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El Museo Americano de Historia Natural , uno de los más visitados de Nueva York , presentó este jueves, 5 de mayo, su renovada Ala de la Costa del Noroeste, con una rica colección de arte y objetos cotidianos con la que pretenden dignificar la herencia nativa americana.
En la galería de casi mil metros cuadrados que abrirá al público el 13 de mayo, la pieza maestra es una enorme canoa de 19 metros de largo suspendida del techo, pero es imponente también la numerosa colección de columnas de madera de hasta 5 metros de altura que representan figuras humanas o animales en actitud protector o amenazante, según el caso.
Foto: EFE/Javier Otazu
Utensilios de pesca y de comida, armas, ropa, adornos y sobre todo una gran cantidad de máscaras componen esta colección de mil objetos de los pueblos costeros que siguen viviendo a lo largo del Pacífico, en Alaska, Canadá y el estado de Washington, entre los que se incluyen los Salish, Gitxsan, Haida, Haíłzaqv, Kwakwa̲ka̲’wakw, Nisǥa’a, Nuu-chah-nulth, Nuxalk, Tlingit y Tsimshian.
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La novedad de esta exposición ha sido que el hecho de que cuenta con la asesoría de cuarenta nativos de distintos pueblos, quienes orientaron al museo para dar la vuelta "a una experiencia no siempre feliz de arte indígena en los museos", como explicó en la presentación Morgan Guerin, de la nación Musqueam.
"Esta es nuestra historia, no la de los 'descubrimientos' de otros, porque por fin hemos podido aportar nuestra perspectiva indígena", explicó Guerin, tras recordar cómo su abuelo se indignaba viendo el modo en que la cultura de los nativos americanos eran expuestos en los museos de todo el mundo.
La muestra no pasa por alto los casos de racismo y colonialismo, sino que explica en varios paneles algunos de los casos más emblemáticos, como las tristemente famosas "escuelas indígenas" de Canadá, donde el propósito no era otro que asimilar a los nativos a la cultura blanca, prohibiendo sus costumbres y el uso de sus lenguas.
Daniel Boxley, de la nación Tsimshian, explicó cómo su familia fue forzada a convertirse al cristianismo y a desplazarse a Alaska, y hoy se emocionó al ver escrita en el museo "la lengua que tratamos de salvar desesperadamente".
Según el curador principal de la muestra, Peter Whiteley, la colección incorpora la perspectiva indígena porque agrupa los objetos por culturas y no por "funciones" como hace el resto de museos del mundo con colecciones parecidas, para que el relato signifique "Esto es lo que somos y lo que hacemos".
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La incorporación de indígenas a la confección misma de la colección expresa de manera clara el intento de los museos norteamericanos por redefinir sus propias colecciones, aquejadas de una visión donde ha primado siempre el punto de vista del hombre blanco cristiano, relegando los de las mujeres, los negros o los nativos, por no mencionar otras naciones.
El propio Museo de Historia Natural ha tratado de eliminar uno de sus símbolos más sangrantes, como fue la retirada el pasado enero —por la noche y sin la menor publicidad— de la estatua de Theodore Roosevelt, donde aparecía a caballo flanqueado por un negro desnudo y un anónimo jefe indio ataviado con su corona de plumas.
"Cuando esta ala se creó en el año 1899, evidentemente ningún indígena estuvo presente en la inauguración", reconoció Whiteley, mientras que hoy había una decena larga de líderes indígenas, muchos ataviados con ropa, túnicas o collares de sus pueblos, que no solo fueron invitados como figurantes, sino que expresaron de forma emotiva, con discursos y con canciones, su orgullo por estar ahí y verse reconocidos en este lugar.