La seguridad sigue reforzándose alrededor de la exposición Emiliano. Zapata después de Zapata, no sólo hay más personal atento al menor movimiento de los visitantes, quienes no sólo tienen que cuadrarse ante los tres guardias que se encargan de revisar bolsas y mochilas a la entrada de Bellas Artes, también deben atravesar un segundo arco detector de metales que el Museo ha instalado en el primer piso, donde se localiza el segundo de tres filtros en que los visitantes deben hacer fila y avanzar en grupos de no más de 20 personas. Todo forma parte, nos cuentan, de un “aceitado” plan estratégico ideado por la institución para controlar el acceso, que incluye un mayor número de empleados con aparatos de radiocomunicación e incluso con silbatos —por cualquier urgencia—, y jóvenes que ayudan a la circulación de los visitantes que van atraídos por el polémico Zapata que, medio oculto, comparte pared con otra pieza aún más sugerente: A usted, bellísimo supremo de Miguel Cano, un Zapata que es acariciado por el yerno de Porfirio Díaz, que se hizo célebre por la redada de los 41.

INBAL guarda bajo llave el libro de visitas de Zapata

Si usted cree que como en todas las exposiciones, en el Palacio de Bellas Artes encontrará a la mano una libreta donde poder escribir su comentario de felicitación, queja o sugerencia sobre la exposición que ha visto, pues se equivoca, esa libreta de comentarios en torno a la exposición Emiliano. Zapata después de Zapata sólo la halla si la pide en el modulo de Informes del sagrado recinto de mármol. Y aun si una amable señorita se la da, llega otra no tan amable señorita a quitársela de las manos al darse cuenta de que usted está leyendo los poquísimos comentarios que la gente deja. Nos cuentan que entre el 5 y el 15 de diciembre apenas dejaron unos cinco mensajes, uno de ellos cuestionando que la obra de Fabián Cháirez esté casi oculta tras una pared; y tres donde dos damas y un caballero reclaman al Palacio su “inmoralidad”. Cabe por supuesto la libre expresión, lo que no cabe es la falta de transparencia de los empleados del Palacio de Bellas Artes de impedir la lectura de esa libreta que debe ser pública y abierta.

A los guardias del INAH les urgen unas clases de Conapred

El pasado 1 de diciembre, el usuario @Ay_Paolo denunció en Twitter que en el Museo Palacio Cantón, en Mérida, Yucatán, guardias y encargados le dijeron a él y a su novio que no se podían tomar fotos “así”, es decir, dándose un beso. Un par de horas más tarde, a través de sus cuentas de Facebook y Twitter, el museo envió disculpas al usuario: “Lamentamos enormemente que elementos del museo hayan mostrado una actitud reprobable y que no representa los valores del museo y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Es una llamada de atención para alinear y reforzar los valores y normatividades que debe atender el personal del museo, y asumimos el compromiso de que no suceda de nuevo”; sin embargo, al INAH le tomó dos días responder al usuario: “Daremos seguimiento a tu queja y continuaremos en nuestro empeño por erradicar toda práctica discriminatoria en nuestros espacios y recintos”, aunque aún queda la pregunta de cómo harán esa labor, ¿capacitaciones a los empleados o nomás será una llamada de atención sin indicarles por qué estuvo mal?

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