Uno de los recuerdos más remotos de , quizá a los dos o tres años de edad, es el de una pastorela, donde, al borde del llanto, vestido con una bata afelpada y un palo en la mano, siente angustia porque a través del agujero de uno de sus zapatos se ve una parte de su pie. Está interpretando a un ángel y siente angustia. Un recuerdo que prueba cómo su vida ha estado ligada, desde siempre, al arte escénico. En sus años formativos, por ejemplo, estudió Cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica e hizo giras, por todo el mundo, con el cuarto vocal de música virreinal Ars Nova “sin cobrar un peso”. Hasta que en 1998 la vena interdisciplinaria —cine, actuación y música— condensó su vocación cuando dirigió su primera pieza, Beckett o el honor de Dios, de Jean Anouilh.

El pasado 7 de diciembre, Valdés Kuri fue reconocido con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2023 en el campo de las Bellas Artes —“un premio que no es mío, sino de toda la gente con la que he trabajado a lo largo de los años”—; premio que también corona una trayectoria en la que se ha presentado en 200 ciudades de todo el mundo y en la que festivales, por mencionar algunos, como el Theater der Welt de Alemania, el Writers Theatre de Estados Unidos y el Internacional Cervantino de México, le han comisionado o coproducido obras.

Una manera de profundizar en este extenso arco profesional es hablar de los retos del quehacer escénico y las inquietudes creativas de Valdés Kuri a partir de su próxima obra, La fábula del todo, que aún se encuentra en work in progress, un laboratorio escénico, y se estrenará el 30 de agosto en el Helénico.

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¿Cuál es el mayor reto que hay en el teatro mexicano?

El teatro de arte no puede responder al sistema mercantil porque no hay un costo-beneficio que pueda operar; el gran arte no puede funcionar bajo esas reglas. ¿Quién me va a pagar a mí 20 años de estudiar una obra de teatro? ¿Quién le va a pagar a mis actores un año y medio de ensayos? Si hablamos de dinero, me refiero al costo-beneficio. Necesitamos que el Estado y la iniciativa privada sostengan al arte. Las condiciones no están para ello. Todo son curvas, ahora está muy bajo, luego vendrán otros tiempos. Siento que la creación está desaforada, que está empujada al costo-beneficio.

En los países capitalistas donde no ha habido apoyos como los de México, se vive de la taquilla. Pero el avance queda muy sesgado porque esto implica ceder mucho. El arte no puede ceder ni complacer.

¿Cómo define el arte?

Hay que diferenciar dos cosas: una es el buen oficio —estamos llenos de buenos oficios—; otra, el arte, una forma de ver única, que adquiere relevancia. Un artista es alguien que presenta lo que ve de una forma particular. Digamos que tenemos el mismo material, pero abordado desde una forma poética o metafórica. El arte rompe con una forma anterior y si no hay condiciones para ello, es muy difícil crear. Aunque la adversidad, a veces, es una condición favorable en cierto tipo de mentalidad.

¿En dónde vio que hacer arte implica ceder?

En Estados Unidos se vive de la taquilla, pero hay que hacer muchas concesiones. Cuando trabajé allá se trató de elegir entre una cosa y otra según lo que llenara el teatro.

Para ello es necesario crear públicos en México

Estamos entrando a un terreno difícil porque el público sí responde cuando conecta con algo, sí va a las funciones. Esencialmente, el mayor reto es que los creadores no vean límites. Y el primero que se pone límites es el creador. En mis comienzos yo no tuve ninguna duda de que se iban a dar las condiciones. Yo decía: esto se puede, a pesar de que todos me decían que no era posible. Si este sistema no funciona, yo voy a hacer mi sistema. Me veía en el mundo, con la mente clarísima. Las cosas no salen cuando he tenido dudas. Recuerdo una conferencia donde mis compañeros teatreros se enojaron conmigo. Alguien me preguntó qué es lo que se necesita para hacer teatro y yo dije que uno debe estar convencido al cien por ciento. Si en tu obra necesitas una orquesta y un coro, aunque el sistema te diga que sólo hay dinero para dos actores y una maleta, lo vas a conseguir. Siempre que tu mente esté clara.

¿Una lucha contra el sistema?

Sí. Sólo si tu mente está clara, las cosas se van a acomodar. Hace tres años, mi mente estaba sucia y no conseguía lo que quería. En algún momento dije, en plena pandemia: necesito 22 actores para Del mago al loco, una revelación del tarot, y lo conseguí.

Sus temas van de Juana de Arco, al Tarot, o el concepto de piel, ¿cómo los elige?

Todos han tenido que ver con una búsqueda personal. Unos más en el contenido; otros, en la forma. ¿Cómo jugar con esta forma? Uno de los ejemplos que tengo más claros es El automóvil gris, una obra que iba mucho en la forma, en el antojo de jugar con el cine y el teatro —porque yo también vengo del cine—. Tengo claridad respecto a las cosas que están pulsando y necesitan expresarse, pero en los últimos años ha tenido mucho que ver con temas que ayudan a la expansión de la conciencia. Eso lo tengo clarísimo. No agarro cualquier tema. Incluso he escrito varias obras con una intención deliberada porque no existen textos que traten de lo que yo quiero hablar. La última obra que estoy escribiendo con Mónica Holt, con quien he hecho varias obras, se llama La fábula del todo y está pensada para las audiencias jóvenes. Lo que queremos es hablarles de cómo la mente determina la materia y no viceversa. Es decir, que siempre pensamos que nos determina el entorno: la familia, las condiciones económicas, físicas y demás. Y sostenemos que no es así, sino que la mente es la que hace que el entorno se acomode. Es un tema complicado.

La ciencia ha buscado teorías que expliquen todos los fenómenos científicos tangibles. Ya se está buscando una teoría que explique la conciencia: el fenómeno de cómo pienso y cómo siento.

¿Cómo explicamos eso? Con la ciencia. Para esta obra tomamos la astronomía, la biología y la neurociencia. Fue un proceso en el que he entrado en materias que para mí son difíciles. Yo no soy científico y llevo tres años estudiando ciencia. Ya no elijo cualquier tema. Además, en la obra la cuarta pared es una barrera muy delgada.

La ciencia y el arte son formas creativas de ver el mundo. ¿Se refiere a la división de éstas?

Diste en el clavo porque esta obra habla de la división que hay entre lo racional y lo sensible. Todo se ha tratado de tejer sobre el diálogo entre estas dos mentes. A estas alturas, sabemos ya que están totalmente unidas, que una alimenta a la otra. Creo que el teatro ofrece la posibilidad de unir ambas. El teatro es una herramienta transformadora que te brinda la capacidad de tener a la persona en soledad. Estamos llenos de ruido y el teatro es un espacio donde, al menos, por cierta convención no se debe estar conectado con el mundo virtual —hasta en el cine uno está conectado con el mundo virtual—. Es un momento solo en el que hay que prestar atención a algo que está más allá del ruido del mundo.

Todas las transformaciones personales suceden en soledad. Los grandes momentos de anagnórisis pasan en estados de soledad. El teatro es una cámara oscura, el ejercicio de soledad y el contacto interior que sólo se logra cuando tienes un momento de atención. La distracción es uno de los grandes retos actuales y el teatro obliga a estar, por completo, en un espacio-tiempo.

Pero primero hay que convencer al espectador de que uno es digno de que éste le dé un poco de su tiempo mental. La mayor capacidad de creación está en el silencio y en el no movimiento. Eso quiero transmitir. Veo el teatro como un servicio absoluto que va hacia allá.

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