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Después de haber expuesto en la Lotería Nacional y de que sus piezas fueran impresas en billetes, Rodrigo de la Sierra instaló desde la semana pasada su escultura Premio Mayor frente al edificio de esta institución. Es una obra de dos y media toneladas de peso, que mide alrededor de tres metros; una de sus mayores piezas en el espacio público. Con ella busca hacer un homenaje al niño gritón, personaje tradicional asociado a la venta de billetes.
De la Sierra presenta esta obra tras haber expuesto este 2018 en EU, Corea y Suiza, además de México: acaba de exhibir en el Museo de la Secretaría de Hacienda y ahora está en la colectiva con que abrió el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro, y tiene una muestra en la Plaza de Armas de Chihuahua; además creó una escultura para el Palacio Postal donde expuso, al igual que en Pemex.
En entrevista, asegura que uno de los mayores placeres es que sus obras estén en el espacio público donde su personaje se comunica con la gente. Aborda el tema de la falsificación de sus obras, problema que describe como un océano donde los creadores no tienen cómo defenderse.
¿En qué consiste este proyecto con la Lotería Nacional?
¿Fue una adquisición?
Fue una contribución. En apoyo y difusión al arte, y a una institución que ha venido haciendo una labor social de tantos años, quise contribuir con una pieza que quedara como exposición permanente. El motivo es apoyar y contribuir a la difusión del arte y la cultura en espacios públicos.
¿Es una compra de ellos?
No. Es una contribución. Es un proyecto integral, no fue una compraventa tal cual, fue una contribución para una exhibición permanente, siempre y cuando la mantengan en el edificio El Moro. El compromiso es mantenerla y darle mantenimiento.
¿Qué ganas?
He podido ligar mi trayectoria como artista plástico a una actividad paralela, que es un aspecto filantrópico, cada año realizo una cantidad significativa en obra a fundaciones, a asociaciones en pro del bienestar, que luchan contra el cáncer, el Sida, o que trabajan en trasplante de órganos. La Lotería Nacional tiene esta misión; se conjunta conmigo. Es un aspecto que puede apoyar a las dos partes. También hay una deuda no tácita, de devolver o de querer contribuir. Me interesa apoyar causas, un ejemplo es la de Fundación Alma, que realiza cirugías reconstructivas mamarias; con ellos estoy en un proyecto para todo 2019, para recaudar fondos.
¿Esta es tu obra más grande?
Casi. Se ve muy grande, ayuda la base. A mí me encanta que la gente toque mis piezas pero se maltratan, el ácido de las manos es de los más agresivos, más que el sol, que la lluvia; había que limitar el acceso de nuestras manos. La más grande que tengo es una que pertenece a la BUAP de Puebla, que es de cinco metros el puro personaje.
¿Cómo es la conexión entre la gente con Timoteo?
¿Qué representa que tus obras estén en espacio público?
La obra es de una persona para otra persona, no hay el cobijo que puede darte un museo. En el espacio público estás desnudo; la obra se enfrenta con el espectador, o es indiferente o comunica algo. Al tenerla sin este cobijo es como te das cuenta.
¿Qué respuestas ha habido?
La obra tiene una propuesta artística y un objetivo; el espectador realiza una propuesta conceptual. No nada más es hacer selfies con ella: es intervenida con tecnología, la modifican, le ponen una reflexión. Eso no se buscaba y ha sido uno de los regalos más especiales del espacio público.
¿Cómo ha sido este año?
Ha sido muy movido. Como este formato de obra tengo dos; uno en las instalaciones de Pemex, donde hubo una exposición en diciembre y se realizó un libro, y otro en Correo Postal, que ha sido de los proyectos más interesantes de mi carrera; fue la cancelación del timbre y fue homenajear a la institución, al personaje del mensajero; hice un pequeño bronce. Sobre cada institución en la que participo me echo un clavado en el tema.
¿Pemex produjo el libro?
Sí, es un libro de mi obra, de la exposición y de la investigación que realicé, y tenía un gran boceto que me inspiró esa investigación.
