El debut de un cantante mexicano en los , prestigioso ciclo anual de conciertos internacionales, no es habitual; representa una cumbre tanto para el artista como para la música de su país. En el caso de, barítono de 38 años nacido en Michoacán, este gran debut fue el pasado 27 de julio, dentro del escenario privilegiado del Royal Albert Hall, con una interpretación de Carmina Burana, junto a la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. Se dio, también, después de 18 funciones del Turandot, de Puccini, en Madrid y un descanso de dos días antes de trasladarse a Londres para interpretar el “repertorio complejo en la extensión de la voz, que creó Carl Orff y tiene mucho dramatismo, falsetes, cadencias suaves y graves.

Carmina Burana es muy demandante”, detalla Olvera, en entrevista. “Estar haciendo esto me transportó a un nivel más alto del que yo llevaba considerando, estos eventos me catapultaron a un punto que no imaginaba que podría alcanzar”, afirma.

Olvera viene de meses vertiginosos: desde el principio del año con presentaciones en Ámsterdam y los posteriores 10 días de descanso, con una estancia en México, donde se dedicó a aprender una ópera de memoria, hasta producciones en Oviedo y Madrid.

“El mero hecho de ir de una ciudad a otra ya sería cansado”, dice. En cuanto puede descansar se enclaustra un par de días en su casa en Hannover, Alemania, bajo un silencio total; da paseos por el bosque y arma rompecabezas de cientos de piezas. “Somos un instrumento vivo, nuestro instrumento se va modificando todos los días: uno va a ensayar o a comer y está utilizando el cuerpo para interactuar con todas las personas”.

Foto: Jesús Cornejo/EL UNIVERSAL.
Foto: Jesús Cornejo/EL UNIVERSAL.

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Llegar a esta cima ha sido, para Olvera, fruto del talento; la ambición y el atreverse a correr riesgos. Hoy, Askonas Holt, una de las agencias de artistas más importantes del mundo, lo tiene fichado, representación que significa buenos augurios y una carrera que va en ascenso; pero hace dos décadas a Olvera la música parecía un camino incierto.

De niño, a los 9 años, formó parte del Coro de los Niños Cantores de Morelia, agrupación en la que le ofrecieron una beca pero él declinó porque prefirió dedicarle tiempo al futbol en lugar de ir diario al Conservatorio de las Rosas. Años después, a los 17, fue echado de su casa por problemático; su éxodo terminó en seis meses de trabajo como jardinero, haciendo oficios de mano dura en California. Fue su propia madre, entonces, quien le sugirió retomar la música, el sueño que estaba en el origen de todo, para “domar al caballo salvaje” que había en él.

De vuelta al Conservatori, tomó clases de arte y se encontró con una estructura libre, casi lúdica, en la forma de enseñar, que lo entusiasmó. “Luego me volvieron a correr de la casa porque yo era un desastre: a los 18 entré al Conservatorio y a los 20 me volvieron a echar”, cuenta. El sustento se lo dio, ese tiempo, el trabajo en un hipódromo de Nueva York, donde alimentó, bañó y paseó caballos. Pero el deceso de un familiar lo hizo volver a México, donde reencontró a un amigo, también barítono, en un recital de graduación, y entendió que la vida lo estaba llevando hacia otro camino; que la posibilidad de ver la música como un proyecto de vida era lejana. Para obtener dinero, Olvera cantaba canciones rancheras y boleros en camiones y mercados.

Foto: Jesús Cornejo, Archivo EL UNIVERSAL.
Foto: Jesús Cornejo, Archivo EL UNIVERSAL.

Después de ese recital de graduación entró en contacto con la maestra de su amigo y fue invitado a participar en Alicia en el país de las maravillas, de Federico Ibarra; a la par de lo ensayos —su tercer regreso al Conservatorio— había sido echado de casa también una tercera vez; otra invitación, hecha por un director, para interpretar un rol pequeño, fue un verdadero principio psicológico: en octubre de 2008 —fue la primera vez que el barítono cantó con orquesta— sintió las vibraciones de los instrumentos a ras de suelo y entendió la importancia de proyectar su voz: “Un llamado de mi vida 20 años hacia el futuro, ese día supe que, a cualquier costo, me iba a dedicar a esto”.

La primera mudanza profesional: de Morelia se trasladó a la Ciudad de México para entrar a la Escuela Nacional de Música y trabajar en un coro de Toluca, del que provenía su única fuente de ingresos y que perdió por haber acumulado tres faltas requeridas para participar en un concurso que, por cierto, no ganó.

Pero los siguientes años fueron mejores: de la Ciudad de México se trasladó a Sinaloa, ganó concursos estatales y con el dinero audicionó en Valencia, donde fue aceptado para el Centre de Perfeccionament Plácido Domingo. El siguiente escalón, pero definitivo: allá conoció a su primer agente y formó parte de producciones profesionales. “Los sacrificios que he hecho en mi vida han sido muchos. En México no hay muchas posibilidades para salir del país. Hablar de un boleto sencillo para Europa significa lo que cualquier persona gana en un mes. Como cantante hay que ahorrar mucho y jugárselo todo en una audición que quizá no dé nada. Haber dejado a mi familia, mi cultura y mis amigos ha sido uno de los sacrificios más tristes de mi vida".

