Agradecido y generoso, el arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma dijo que el Premio Princesa de Asturias también es un reconocimiento para las instituciones que lo formaron. Él ya le ha retribuido al país la formación que el Estado le dio con una vasta generación de conocimiento que perdurará cuando ya nadie se acuerde de funcionarios que van y vienen, unos de traje sastre, saco y corbata, otros en guayaberas y huipiles. Todos son iguales bajo la facha. Y justo cuando ha llegado ese reconocimiento a Matos Moctezuma y a la arqueología mexicana, el país también se entera de que, sometido a la llamada austeridad republicana, el Instituto Nacional de Antropología e Historia ha puesto al límite de la resistencia a su comunidad de arqueólogos, mal pagados y maltratados. No son los únicos, prácticamente toda la comunidad del INAH, desde estudiantes hasta investigadores pasando por docentes y trabajadores de todo tipo, han sido afectados por recortes al presupuesto. Sin embargo, los arqueólogos especializados en salvamento han tenido el valor de denunciar con nombres y apellidos, aun cuando saben que pueden ser sujetos de represalias: ya no te doy chamba y a ver cómo le haces. Esperemos que algo tan grave no ocurra, pero estaremos pendientes... Ellos no piden nada descabellado, sólo salarios justos y seguridad laboral.
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Qué contrastes: del extranjero ha llegado un valioso reconocimiento a la arqueología mexicana, mientras que en México el gobierno en turno no ha sido capaz ni de garantizar a los arqueólogos el pago de sus quincenas.
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