Hace dos semanas se desmontó
Dédalo en la Secretaría de Hacienda. De museos, ha sido la exposición
más relevante que he tenido hasta
el momento. Un parteaguas.
En Corea es una propuesta de una galería (Symio Gallery) que maneja artistas de Asia, y yo soy el único mexicano; estuve en una feria de Suiza (Kunst), y estoy trabajando para dejar una obra en un castillo de Alemania. Vendré a Zona Maco en febrero con la galería coreana.
¿Qué viene en tu trabajo?
Hay un proyecto muy interesante que quiero cerrar en la Suprema Corte de Justicia de México, toda la parte conceptual ya está, nada más falta ver si lo quieren realizar conmigo, soy uno de los artistas invitados. En Foro Boca (Veracruz) hay un proyecto muy grande de intervención del espacio interior y exterior. Y hay un proyecto para itinerar Dédalo en varios museos de la República.
¿Qué tanto intervienes en las distintas etapas de las obras?
Estoy en todo, y una vez que termino, se acabó la película. La vida después de la pieza, no depende de mí.
¿El personaje ha evolucionado?
Mucho. El personaje ha entrado a una madurez; ya no está en experimentación, tiene una propuesta clara, un diálogo muy claro; si quiero moverlo de esa forma de hablar ya se impone. Hay una claridad.
Esto me da la oportunidad de experimentar; regresé a la talla en madera. Y ese será uno de los siguientes libros; van a ser 10 tallas, y presentaré en el libro desde la selección del tronco. Con la madera no hay permiso de equivocarse. Es Timo en madera, son piezas únicas. Es de mucho respeto al material. La talla la trabajo en soledad, desde un viernes hasta el lunes. Son las maderas que me encuentro, pero me gustan el cedro rojo, la jacaranda, hasta el pino.
¿Cómo está el tema de la falsificación de tu obra?
Es un océano difícil de lidiar, tanto jurídicamente como en cuanto a las mafias involucradas. Se les hace muy fácil, ven que tiene cierta popularidad el personaje. Hay desde las que hacen cierta interpretación y falsifican mi nombre, hasta las que hacen sus propuestas. Es descarada la falsificación, me encontré con algo que enfrentó el maestro Jorge Marín, que es de los principales falsificados.
Hay en Querétaro, Vallarta, Puebla, Guadalajara principalmente, Cuautla; en la Ciudad de México hay en la Lagunilla, en el Jardín del Arte, en San Ángel, en galerías de muy dudosa reputación. Es un problema fuerte para el que no hay una solución fácil y rápida. Es un proceso lento y costoso para el artista; que tiene que ser quien presente la denuncia.
Es un problema en toda la República, es un océano. Se vuelve cuesta arriba. Lo estoy haciendo de manera pausada, con una investigación
contundente.
¿Tienen instrumentos los artistas para combatir ese delito?
No tanto. Partes de una denuncia, de que se tiene que haber invertido mucho dinero en todos los registros: comerciales, de propiedad intelectual, de derecho de autor, de imagen, en todos los aspectos. Tienes que tener todo muy amarrado para agarrar al falsificador. Se da que a una pieza mía le sacan molde, ese es del menor de los casos; la mayoría es que reinterpretan, hacen a otra escala y calidad, y le ponen mi nombre, la quieren vender como si fuera de mi autoría. Ese es el mayor de los casos.
Si fuera como con la piratería de los cd’s, sería diferente. Somos un grupo pequeño el de los afectados: Sebastian, Andriacci, Jorge y Javier Marín, Fernando Botero; soy ahorita el segundo o tercero más falsificado.
Vas a casas de coleccionistas “serios”, que tienen dos, tres piezas buenas y, además, te encuentras una falsificación. Ya me pasó en varias ocasiones, y me dicen:
“Maestro, venga, mire, tengo esta pieza suya”. Y yo les digo: “¿De quién es? ¡Ésa no es mía!” Son falsificaciones burdas, aparte. Estoy haciendo todo el archivo, es engorroso, pero estoy haciendo todo el litigio.