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Una idea conocida —que la danza Butoh surgió como una representación del sufrimiento de las víctimas de las bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945— no es certera, explica Sakiko Yokoo, directora de EKO Casa de Cultura Japonesa A. C., y traductora y editora del libro "Al desaparecer van naciendo. La poética Butoh de Natsu Nakajima", que se presenta el 24 de febrero, a las 13:00 horas, en el vestíbulo de la Casa Miguel Alemán del Centro Cultural Los Pinos.
La maestra Natsu Nakajima —continúa Yokoo— es una de las grandes divulgadoras del Butoh en México; sobreviviente de la primera generación de artistas de dicho género y única discípula de Tatsumi Hijikata y Kazuo Ono, dos grandes fundadores de la tradición.
Espartaco Martínez, autor del epílogo del libro, complementa que la maestra Natsu decía que la teoría de que el Butoh hace referencia al dolor de la posguerra fue planteada por un crítico estadounidense ”y ese estigma se quedó para siempre. Si bien, el Butoh es una propuesta que surge en medio de la revolución cultural de la década de 1960, es más profundo y espiritual; circunscribirse a las bombas es amarillista”, explica Martínez, quien también es actor.
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Yokoo cuenta que sus colegas de oficio le pidieron un ensayo sobre el Butoh en México para una especie de manual para principiantes, hecho crucial para que surgiera este libro: “Contacté a la maestra Nakajima y en 2021 fui a Japón y la vi en persona. Ella me entregó unos escritos, que en el libro aparecen con el título “Antes de olvidarlo todo...” y estaba apuntando sus memorias con sus maestros. Ella quiere difundir las enseñanzas originales del Butoh”.
Uno de los ejes del libro, retoma la palabra Martínez, es la espiritualidad femenina en la danza y algunos de estos textos tomaron un estatus de culto, hace unos 15 años, en la escena underground, no sólo de México, sino de América Latina: “Nos pareció importante que los textos tuvieran una traducción directa del japonés porque, como dice Saki, todas las lenguas tienen un orden moral (...) La danza y el teatro no están divididos en Oriente, pero aquí se le ha dicho danza Butoh y no es así. La maestra Natsu dice en el libro que el Butoh es teatro total. Como mexicanos, tenemos influencia de la cultura europea y es curioso cómo, desde la perspectiva europea, el arte ha sido un ejercicio que perdió el vínculo místico; además de que lo místico y lo espiritual se entienden de otra forma en Oriente”, detalla el exintegrante de la compañía Dairakudakan.
En la danza hay, explica, parámetros corporales específicos, sin embargo, a los artistas que no encajan con dichas estructuras, el “Butoh les ha significado un espacio”. La idea de que todos tenemos taras y particularidades sirve como punto de partida y permite que el bailarín joven y el viejo, no sean divididos en escena. “En el mundo de la danza, una bailarina de más de 30 años ya no vende, mientras que los grandes maestros del Butoh pueden tener 90 años”.
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Para cerrar la idea inicial Yokoo dice que el Butoh tiende a ser enmarcado como danza contemporánea japonesa de posguerra, pero en realidad tiene mucho del antiguo arte folclórico japonés. “Es un movimiento para excavar raíces de los japoneses”. La espiritualidad es otro punto importante, a través de conceptos como el silencio, el vacío, la pausa y el espacio, que en el Zen son vehículos de comunicación. “En un cuadro pintado con tinta china, se ve más espacio que dibujo; en cambio, en un óleo europeo, por lo común, no hay vacío. Los intérpretes, además, se vuelven más cercanos a un ser universal: quitar el ego es importante”, afirma la también coreógrafa, bailarina, narradora, promotora cultural y reverenda budista.
“El Butoh es un love affair con la tradición”, concluye Martínez. Las ganancias del libro, salvo la recuperación del costo de producción, serán donadas a la organización Médicos Sin Fronteras, que tiene una ventanilla especial de apoyo a Palestina.