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Rosa Montero, la escritora y periodista española que acaba de cumplir 70 años de edad y que tiene cerca de 25 libros publicados asegura que en La buena suerte (Alfaguara, 2020) ha logrado construir la historia más depurada, la más desprovista de artificios y que eso quizás tiene que ver con que es una novela que habla del bien y del mal, de atrocidades pero también de amor por la vida con una gran dosis de sentido del humor.
“Esta novela es sobre el amor a la vida y sobre la manera de perder el miedo a la vida”, asegura la narradora de esta historia que podría ser un thriller, porque hay policías, hay delincuentes, hay un delito, hay un misterio, pero no es un thriller, “es una novela de misterio existencial”.Montero dice que lo que en realidad a ella no le interesaba era indagar en el delito sino en qué lleva a esos personajes a cometerlos. “Lo que quise fue buscar el por qué esos personajes actúan como actúan, que les ha pasado por dentro; por supuesto que hay un misterio tremendo y nos da un acicate para seguir buscando lo que pasa en la historia, pero lo que en realidad yo quería era intentar entender a estos personajes”, afirma.
Pero además esa novela que no es un thriller sino una novela de misterio existencial, le permite a Rosa Montero confirmar que en el siglo XXI ni los escritores ni los lectores pueden creer en los géneros tradicionales.
“Creo que ahora todos hacemos obras mixtas, híbridas, que tienen un poco de todo; esa novela que sigue muy pegada a la realidad y a la conciencia de la realidad que tiene la gente en el siglo XIX, las novelas como grandes construcciones de la existencia, hoy ya nadie cree en esas historias, ahora es otra visión del mundo completamente distinta; posiblemente en el siglo XXI estemos mucho más cerca y seamos más contemporáneos de la vida del Renacimiento que la del siglo XIX”, afirma Montero.
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En La buena suerte, un hombre decide bajarse del tren que lo lleva a Málaga, algún deseo muy profundo lo mueve a entrar a un ruinoso pueblo que tuvo una época de bonanza industrial y que hoy parece perdido; el hombre baja y compra una horrible casa abandonada que se vende; algo lo impulsa a intentar perderse en ese pueblo y todo indica que ya no le queda nada o que quiere purgar allí una culpa que carga.
Con ese mecanismo de intriga, Rosa Montero va llevando a ese hombre —que se llama Pablo—, a ir recobrando su personalidad, pero también lo lleva a desvelar su misterio, su soledad y su vida atormentada.
La buena suerte
(Alfaguara, 2020).
En esa novela que habla del bien y del mal, Pablo conoce a Raluca, una mujer que guarda su propio secreto, pero que le muestra a ese hombre la posibilidad de un nuevo comienzo.
“Hay en esta novela una serie de historias que se cuentan y que son literalmente reales; están allí esas familias que hemos conocido y que tienen historias infernales, hombres y mujeres que matan y violan y torturan a sus propios hijos; esta es una novela también sobre el bien y el mal y es sobre cómo el bien vence al mal. Yo creo que realmente hay más bien que mal en el mundo, por eso el mal nos horroriza tanto porque naturalmente estamos más predispuestos hacia el bien”, señala la escritora.
La también autora de La hija del caníbal , La loca de la casa e Instrucciones para salvar el mundo asegura que ha querido ejemplificar el mal y contar estas historias de familias aterradoras porque ella no concibe cosa peor que vivir un infierno en la casa y lastimado por la familia.
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“No puedo concebir un horror mayor, por eso concebí estas historias que parecen tétricas, sin embargo la novela tiene mucha luz, creo que tiene más luz que ninguna de mis novelas y luego también tiene sentido del humor porque a mí el sentido del humor me parece una herramienta de la inteligencia muy importante para poder conocer profundamente el mundo, y para poder explicar y expresar el mundo nada mejor que usar el humor”, afirma.
La autora de novela, cuento, ensayo y crónica, que es colaboradora del diario El País , dice que lleva toda su vida intentando atrapar en una novela ese filo de luz y de sombras que es la vida “además contarlo de una manera tallada como un diamante, tan limpia de todo lo accesorio que realmente no haga falta decir nada más. Como la frase de Vladimir Nabokov: ‘la vida es bella, la vida es triste, y eso es todo lo que hay que saber’”.
La narradora agrega: “Llevo intentando hacerlo varias novelas, pero en esta creo que es cuando más me he acercado a esa aparente sencillez, porque es muy complicado llegar a limpiar todo lo accesorio, y esa sencillez y esa profundidad de casi tocar con un dedo la lava de lo que somos es una lava abrasadora que anda por allí abajo y efectivamente es algo que si llegas a esa esencia no tienes nada más que decir: lo he dicho todo”.