Sabíamos que en la Secretaría de Cultura están pariendo chayotes —por decir lo menos— para manejar los hilos del sector cultural mexicano, el más importante de América Latina (gran paquete), pero que no puedan manejar eficientemente una sesión de Zoom es el colmo, oiga. Gracias a una indiscreción por todos conocida, nos hemos enterado a través de la conversación del grupo de WhatsApp “Desactivación colectivos” proyectada por error en un chat público, de que funcionarios de la Secretaría de Cultura en realidad no tenían ninguna intención de acordar ni dialogar ni nada con la comunidad a la que sirven (uy, sí, cómo no).

Estos muchachos progres vestidos con artesanías textiles de Fonart en realidad funcionaban como porros reventadores de movimientos ciudadanos, con la consigna de echar choros mareadores, largas y más largas y promesas para nunca jamás. Chulada de gente que por lo menos esta vez lo único que ha logrado es dinamitar su credibilidad individual e institucional. ¿Quién aceptará dialogar ahora sobre cualquier cosa con alguno de esos “servidores públicos” que quedó con las vergüenzas al aire al revelarse que su función en realidad no es resolver problemas sino dar atole con el dedo a los sufridos contribuyentes que pagan con puntualidad sus quincenas? La Secretaría ha deslindado en primerísimo lugar a su titular de este episodio sobre usos y costumbres tenebrosas en la institución que encabeza Alejandra Frausto.

Y también ha anunciado por lo menos el cese de alguien cuya identidad está por conocerse. ¿Y ahí muere? Nada de eso. En este episodio lamentable hay graves anomalías para no pasar por alto: falta de cultura de servicio, trabajo deficiente y en contra del beneficio de la ciudadanía, inexistencia de principios y reglas de integridad en el desempeño de funciones, cuestionable ética pública, falta de respeto al ciudadano, ausencia de la vocación de servicio, desprecio por el interés público, deshonestidad y, de pilón, uso inadecuado de recursos informáticos de una institución pública. Quiobo.

En pocas palabras, estas personitas pisotearon el Código de Conducta de la Función Pública de este país, y habría que ver qué faltas administrativas o en qué responsabilidades incurrieron los funcionarios involucrados de acuerdo con la Ley General de Responsabilidades Administrativas. ¿Los jefes de esta gente en verdad no sabían lo que estaban haciendo sus achichincles?, ¿es el único grupo dentro de la Secretaría de Cultura que trabaja en contra de los intereses de la comunidad a la que se deben como servidores públicos? Y, por último, ¿la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, dejará pasar esta sórdida historia del Sensacional de Funcionarios que tanto ha indignado a la comunidad cultural del país? Puede apostar a que...

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