La pérdida del ser amado, el duelo, la viudez, la oscuridad más profunda, la muerte, pero también la sobrevivencia, la vida y la reconstrucción personal tras el dolor configuran "Ceniza roja", el nuevo libro de la escritora Socorro Venegas, con ilustraciones de Gabriel Pacheco, que recupera el diario que la propia autora escribió muchos años antes tras perder a su pareja, y cuya publicación expone la historia de una mujer que enfrenta una ruptura total con el mundo ante la desaparición del otro.
“Hay algo visible en las páginas de 'Ceniza roja´ porque cuando uno habla de una pérdida está hablando de que nos hemos perdido a nosotros mismos, esa persona que éramos junto al otro, en este caso es una mujer que ha perdido a su pareja, eso lo vive y lo siente como una especie de amputación, porque así de abrupto y así de violento ha sido”, señala la narradora y editora mexicana.
En alguno de sus cuentos, Socorro Venegas ya había hablado de su duelo y su viudez, pero en Vestido de novia, la novela publicada en 2014, exploró la pérdida y la viudez desde la ficción. “Yo tenía muy claro que era una novela y trabajé a partir de una experiencia personal, pero la ficcionalicé”; sin embargo, en ´Ceniza roja´ (Páginas de Espuma, 2022), esa pérdida personal la plantea desprovista absolutamente de ficción y, en realidad, es el diario personal que ella llevó durante su duelo, “no hay ni un poquito de ficción, tristemente, porque lo que más podría haber querido en la vida es no vivir ese diario”, indica la escritora.
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Esos cuadernos que escribió por prescripción de su psiquiatra quedaron en el olvido, como enterrados en su dolor pasado, hasta hace poco tiempo que por azares de una mudanza Socorro Venegas volvió a encontrar y se sorprendió de reencontrarse con esa mujer que fue, pero sobre todo pudo ver que ese diario convertido en libros ha sido, un poco, como llegar al epicentro de la experiencia.
“Nunca imaginé que podía contarlo, pero es posible; no me gusta usar esto de la autoficción porque esta vez no estoy haciendo autoficción; esto lo comparo con haber lanzado las piedritas al estanque y éste resulta ser el circulo más pequeño, el centro. El corazón de la experiencia de la pérdida está aquí en este libro”, asegura la narradora y agrega que en el libro la mujer que fue se enfrenta a una muerte abrupta, una muerte que significa para la sobreviviente una ruptura total con el mundo.
“Ella rompe con el mundo, no con la vida, ella quizás más que nunca tiene consciencia de estar viva, pero la vida se vuelve un sinónimo de dolor, un dolor que a lo largo de las páginas del libro se revela, que para ella misma ese dolor no tiene tiempo, que no tiene orilla, que es mentira que se pueda superar un duelo”, porque el dolor no pasa con el tiempo ni la pena se trasciende con el tiempo.
Dice que lo que sí se puede es domesticar el dolor de alguna manera, se puede ir en el día a día y como ella hizo en ese diario “ir apalabrando” lo que se siente. Fue ir escribiendo el duelo y esa fue una forma que ella encontró no para superar nada, sino para seguir viviendo.
Escribir no salva
Socorro Venegas usó la escritura sin preguntarse si la escritura puede o no ayudar a sanar ese dolor, incluso ella no escribía buscando sanar, porque sabía que eso no era posible, “a mí en esos días la escritura no me daba ningún consuelo, nada me lo daba, no había esa posibilidad, se va comprendiendo en algún momento que lo único que puede darte consuelo es recuperarte, justamente que vayas recuperando eso que perdiste, que fuiste tú misma, y que es un proceso que no es como se nos dice en las distintas etapas del duelo; y que tampoco es un camino en línea recta ni que es un ascenso, porque en realidad hay muchos retrocesos. Había días que se podía apreciar la belleza y especular sobre el futuro y había días que eran de una oscuridad tremenda, entonces para mí la escritura fue una prescripción y también me indicaron que no debía leer lo que escribía porque podía profundizar más en un punto, ya profundo, en que estaba”, asegura.
Lo que sabía es que esa experiencia que es particularmente destructiva también la reconstruía, pero en realidad eso lo supo más tarde, cuando halló los cuadernos y una transcripción que pasados los años ella misma había hecho, y que hace unos pocos meses le mostró al editor español Juan Casamayor, director de Páginas de Espuma. Juan estaba pasando por México, lo vio y le mostró el manuscrito, él lo leyó en voz alta y fue para Socorro muy especial porque esa lectura ajena le hizo sentir que ese texto no era suyo del todo, y sintió que se podía compartir. Además, asegura que la conmovió mucho reencontrarse con esa mujer que ella fue en el momento más difícil de su vida, cuando se sabía extraviada, perdida y aunque no fue tarea fácil, se reconstruyó.
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