“ Antonio Alatorre es un hombre polifacético”, asegura el doctor en Literatura Hispánica por El Colegio de México, Aurelio González , para quien Alatorre es “el gran erudito, el gran teórico, el gran traductor, el gran ensayista y el gran divulgador”, que en el marco del centenario de su nacimiento, dice, debe ser leído, estudiado y celebrado.
El doctor Aurelio González. Foto: EL UNIVERSAL, archivo
“Antonio Alatorre tiene muy distintas facetas, es uno y es múltiple, como toda la figura de Antonio Alatorre: el hombre que podía hablarnos de la música, de la traducción de los Siglos de Oro, del Renacimiento, de las relaciones con Italia, del Barroco, de Sor Juana, o estar al tanto de teorías literarias recientes”, señala el estudioso que compartía con Alatorre varias de sus búsquedas, pues trabaja áreas de investigación que abarcan la literatura española medieval y de los Siglos de Oro.
Aurelio González, integrante de la Academia Mexicana de la Lengua, donde compartió tareas con Antonio Alatorre, asegura que a este gran erudito mexicano nacido el 25 de julio de 1922, en Autlán de Navarro, Jalisco, le debemos, por ejemplo, la traducción de obras fundamentales para el mundo de los estudiosos de las letras como Antonello Gerbi, con la traducción que hizo de “La disputa del Nuevo Mundo 1750-1900”, que a Marcel Bataillon con su “Erasmo y España”, que a Ernst Robert Curtius, con su “Literatura europea y Edad Media Latina”.
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“Hay una faceta de traductor de Antonio Alatorre que él siempre enriquecía. Porque esa es otra faceta que no podemos olvidar, algún autor dijo que hay erudición que mata y erudición de la buena, la erudición de Antonio Alatorre era erudición de la buena, entonces él con sus traducciones enriquecía la obra de los propios autores, el mismo Bataillon le agradecía lo que hizo con su traducción”, afirma Aurelio González.
El estudioso de la literatura de tradición oral, en especial del Romancero, el corrido, el cuento tradicional y el teatro clásico español de Cervantes, Lope de Vega, Calderón y Bances Candamo, así como de la novela de caballerías, reconoce en Alatorre también sus estudios sobre la obra de Sor Juana, que son fundamentales para entender la dimensión de la Monja Jerónima, “él cubrió una serie de factores analizando los y textos y analizando la visión que había tenido la crítica de Sor Juana”.
Antonio Alatorre. Foto: El Universal, archivo
Por otra parte, también González reconoce en Antonio Alatorre a uno de los grandes lectores de la poesía del Siglo de Oro, pues afirma que él estudió como pocos la poesía al grado que, afirma “estamos en deuda todos los que seguimos una escuela filológica con Antonio Alatorre”; a quien también celebra por su faceta como historiador de la lengua.
“Antonio era un historiador, como él decía, de nuestra lengua. Cuando él decía ‘nuestra lengua’, se refería a la lengua no del especialista sino a nivel del usuario común, entonces él con su ‘Los 1001 años de la lengua española’, escribe la gran obra de divulgación de la historia de la lengua; no es historia del especialista, es la historia que se puede leer con el placer de saber qué es lo que ha sido la historia. Y ese es otra faceta de Alatorre, el Antonio Alatorre divulgador”, afirma González, quien reconoce en su colega a un gran erudito divulgador, “él no planteaba el uso de terminologías abstrusas que no entendiera nadie, él trataba de hacer una crítica comprensible para todos, comprensible para el lector del nivel de banqueta”.
Y es que Antonio Alatorre fue escritor, filólogo, crítico literario, traductor y novelista; pero también editor, divulgador e historiador. Dice Aurelio González que Antonio Alatorre era conocido porque hacía la reseña de las obras con un gran rigor, “era duro, sin embargo, él hacía una gran aportación”.
Dice que aun con todo lo estricto y riguroso que era Alatorre, bajo su dirección hubo una gran divulgación de la lengua a partir de publicaciones como la “Nueva revista de filología hispánica”, “Historia Mexicana” y “Revista Mexicana de Literatura”.
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“Las revistas que fundó en Guadalajara, con Arreola, con Rulfo y con todos ellos, nos hablan de un hombre preocupado por la comprensión del texto. Eso no quiere decir que no tuviera una formación teórica muy sólida, y al mismo tiempo que él hablara que al estudiar la literatura se estudia la literatura en un contexto, en un referente histórico que no se puede descartar”, afirma Aurelio González.
Quien por último celebra otras dos facetas del polifacético Antonio Alatorre: el maestro formador de varias generaciones de estudiosos de la lengua, y el historiador. “No podemos olvidarnos de su aporte como docente, él como profesor de El Colegio de México y como profesor en la UNAM formó a muchos jóvenes en este camino del estudio literario. Yo diría que en él tenemos un poco la base de los estudios filológicos en estas dos grandes casas”.
Pero sin duda está su faceta de historiador, menos conocida pero muy celebrada por Javier Garciadiego, quien dice González, ha dado una visión de esta faceta a través de una obra que no es la más conocida de Antonio Alatorre, que es “El brujo de Autlán”. “Esta es una obra que a decir de Garciadiego se nos presenta una faceta de Antonio Alatorre poco conocida, la del historiador, el escritor de la microhistoria, de un hecho sucedido en Autlán y que él también abordó”, concluye el ex-director del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México y profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
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melc