En diciembre de 1964, luego de leer en el periódico el anuncio de una casa en renta a un costo de 2 mil 300 pesos, una vivienda moderna y con lujos para ese México de mediados de los 60, que contaba con garage, jardín, teléfono, buenos acabados y baños amplios, y que sobre todo tenía una magnífica ubicación en Cerrada de La Loma 19, en Lomas de San Ángel In, muy cerca de los estudios de cine de San Ángel, el escritor con su esposa, Mercedes, y sus dos hijos, Rodrigo y Gonzalo, se instaló y en poco tiempo la convirtió en “su cueva de la mafia” donde escribió Cien años de soledad, la novela que le cambió la vida.

En el inmueble que hoy es la Casa Estudio Cien años de Soledad de la Fundación para las Letras Mexicanas (donada por Laura Coudurier, hija de Luis, el dueño de la casa que aceptó que Gabo le pagara la renta cuando terminara la novela), fue donde Gabo halló los amarres con Macondo en México.

Durante casi tres años (García Márquez habitó la casa de diciembre de 1964 al verano de 1967), el célebre escritor tuvo varias epifanías, una de ellas fue la claridad para determinar que esta novela no sería la del dictador Aureliano Buendía, sino la del general Aureliano Buendía y que éste perdería la guerra. Otra fue “ver” el ascenso al cielo de Remedios “La Bella” en la imagen de la señora que ayudaba a Mercedes con los quehaceres envuelta por una sábana que tendía; pero sobre todo fue en esa casa donde sus vecinos, tres familias de militares: los Reynoso, los Pérez Zarzosa y los García, se convirtieron no en su pelotón de fusilamiento, sino en su pelotón de solidaridad, fueron ellos quienes ayudaron a la sobrevivencia de los García Márquez y con ello, a que Gabo terminara de escribir Cien años de soledad.

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La casa donde vivió García Márquez en México es hoy es la Casa Estudio Cien años de Soledad de la Fundación para las Letras Mexicanas. Foto: Gabriel Pano / EL UNIVERSAL
La casa donde vivió García Márquez en México es hoy es la Casa Estudio Cien años de Soledad de la Fundación para las Letras Mexicanas. Foto: Gabriel Pano / EL UNIVERSAL

Estos y otros tantos hallazgos han sido investigados y documentados por Álvaro Santana-Acuña, el profesor de sociología en el Whitman College y autor de Ascent to Glory: How One Hundred Years of Solitude Was Written and Became a Global Classic, quien durante dos meses fue residente de la Casa Estudio Cien años de Soledad y quien en un paseo guiado para EL UNIVERSAL revela algunas primicias que contendrá su libro Muchos años después: biografía de ‘Cien años de soledad’, que no es la versión en español de la gran biografía de Cien años de soledad que publicó en inglés en 2020, sino un nuevo libro.

Todos los hallazgos son fruto de un trabajo intenso de investigación consultando los periódicos y revistas de la época en la Hemeroteca Nacional de México, pero también de trabajo de campo, entrevistas en el barrio de San Ángel Inn, conversaciones con los hijos de Gabo y con los descendientes de las tres familias que arroparon a los García Márquez.

“Comienzo la historia no con lo tradicional cuando se habla de Cien años de soledad, que es con el principio: ‘Iba rumbo a Acapulco y se encontró una vaca y entonces tuvo una epifanía y se dio la media vuelta y empezó a escribir la novela sin parar’, o por el final, cuando va a Correos a enviar la novela, pero les falta el dinero y tiene que enviar sólo una parte. Yo decidí: ‘Voy a romper la narrativa, voy a empezar describiendo un día cualquiera en la vida de la novela. Entonces comienzo con Mercedes cruzando la calle para pedir dinero o algo a la vecina y la vecina le dice al final: ‘¿y bueno, Gabo ya terminó el libro?’, que es la misma pregunta que le hacía el carnicero, el verdulero, el panadero”, afirma Santana-Acuña, quien asegura que tras esa introducción donde habla de ese pelotón de solidaridad que los García Márquez tuvieron frente a ellos los años que vivieron en la casa, entonces sí habla de Gabo, de la cueva, del cenicero lleno de colillas y de la proeza de dejar todo, incluso el trabajo, para dedicarse en cuerpo y alma a la novela.

