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En 1995, Silvia López Casillas, mamá de Selva Hernández, trasladó la librería de viejo A través del espejo del Centro Histórico al número 118 A de la avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma; en una camioneta y acompañada de amigos, Selva se dio a la tarea de emprender la mudanza a esta librería que se convirtió en su casa por 25 años y que cierra sus puertas víctima de la crisis sanitaria y económica que trajo el Covid-19.
En este local que desde el pasado 20 de junio ha estado abierto al público rematando todos sus libros al 50% como despedida, pues cerrará para siempre sus puertas; Selva Hernández tuvo su primera oficina de diseño en un pequeño tapanco, “yo trabajé aquí con mi mamá muchos años, mi mamá era obsesiva con el trabajo, a veces para platicar tenía que venir a trabajar con ella”.
Desde que estaba en el Centro ella trabajaba con su mamá, pues se sabe parte de una familia de libreros anticuarios y de viejo, y sabe que así continuará. Cuando le preguntan cuál es la esencia de A través del espejo, dice que además de que está en una calle muy bonita, es una librería que se ha llenado con su cariño, “le tengo un cariño tremendo y eso se ha contagiado a todos los que trabajan conmigo. Es un amor muy profundo que le tenemos a los libros”.
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Es tal su compromiso que ayer por la tarde, minutos antes de cerrar, decidieron extender unos días la vida de esta librería que en 2017, con los sismos, también sufrió la caída de libreros y de miles de libros que puso a remate.
“Vamos a extender la venta porque además de que tenemos muchísimos libros, la gente se queda con las ganas y vuelve y vuelve y vuelve. Estamos tomando la decisión en este momento de abrir hasta el sábado, pero en horario más restringido, de 11 a 19 horas, porque ahorita no hemos podido trabajar en guardar todos los libros para desocupar el local”, dice la diseñadora, editora y librera.
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Triste porque pierde una librería que se volvió emblemática, Selva también está emocionada por la bonita despedida que ha tenido la librería que inauguró su madre, y porque sigue ideando la manera se seguir vendiendo sus miles de libros. “Estoy pensando si pongo pequeñas librerías en colonias más populares en vez de abrir una gran librería en una colonia como esta, porque es más cara; o poner libros en contenedores para una librería móvil”.
Los recuerdos son muchos: sus abuelos estuvieron en la inauguración de este espacio que ya cierra, las varias inundaciones que sufrió el local y cómo una vez se le dañaron a su mamá muchos libros antiguos, entre ellos uno impreso por un diseñador del siglo XVII, Jean-Baptiste Bodoni, de la imprenta Real de Parma, y que su mamá le regaló.