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—El riesgo parece una constante, al menos en tu caso, para alcanzar el éxito.

—Este año es un parteaguas en mi carrera. En 2022 renuncié al ensamble de Hannover, después de tres años de hacer roles principales. Sin embargo, al pertenecer al ensamble, eres solista de las producciones que se hacen en el teatro, pero difícilmente puedes salir a cantar a otros escenarios por el contrato de exclusividad. Tuve que renunciar porque estaba perdiendo la oportunidad de trabajar en otros teatros. Yo dejé mi país no para venir a estancarme a un escenario en Europa. Ante esa ambición, decidí renunciar y echarme a nadar. Han empezado a surgir muchas cosas, entre las cuales destaca mi adhesión a la agencia Askonas Holt, con la cual empecé a colaborar en marzo y tener contratos y audiciones para sitios y roles más importantes. La presentación en los BBC Proms es una de las que me ha dado la agencia. Son eventos de otro nivel.

—¿Qué representa para ti el debut en los BBC Proms?

—No he podido festejar mucho. Ha sido un año intenso y no he podido hacer gran alarde. Yo he llegado después de otro evento en Madrid. Llegué, canté y tras el ensayo general me di cuenta de que estaba en Londres; me di cuenta de que acababa de salir del Royal Albert Hall. Miré hacia atrás y vi el sitio por fuera, que es gigantesco y está en el corazón de la ciudad. Hasta ese momento, faltando dos horas para mi interpretación, me di cuenta de que estaba a punto de cantar en Londres. Cuando uno es estudiante sueña con esas cosas: cantar en Londres, Berlín, París, Viena, Sidney, Nueva York... En ese momento me di cuenta: estoy en Londres y voy a cantar. Fue un evento de altísima calidad, de lo mejor que he hecho en mi carrera.

—¿Qué opinas de la fuga de talento de nuestro país?

—En México hay cantantes jóvenes, de entre 20 y 30 años, que podrían presentarse en cualquier teatro de primer nivel en Europa, pero no saben a dónde ir ni qué puertas tocar. En Europa están los ópera estudios y los ensambles, solistas que tienen un salario o bolsa de estudios mensuales con lo que pueden sostenerse todo el mes; a cambio deben cantar roles en óperas distintas. Esto no lo sabe casi nadie. La situación económica en México no es favorable para todos. Existe el estigma de que el músico morirá de hambre. Buscar suerte en el extranjero es una decisión fuerte, con ese dinero se puede dar el enganche para un terreno, casa o auto.

Foto: Jesús Cornejo/ EL UNIVERSAL.
Foto: Jesús Cornejo/ EL UNIVERSAL.

—¿Cuáles son los retos de un latinoamericano al irse a Europa?

—Incluso al estar en Europa, ser aceptado y, aún siendo aceptado, interpretar junto a cantantes de primer nivel no garantiza que se tendrá trabajo por siempre. Se necesita contar con una agencia que dé audiciones y, al ganar esos roles, se necesita hacer bien el trabajo para volver a ser contratado. Por lo común, los trabajos en Europa son menores; en esto se pueden ir años de estudio, trabajo e inversión en darse a conocer. Para mí, fueron 10 años hasta hoy, que estoy en el punto más fructífero tras haber hecho todo tipo de roles en teatros, pequeños, grandes y medianos.

—¿Y el mayor reto en México?

—En el plano artístico, la situación es decadente; no existe la preparación profesional para los cantantes de talla internacional. Hay teatros que realizan producciones en México, pero algunos cuentan con sindicatos que hacen difíciles las cosas y otros no contratan a cualquier persona o contratan siempre a la misma gente. Para los jóvenes que van empezando es prácticamente imposible tener el sustento necesario para vivir como un cantante normal. La mayoría nos hemos arreglado la vida presentándonos en bodas, ceremonias y graduaciones. Lo que llamamos “huesos”. El apoyo para los músicos en México es nulo, uno se las arregla por sí solo. Aun cuando estás en los grandes recintos, el Bicentenario en León, Bellas Artes; o que estás con el Grupo Santander, en el Bernal Jiménez y en el Cervantino, no alcanza para tener un nivel artístico de primer mundo.

Si decides quedarte en México, tampoco te pueden contratar todos los años en los mismos tres o cuatro teatros del país. En México no es fácil. Hay muchos cantantes y pocos teatros con pocas producciones al año. En Bellas Artes harán, quizá, de cinco a siete al año, con un elenco o máximo dos. Un cantante con cuatro funciones y dos meses de ensayo, por ejemplo, se sostiene con eso, ¿pero qué va a hacer el resto del año?

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