La estigmatización, la homofobia y el clasismo son algunos de los temas que abordan cuatro obras en cartelera durante el : Junio en el 93, La ley del ranchero, La Prietty Guoman y Cabaret Drag Queen, Floreciendo de Noche. Piezas que también coinciden en la búsqueda de visibilizar las sexualidades que no se encuadran en el discurso hegemónico y que pasan revista tanto de los avances como de los falsos progresos que ha atravesado la comunidad en las últimas décadas.

Basta recordar que, a finales de los años 80 y principios de los 90, si la policía veía en la calle a un hombre vestido de mujer, lo llevaba preso, cuentan Carlos Bieletto y Roberto Cabral, directores y escritores de Floreciendo de noche.

Pero los 80 también fueron los años en los que surgieron las esperanzas y anhelos de la , personaje creado e interpretado por César Enríquez sobre una mujer trans, de piel morena, que vive en Veracruz y se dedica al trabajo sexual. “Ella le muestra a la audiencia el soundtrack de su vida, la música de las divas de los 80 que admira: Madonna, Whitney Houston, Celia Cruz y Mariah Carey. Las mujeres que cantaron las canciones que amó desde su infancia hasta la llegada del Richard Gere, que tanto esperó.

Porque es una fanática de Pretty Woman y un ser humano que sólo busca vivir plenamente, en libertad, y conocer el amor al que todos tenemos derecho. Aunque, ante su disidencia, ella es discriminada”, dice Enríquez. Sin embargo, La Prietty Guoman también es una obra con un pie en lo autobiográfico por sus guiños hacia la vida del autor —las pistas que se interpretan son las mismas que lo marcaron en la infancia y adolescencia— y una crítica ferviente, desde el cabaret, la comedia y la sátira política a “la discriminación en un país donde aún no tenemos derecho a ser diferentes”.

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A partir del juego metateatral entre los planos de la realidad, la línea que divide al escenario —la ficción— y al mundo exterior, Junio en el 93 refleja la vida de alguien seropositivo en esa época. Plantea “preguntas sobre lo que vivimos los homosexuales en los años 90. La enfermedad es un fantasma que recorre a la sociedad y hace tomar malas decisiones.

Costó muchas vidas estigmatizar al VIH. Es importante recordar esto para que no se repita”.

Un hecho real, un crimen de odio, también es el punto de partida de La ley del ranchero, pieza escrita por Hugo Salcedo y referente del teatro contemporáneo en México, que cuenta los dramas de tres parejas al interior de un bar en Tijuana, con los monólogos de Kid, personaje central, y un asesinato como eje.

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“La historia no pierde vigencia si la situamos en nuestros días y en la Ciudad de México. Al investigar encontramos toneladas de noticias sobre crímenes de odio en toda América Latina y, en especial, en nuestro país”, señala Héctor Iván González, actor que interpreta a Alfredo en la obra. En sus palabras, La ley del ranchero enfrenta al machismo, la intolerancia y la violencia. “La obra nos reveló que hacemos más de lo que creemos para fomentar estas conductas”.

Mientras que en Floreciendo de noche, Bieletto y Cabral, quienes hacen teatro cabaret y drag queen desde hace más de 30 años, recrearon ciertas experiencias de entonces, cuando la comunidad fue relegada a los ghettos nocturnos, los espacios de expresión donde se “vivía orillado: lugares oscuros, antros gays, departamentos que se movían principalmente en la noche y en secreto. Con este escenario se cuentan cuatro historias de personajes que han vivido discriminación. Queremos revisar el pasado, con causa y reconocimiento hacia quienes dieron sus vidas y trabajaron para que nosotros pudiéramos ejercer los derechos que hoy tenemos”, cuentan.

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Una deuda con la comunidad

A pesar de que la Ciudad de México puede considerarse un sitio privilegiado del mundo por su apertura a la comunidad en ciertas zonas, los artistas coinciden en que aún queda trabajo por hacer. “La CDMX se piensa a sí misma como un punto de tolerancia, pero la tolerancia no es lo mismo que el respeto y la igualdad. En los circuitos privilegiados, por llamarlos de alguna forma, la comunidad está normalizada. Si uno sale de ellos, imperan la discriminación, la homofobia y los crímenes de odio”, señala González.

De las categorías LGBT, la de mayor desventaja es la trans, dice Enríquez. “Conozco compañeros que hacen chistes transfóbicos, que se siguen llamando vestida o pasiva como adjetivo discriminatorio y refuerzan los estereotipos”, menciona el creador de La Prietty Guoman. Todavía hace unos años, complementan Bieletto y Cabral, uno se formaba en un antro gay con miedo a recibir insultos.

El otro peligro que enfrenta la comunidad es que lo políticamente correcto adopte al movimiento sin un compromiso social profundo, dice Enríquez. “Me da inseguridad que las empresas que nunca nos apoyan, pintan carros y productos con el arcoíris en el mes del pride y que sigan sin contratar a gente trans o VIH positiva. O que en el arte, por ejemplo, se cubra una cuota de conciencia haciendo una obra LGBT o trans”.

Para los directores de Floreciendo de noche, la marginalidad va más allá de la identidad de género. “Hay puntos interseccionales como el racismo y el clasismo. No es lo mismo ser un homosexual o transgénero del Estado de México o de Oaxaca, que uno de Polanco”, afirman.

Precisamente uno de los objetivos de La ley del ranchero es representar con dignidad a personajes que luchan por sobrevivir. “En este sistema, el clasismo nos genera a la vez otros problemas, pero también lo hacen la misoginia, la homofobia y el racismo”, afirma González. Causa de la que tampoco se aleja La Prietty Guoman, pues su creador trabaja con grupos antirracistas. “El término prieto no es peyorativo para quienes lo decimos. A mí me decían prieto y maricón, ahora yo me lo adjudico. Soy un actor orgullosamente prieto y maricón. Esa es la daga con la que nos han hecho daño, pero ahora nosotros somos los dueños de la daga”, subraya Enriquez.

También hay estigmas vigentes entre el público. “La audiencia espera ver obras cliché, que se burlan y caricaturizan a la comunidad; donde los actores se encueren o en las que haya toqueteos”, dice González.

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