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El encuentro de dos personas que intentan ir más allá de la lógica de un sistema que, “en ocasiones, pasa por encima de los individuos y las relaciones”, es el argumento con el que la dramaturga belga Céline Delbecq plantea en El niño salvaje la crítica profunda hacia las infancias invisibilizadas.
La pieza, traducida por Nadxeli Yrízar Carrillo y Humberto Pérez Mortera, critica —en palabras de la directora Marcela Castillo— la familia, primera institución que sostiene este sistema de creencias y abandona a los niños, así como la estructura de los paradigmas que sostienen una forma social de organización. “En ese sentido, es una obra muy dura porque no tiene concesiones a la hora de exponer su crítica; a la hora de presentar un personaje como el niño salvaje, que vivió una violencia sistemática en su familia”, explica Castillo.
Pero la trama de la obra representa algo más: los niños que son tratados como animales o que crecen en sótanos, alienados. Su lectura puede aplicarse a los menores migrantes, continúa la directora, o los que trabajan, ya no en la pobreza extrema y la explotación, sino en la televisión o el cine.
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La reflexión que El niño salvaje pone en la mesa es sobre una estructura social corrompida porque “las instituciones que deberían darle protección: los orfanatos, la policía y los médicos sólo objetualizan al niño salvaje y le revictimizan”.
Sin embargo, la empatía que una persona más, perdida en la masa anónima que sostiene dicho sistema de creencias, pero que es capaz de poner en tela de juicio lo que ve y decir: “No es normal que esto pase, no puedo no detenerme y dejar que esto suceda”, trastoca la forma en que el niño ve el mundo.
La obra se presentará del 15 de junio al 9 de julio en el Teatro El Granero, Xavier Rojas del Centro Cultural del Bosque, los jueves y viernes, a las 20:00 horas; sábados, 19:00 horas, y domingos, 18:00 horas.
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