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Una visión humanística que abrió paso a una revolución en la medicina mexicana, con la creación del Hospital General de México el 5 de febrero de 1905, fue algo que logró el Doctor Eduardo Licéaga , que a 100 años de su muerte es recordado por la defensa de los derechos humanos en el sector salud, haber sido honrado por Maximiliano debido a su labor y haber introducido la vacuna contra la rabia en el país.
En el cruce de Dr. Río de la Loza y avenida Chapultepec es donde autoridades honraron la memoria del médico originario de Guanajuato que ubicó a los pacientes en el centro de las políticas públicas y permitió que regularizó las obras de drenaje de los lagos y las tuberías de agua potable desde los manantiales de Xochimilco , detener la fiebre amarilla en el Golfo de México y erradicar la peste bubónica de Mazatlán, Sinaloa.
"Señores, no van a recibir un edificio nuevo, sino una institución que tendrán el deber no sólo de conservarla, sino de perfeccionarla; ella les proporcionará la ocasión de hacer el bien a sus semejantes, no sólo con el auxilio de la ciencia, sino con la dulzura de nuestras maneras, la compasión por sus sufrimientos y las palabras de consuelo de espíritu”.
Así cubrió EL UNIVERSAL la muerte de Eduardo Licéaga
Ayer a la diez de la noche y a la edad de ochente y tres años, tres meses, dejó de existir en su residencia de la calle de Nápoles número 37 el distinguido hombre de ciencia doctor don Eduardo Licéaga .
El mal que lo llevó al sepulcro fue un ataque ceberal ocasionado en parte por el agotamiento que le produjo el haber presidido el domingo próximo pasado por la mañana una ceremonia conmemorativa que se efectuó en el Conservatorio Libre de Música , y a cuyo festival fue invitado en atención a haber sido Secretario del antiguo Conservatorio Nacional de Música , que fue fundado en la época del Archiduque Maximiliano de Austria .
LOS GRANDES MÉRITOS DEL FINADO
El doctor Licéaga vino de muy corta edad a emprender sus primeros estudios, procedente de Guanajuato de donde era nativo.
Merced a su dedicación en los estudios primarios el Gobierno de entonces en aquella entidad, le concedió una beca.
Su afán por sobresalir entre sus compañeros de las aulas, por la aplicación, fue tal, que en poco tiempo ocupó los primeros puestos en las clases, pasando en poco tiempo a la Escuela Nacional de Medicina en la cual fue objeto repetidad veces de merecidos elogios por parte de sus profesores.
El Emperador Mexicano le otorgó en recompensa a sus afanes una medalla de oro, en un banquete ofrecido por el personal de ese plantel al mencionado estudiante que a partir de esa fecha recibió las borlas del doctorado.
También recibió por sus adelantos en la ciencia de Esculapio la condecoración de la Orden de Guadalupe , muy estimada por aquel entonces.
Fue posteriormente el fundador del plantel de estudios de esa Escuela, que rige hasta la fecha, y en cuya colaboración tomaron parte los distinguidos galenos Francisco Chacón y Lavista .
Por los años de 1878 a 1879 organizó el primer Congreso Sanitario que tanta resonancia tuvo en los círculos médicos de Europa. Por iniciativa suya, el año de 1891, se celebró el primer Congreso Médico y una extensa serie de convenciones de esa índole, durante varios años.
Representando a México asistió como delegado al gran Congreso Internacional de Berlín que se efectuó en octubre de 1890, así como el que se efectuó en 1896 en la entonces capital del Imperio Ruso. Fue fundador del Hospital de Niños y Maternidad a cuyas instituciones sostuvi con su peculio particular en los tiempos difíciles. Tomó participio directo en las convenciones sanitarias de Washington y San José de Costa Rica los años de 1907 y 1909.
Anteriormente, en 1882, reorganizó con muy buen éxito el Consejo Superior de Salubridad , cuya dirección ocupó a la muerte del doctor don Ildefonso Velasco.
A él se le deben los primeros trabajos encaminados a la desinfección de los lugares malsanos del puerto de Veracruz , y a la implantación en nuestro medio de las inyecciones antirrábicas , cuyo procedimiento y aplicación estudió detenidamente en la Capital de Francia al lado de verdaderas eminencias médicas, siendo él el que trajo la priemra vacuna para curar a las personas mordidas por canes atacados de rabia.
Más tarde dirigió con mucho empeño la campaña en contra de la peste bubónica que tantos y tan grandes estragos hizo entre los habitantes de Mazatlán, consiguiendo, por otra parte, contrarrestar los efectos de la fiebre amarilla que estaba tomando tanto incremento por aquella época. Fue el inventor del método para curar la tuberculosis en su primer período empleando como punto esencial el calomel.
Al regresar de la ceremonia habida, como decimos arriba, en el Conservatorio Libre de Música el domingo próximo pasado, el finado doctor Licéaga se sintió algo enfermo, pero tuvo alientos para departir por más de una hora con sus amigos íntimos entre ellos los doctores Jesús Monjaraz y Parra e Icaza. Cerca de las dos de la tarde, y viendo que su mal se agravaba, se metió en el lecho, habiendo recibido los primeros auxilios médicos del citado señor Monjaraz.
A las once y treinta de la noche quedó profundamente dormido y a las dos de la mañana del lunes se exacerbó su enfermedad, entrando en estado de coma desde esa hora, a las diez de la noche de ayer en que dejó de existir.
Rodeaban su lecho en la hora suprema las personas siguientes: J.F. Fernández de Jáuregui, su sobrino; doctor Monjaraz y señor Octaviano Licéaga y señora; señor Octaviano Licéaga jr., Manuel Fernández del Castillo y Mier, ingieniero Nicolás del Moral, hijo político del desaparecido.
El sepelio se efectuará mañana a las cuatro de la tarde en el Panteón Francés y el duelo se recibe en la casa número 37 de la mencionada calle de Nápoles.
nrv