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Gabriel García Márquez llegó en 1964 con su familia a una vivienda moderna y con ciertas comodidades en San Ángel Inn, que luego convertiría en “su cueva de la mafia”, pues ahí fraguó su obra maestra.  Foto: Gabriel Pano / EL UNIVERSAL
Gabriel García Márquez llegó en 1964 con su familia a una vivienda moderna y con ciertas comodidades en San Ángel Inn, que luego convertiría en “su cueva de la mafia”, pues ahí fraguó su obra maestra. Foto: Gabriel Pano / EL UNIVERSAL

La investigación, testimonios, recorridos y datos sobre la vida de Gabo rumbo a la escritura de su novela más emblemática, visitas a las otras casas que habitó el escritor a su llegada a México, en la Anzures, en la Florida y cerca de Churubusco, y por supuesto la escritura casi completa de este capítulo de su nuevo libro, ha sido posible gracias a la beca de la Fundación para las Letras Mexicanas. “Estoy contento porque estoy escribiendo el libro que a mí también me gustaría poder haber leído. Cuando lo terminé en inglés sentía como que todavía había más cosas que descubrir. Y efectivamente, fue así, no estaba equivocado. Porque también hay una historia muy bonita que contar detrás de la escritura de la novela, el propio Gabo la contó, con sus añadidos y con un poco más de drama”.

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El doctor en sociología por Harvard, que fue comisario de la exposición Gabriel García Márquez: la creación de un escritor global, organizada por el Harry Ransom Center y exhibida en el Museo de Arte Moderno en 2022, recorre el inmueble que Gabo describió en una carta a un amigo colombiano como “una casa con todas las comodidades de la vida burguesa”.

“Gabo llegó aquí a finales de 1964 y se marchó a Barcelona en el verano del 67, vivió casi tres años y se fue con Cien años de soledad terminada; fue la casa en la que más tiempo vivió en Ciudad de México y puedes ver cómo él va acercándose a los estudios de cine y cómo va subiendo profesional y económicamente”, afirma Santana-Acuña, quien desmitifica otros mitos creados por el propio Nobel.

Apunta otro hallazgo que estaba en el aire. En una entrevista con Elena Poniatwoska, García Márquez le cuenta que había hecho una lectura en voz alta de fragmentos de Cien años soledad; “fue algo que los biógrafos lo dejaron así, pero no lo investigaron más, y yo que me he dado a cuestionar un poco a Gabo, a plantear ¿qué es exactamente lo que dice aquí?, ¿qué es correcto y qué es lo que es un poco inventado?, investigué y en realidad él hablaba de una cosa que se llamaba el Opic, que fue una especie de oficina diplomática y cultural que llevaba el poeta Abigael Bohórquez, quien le propuso hacer una lectura en voz alta y efectivamente encontré el anuncio en el periódico, la fecha en la que él hizo la lectura, junio de 1966, y es muy particular porque lo llaman Gabriel García y decían que iba a leer ‘lo más reciente de su producción’”.

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Santana-Acuña siguió toda la ruta de sus amigos en México: la casa de Carlos Fuentes, en la calle de Galeana, donde se daba cita “la mafia”; la casa de Emmanuel Carballo en Copilco, las casas de Álvaro Mutis y los García Elío; los comercios de la calle Salvatierra, donde Mercedes pidió fiada carne a don Felipe, pedía a cuenta frutas y verduras en la tienda La Pasadita, las fiestas y baby showers de sus vecinos militares, los paseos por San Ángel Inn, los tiempos que se sentaba a leer y a fumar en la banqueta frente a la casa de Cerrada de La Loma, los relatos del barrio, así como el México de los 60 con sus crisis económicas y carencias de leche y carne. Todo un tiempo mexicano recuperado alrededor de la escritura de Cien años de soledad.

Álvaro Santana-Acuña pensó que sólo traduciría al español su Ascent to Glory..., pero en realidad escribe otro libro que documenta el drama cotidiano en medio del cual Gabo escribió su gran obra. “Tenemos que imaginarnos cómo era el barrio en aquella época, un poco como un Macondo en construcción. Había pocas casas construidas, había vacas pastando, pero estaba cerca de los estudios de cine, que antes del 65 era el gran sueño de Gabo, así como la publicidad”, dice Santana-Acuña, quien asegura que a finales de 1964 se comienza ya a hablar de algo que está sucediendo en la literatura latinoamericana y en 1965 Gabo, quien traía unas 200 cuartillas de la supuesta novela del dictador, tiene la epifanía y comienza a escribir Cien años de soledad.

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