Los que no (Alfaguara, 2021), la nueva novela, y la más ambiciosa, del narrador y ensayista Álvaro Uribe, contiene no sólo todos los temas que a lo largo de su vida literaria le han obsesionado: la muerte, el tiempo, los viajes, la memoria, la historia familiar y la literatura, es también la obra que tenía casi 50 años guardando y que escribe ahora, dice, desde la vejez para repasar a sus amigos de juventud, su vida de diplomático, su ingreso a la literatura, su distancia con la paternidad y su enfermedad.
El narrador y diplomático nacido en Ciudad de México, en 1953, que es autor de El taller del tiempo, Expediente del atentado --Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2008-- y Autorretrato de familia con perro, Premio Xavier Villaurrutia 2014, asegura que este es un libro que desde la vejez hace un recuento de ciertos momentos decisivos y de ciertas amistades decisivas.
¿Se había llegado el momento de repasar su vida y la gente que lo rodeó?
Estoy en una edad en la que queda claro que uno ya tiene más pasado que futuro y que por más optimista que seas podrías vivir 10 o 15 años más porque ya viviste 60 y tantos años, entonces el peso del pasado es abrumador comparado con el peso que pueda tener el futuro tan incierto. Para mí fue un buen momento para hacer un recuento de la propia juventud, de lo que quise ser y hacer, las dos cosas: auto valorarse y valorar a la gente que uno conoció y ver hasta dónde llegó en esa ruta que en la juventud está llena de ilusiones y muchas de esas ilusiones no se cumplen, de ahí el título de Los que no.
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Aunque habla de otros siempre es su historia
Al narrador que es un escritor cuya biografía se parece bastante a la mía tampoco hay que creerle todo lo que dice. El narrador no deja de estar presente en todo momento y esto por la dificultad y los límites que se auto impone, no es un narrador omnisciente de estos que saben lo que sienten todos sus personajes ni mucho menos, es alguien que se limita sólo a contar aquello que él presenció directamente o aquello que le contaron los personajes. Este es un límite deliberado del narrador de esta novela y fue un límite que yo me puse para precisamente dar una idea parcial de los recuerdos que tenemos todos.
¿Estas historias estaban esperando el momento de ser contadas?
Por su propósito mismo y por el momento en que lo escribí este libro se convierte en una suma. Quien lea este libro podrá encontrar aquí todos los temas que me apasionan y me obsesionan y también todas las mañas literarias con las que soy capaz de evocar esos temas. Yo espero que no sea el último libro y tener tiempo para escribir más, pero si no fuera el caso, si me toca la mala suerte de no poder escribir otro libro, éste suma de manera muy clara aquello de que soy capaz como escritor y cómo ha influido mi vida para llegar a ser el escritor que soy.
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¿Un escritor maduro que mira sus inicios y explora formas narrativas?
¿Como dice el oncólogo de la última historia: esta es una oportunidad de curarse, y de contar?
La diferencia entre escribir un cuento y una novela es que en general el cuento viene junto y resuelto, es un esfuerzo muy intenso que en la novela toma años y en esos años le pasan a uno cosas que determinan que la novela pueda tomar un camino muy distinto del que uno había imaginado cuando la empezó. Es el caso de ésta, al final me vino una enfermedad que ni deseaba pero sobre todo no tenía prevista y por lo tanto no estaba incluida en el vaguísimo plan del libro y al final resultó tan determinante para todo el libro. Así no iba a acabar pero así acabó.
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¿En su vida también la literatura estuvo como un destino manifiesto?
Como intento mostrar en la novela, por más que uno sea muy bueno o le guste mucho hacer una cosa, generalmente es suficientemente dúctil y versátil para hacer esa cosa y otras más. Lo que uno va haciendo conforme avanza en la vida y en edad es eligiendo, esto fue lo que me ocurrió a mí y le ocurre al narrador de la novela: a los 40 años él toma la decisión de cambiar completamente de vida, dejar la diplomacia y dedicarse de lleno a la literatura. En mi caso me ocurrió a los 40 años, tomé esa decisión importante, ya pasaron muchísimos años y muchísimas cosas y muchos libros y no me arrepiento para nada.
¿Es un agnóstico, no le reclama nada a Dios?
Sería muy bueno que lo viera para decirle “¡Canalla!, ¿qué me estás haciendo?”, pero no, no es que siempre haya sido agnóstico, en la juventud fui ateo ateo, pero el agnosticismo es una forma de escepticismo. A veces no me ayuda, por supuesto a veces pienso que sería mejor creer, o la otra opción estar tan seguro de que no existe que entonces no hay posibilidad de a quién reclamarle nada. Yo navego en esta forma de escepticismo que es el agnosticismo, de momento no he encontrado razones para salir de ahí.
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¿En la novela tenía que estar la mujer de su vida: Tedi López Mills?
Tedi López Mills, claro. ¿Quién más iba a ser? Es rara la sensación de que sea personaje, a mí se me hace raro y a ella también, pero ni modo de borrarla, ella es un personaje que está en primerísimo lugar como lo tiene de hecho en mi vida real.