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El epicentro del adiós ocurrió en Oaxaca, tierra de Francisco Toledo, el autor de miles de pinturas, gouaches, acuarelas, dibujos, cerámicas, esculturas, fotografías, gráficas, diseños e ilustraciones, cuya obra y legado, ha expresado el crítico de arte Cuauhtémoc Medina, tiene “una dimensión planetaria”. Sin embargo, en la Ciudad de México se registraron réplicas de la despedida al artista de las mil máscaras, fallecido la noche del jueves.
La Secretaría de Cultura convocó a los admiradores de la obra y legado de Toledo a acudir al Palacio de Bellas Artes, ese espacio en el que se ha dado el último adiós a algunos de los más grandes artistas de nuestro tiempo; pero también se les invitó al Museo Nacional de Culturas Populares para apreciar la exposición Toledo ve, conformada por 600 piezas del creador.
En Bellas Artes una chica escribía, estremecida, en el “libro de recuerdos” que el INBA colocó al pie de las escaleras principales para que el público dedicara unas palabras al artista: “Maestro Toledo, paisano, nos harás mucha falta en este México que está reconstruyendo sus cimientos nuevamente”.
En el mezzanine se colocaron flores, canastas con maíz y algunas obras de Toledo, de la colección del Museo de Arte Moderno, como La función del mago (lagarto), animal fantástico, de 1973; en las paredes de las escaleras colgaron papalotes, en alusión a aquellos que el artista lanzó al vuelo en 2014, con la imagen de los 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa.
Y el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes interpretó temas en lenguas indígenas; en náhuatl cantaron “Xopan cuicatl”, tomado del libro Quince poetas del Mundo Náhuatl, de Miguel León Portilla, con música Guillermo Álvarez Navarro.
Mientras, en el Museo Nacional de Culturas Populares: moños negros y gratitud y cariño de los admiradores de Toledo. Una de las personas que llegó al recinto fue la diseñadora gráfica Amaranta Ruiz, colocó un ramo de flores a la entrada de la sala Guillermo Bonfil Batalla, donde se encuentra la muestra.
“Toledo fue una persona que donó espacios a la cultura. También hizo accesible ver exposiciones, una de ellas fue de Pablo Picasso, que mostraba una serie del Minotauro y la Celestina”, recordó.
En Los Pinos, el Murciélago fue movido de su espacio hacia la entrada de la planta baja de la Casa Miguel Alemán, acompañada de seis arreglos de flores.
Al entrar, los visitantes tenían disponible una mesa con un libro de hojas en blanco, en el que cualquiera podía escribir sus condolencias. Algunos no conocían al maestro, pero se tomaron el tiempo de escribir algo breve, observar con detenimiento la obra de Toledo e incluso posar junto a ella. José Barragán visitó la exhibición desde el norte del país y se lamentó: “Se nos están yendo los personajes de la cultura y quizá nos estamos quedando pobres en ese aspecto”.