explica.
Por estos elementos, recalca De Anda, el conjunto cuenta con las características para ser declarado monumento artístico de la nación. “Es testimonio de una época en la que los arquitectos comenzaron a buscar tipos diferentes de combinaciones, de diseño y de composición, un momento en que hicieron quiebre, por eso debe preservarse”.
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Por su parte, Baltazar López Bucio, excolaborador del séptimo obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo (1907-1992), recuerda el inmueble como la cuna del movimiento litúrgico en México, surgido antes de la renovación del Concilio Vaticano II.
“Estamos hablando de la década de 1950, cuando todavía no había en México una experiencia litúrgica con uso del español, y él (Lemercier) celebraba la misa de frente, con cantos en latín y luego en español. Mucha gente de México venía los domingos a esa celebración, intelectuales y gente de clase media para arriba”, recuerda.
López Bucio, de 86 años y 63 de sacerdocio, dice que otro aporte indiscutible de Lemercier fue incorporar el psicoanálisis en iglesias y seminarios.
“Fundamentalmente entró para tratar el homosexualismo (sic) de los monjes, pero era así porque se cumplía con un principio de la Ley benedictina de San Benito, que dice: ‘cuando te llegue alguien que quiere ser monje no investigues su vida pasada’ y esa fue la norma de Lemercier”, recuerda López Bucio, actualmente retirado del ministerio.
Deterioro
En las últimas semanas, el monasterio ha cobrado relevancia, pues se ha propagado información de que se encuentra abandonado, en vías de demolición y convertido en propiedad privada. Y efectivamente, EL UNIVERSAL constató en una visita que al inmueble le falta total mantenimiento; presenta grietas en un muro y el derrumbe de uno de sus techos por los efectos del sismo de 2017, cuentan los comuneros.
Su puerta principal está impregnada de humedad y uno de los cuartos principales, con techo de ladrillo, prácticamente está partido en dos.
El monasterio está construido sobre terrenos comunales de Santa María, y por tanto la presidencia de Bienes Comunales convocó y reunió a los representantes legales de la asociación que posee la propiedad, y al INBAL para saber el curso que tendrá el inmueble.
Los representantes se reunieron el jueves de la semana pasada y, de acuerdo con el líder comunal, Alberto Leyva Lagarza, no hay planes de demoler el edificio, incluyendo la parroquia. Por el contrario, indicó que buscarán los medios para tratar de rehabilitar el inmueble y conservarlo por su riqueza cultural y arquitectónica.
Por la representación legal del monasterio acudió Gerardo Ruiz, dijo Leyva Lagarza, y precisó que el inmueble no está abandonado porque desde hace seis años lo habita el padre Rogelio.
Originalmente, explica el líder comunal, la propiedad de Lemercier contemplaba alrededor de 5 mil metros cuadrados, pero después se dividió el terreno con la construcción del Centro Psicoanalítico Emaús (CPE), donde los monjes acudían a sesiones de psicoanálisis. Actualmente, el Emaús es sede de una organización civil altruista.
Sin embargo, De Anda señala que él y la asociación civil que encabeza, Arquitectura Nacional Mexicana, se han enterado de que el inmueble fue adquirido por un particular que tiene intereses de convertir el sitio en un espacio de condominios, y expresa que ya se destruyó una de las torres del conjunto.
“No estamos diciendo que no se remodele o se intervenga, es derecho del propietario, pero se pueden hacer muchas cosas manteniendo el patrimonio artístico y obteniendo rentabilidad”. Y agrega: “Sabemos que ya se derribó la torre de los vientos, una de varias que levantó Chávez de la Mora. Sin embargo, ahí están sus planos, se puede recuperar, pero claro que ya no será lo mismo, y será una lástima si todo el conjunto se derriba”.
Más preocupante es el estado actual del inmueble, que luce en total abandono. “Por el descuido de la capilla, hay riesgo de colapso, es muy preocupante la situación”.
Insiste en el que INBAL debe tomar cartas en el asunto. “El INBAL debe de deliberar si el inmueble cuenta con las características para tener el reconocimiento de monumento artístico nacional. De llegar a serlo, estaría ya protegido por las leyes, pero hasta el momento no es así”, detalla.
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Además revela que han mantenido comunicación con el INBAL sobre los hechos, por lo que el Instituto ya está enterado de la situación.
Gregorio Lemercier, cuenta el sacerdote López Bucio, fue un monje venido de Bélgica que, junto con otros dos monjes, entre ellos el mexicano Ignacio Romerovargas Yturbide, idearon crear una fundación en México y primero lo intentaron en Ciudad Obregón, Sonora, y después en el poblado de Montecasino, que es municipio de Huitzilac, limítrofe con Santa María Ahuacatitlán. Lemercier llegó solo al poblado de Cuernavaca para iniciar su proyecto.
En junio de 1967, Lemercier ofició por última vez en el monasterio luego de ser excluido de la iglesia católica por practicar el psicoanálisis con los monjes del monasterio. Una vez que renunció al celibato se casó con Graciela Rumayor y, a su muerte, en diciembre de 1987, su viuda heredó la propiedad. Rumayor murió en 2017 y, dicen comuneros, la propiedad la heredó su hermana.