La asociación civil Pasaporte Cultural emprendió hace tres años la labor de mapear cuántos espacios culturales independientes existen en todo el país. En 2019 registró 400, al año siguiente 900. En febrero pasado lanzó la tercera convocatoria. Los resultados siguen en análisis, pero una primera revisión arroja que de los 900, sólo 153 confirmaron que siguen activos y se sumaron 114 nuevos. Es decir, más de 600 espacios están en un limbo.
“Nos preocupa el comportamiento que hubo este año. En la convocatoria sólo tres espacios confirmaron que cerraron de manera permanente. De todos los demás haremos el rastreo caso por caso”, explica Mishelle Muñoz.
La convocatoria de 2020 se realizó entre febrero y marzo, lo que permitió tener los primeros datos del impacto que la pandemia estaba teniendo en los espacios. Por ejemplo, el 60% reportó que tenía problemas para el pago de servicios y el 39% se enfrentaba a un cierre inminente.
Hasta el momento han hecho la revisión específica de 220 espacios, el 10% está en un preocupante limbo. “No nos contestan, sus redes sociales están inactivas, los pocos que tenían páginas web ya no existen, así que para nosotros están en una zona gris. Lo que podemos establecer hasta el momento es que muchos de ellos tenían muy poco de existencia, como el caso de Espacio ADN, que no tenía ni dos años y con la pandemia no pudieron seguir adelante”, añade Pavón.
Respecto a los 114 nuevos espacios se sabe, hasta el momento, que la gran mayoría son microemprendimientos con hasta cinco colaboradores, el 50% desarrolla sus actividades en espacios rentados, su principal fuente de ingresos son los cursos y talleres, así como la taquilla por funciones. Y siete de ellos nacieron en 2020. “Es un dato muy interesante porque nos habla de que, pese a todo, hubo esfuerzo”, dice Muñoz.
60% DE LOS ESPACIOS registrados en 2020 reportó problemas para el pago de servicios y el 39% se enfrentaba a un cierre inminente.
Del total de los 267 registros de 2021, se puede establecer que sólo una minoría recibió algún apoyo gubernamental. Por ejemplo, 12 recibieron un estímulo de la convocatoria federal de Reactivación de espacios escénicos independientes, cuatro de becas del Sistema de apoyos a la creación y a proyectos culturales.
El trabajo de Pasaporte Cultural ha empezado a llamar la atención de colectivos artísticos, asociaciones civiles, universidades como la de la Ciudad de México y la UAM, e incluso de instituciones culturales, pues no existe en el país un mapeo de espacios culturales independientes.
“Muchos tenían muy poco de existencia, como Espacio ADN, que no tenía ni dos años y con la pandemia no pudieron seguir adelante”
Franscisco Pavón, Pasaporte Cultural
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“Estamos trabajando en un plataforma digital para que los espacios puedan actualizar sus datos, para que compartan sus agendas, que la información sea más interactiva para los públicos, pero también para que entre los espacios se conozcan”, dice Pavón.
Pasaporte cultural está conformado por interesados en la gestión cultural y es autogestivo. Para sostener su labor, sus seis integrantes se dedican a otros trabajos como docencia, edición web, investigación, carpintería, difusión, venta de productos orgánicos. “No hay fondos públicos o privados para la investigación de este tipo. Un trabajo como el nuestro está invisibilizado, no está en la ley de Cultura ni en la de Ciencia y Tecnología ni el el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales”.
Morir o reinventarse
Los tres espacios que registraron cierre son Espacio ADN, Allegro Academia, en la Ciudad de México, y el Museo regional del Pulque en Texcoco.
Espacio ADN es un caso particular porque, parte de su equipo decidió emprender otro proyecto cultural: Centro Cultural El Semillero, en Lomas de San Ángel Inn.
“Espacio ADN hacía promoción cultural a través de talleres de iniciación y especialización artística en teatro, danza, circo, artes visuales, música y literatura para todas las edades. Además, tenía un pequeño foro para artes escénicas. Operamos poco más de un año, con la pandemia, decidimos cerrar”, cuenta Arturo Márquez.
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Y añade: “Apenas estábamos alcanzando un punto de equilibrio, comprometimos todo lo que teníamos, no pudimos llegar a un acuerdo con los arrendadores y necesitábamos seguir generando fuentes de ingreso. Tuvimos pérdidas y ya no pudimos ofrecer trabajo a la planta docente que teníamos”, explica Márquez.
Si bien Espacio ADN se disolvió, parte del equipo creó El Semillero, dedicado a talleres artísticos como danza área, circo, teatro, música, etc. Inició en enero, pero tendrá su apertura oficial en los próximos días y se ubica en un espacio abierto. “Podíamos rendirnos o seguir. Optamos por lo segundo. Los espacios viven gracias a la comunidad cultural que tiene, cambiamos de nombre, de lugar, pero no dejamos de prestar atención a nuestra comunidad. Empezamos con un modelo privado, aprendimos a definir el trabajo, a tomar mejores decisiones”, dice Márquez.
“Apenas estábamos alcanzando un punto de equilibrio, luego tuvimos pérdidas y ya no pudimos ofrecer trabajo a la planta docente que teníamos”
Arturo Márquez, Espacio ADN
Si bien el mapeo de Pasaporte Cultural ha logrado un importante registro, los espacios culturales son muchos más de los que se tiene conocimiento. Por ejemplo, el Centro Cultural El Hormiguero, dedicado al teatro, especialmente comunitario, no está registrado. Nació en 2018 y su permanencia, dice su director, Marco Pacheco, ha sido “realmente duro, cabrón”.
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“Los espacios vivimos al día, como la mayoría de los artistas, de modo que la pandemia tuvo un impacto muy fuerte. Entre agosto y septiembre fue lo más difíciles en todos los niveles. Logramos mantenernos a flote porque recibimos un apoyo federal, nos mudamos a lo virtual, ahora estamos en un modelo híbrido, hicimos proyectos de teatro comunitario, recabamos fondos con un hormigatón, negociamos con los arrendadores. La comunidad ha sido muy importante para nosotros”, dice Pacheco.