En 30 años, el ha dejado muchas raíces e inspiraciones en muchas partes del territorio mexicano y de Europa, asegura la socióloga feminista Sylvia Marcos, quien desde diciembre de 1993 que llegó a sus manos un boletín informativo que contenía la Ley Revolucionaria de Mujeres Zapatistas, ha acompañado y estudiado, desde el feminismo, las acciones del (EZLN).

Para la autora del libro Una poética de la insurgencia zapatista, que recién comienza a circular bajo el sello de Akal, el zapatismo ha enseñado una manera de percibir el liderazgo del zapatismo, en donde se recupera lo femenino a la misma altura de autoridad que los varones. Era el subcomandante Marcos, pero él iba siempre detrás de la comandanta Ramona.

En esta antología la profesora e investigadora reúne textos en los que analiza cómo las mujeres han desempeñado un papel protagonista desde el principio de la irrupción pública del zapatismo, reivindicando sus derechos desde sus propias comunidades, al mismo tiempo que ocupaban un papel activo en la organización política y social del movimiento. Ofrece un panorama donde reconoce la labor de mujeres zapatistas como la comandanta Ramona, la comandanta Miriam, la comandanta Esther y la comandanta Hortensia, entre muchas otras.

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“Desde el inicio era un distanciamiento con las guerrillas convencionales de Centroamérica, que eran todas guerrillas marxistas, y, sin embargo, el zapatismo trajo otra nueva forma de lucha por la justicia social, y para mí esa es la gran clave, porque de alguna manera se nutrió y sigue nutriéndose hasta el presente, de las raíces epistemológicas del pensamiento mesoamericano; de allí sacaron la inspiración para la colectividad, para la horizontalidad. Las guerrillas previas eran organizadas jerárquicamente, eran patriarcales y androcéntricas”.

Desde esa convicción de que la poética de la insurgencia zapatista nace de un acercamiento con los mundos mesoamericanos, Marcos plantea su análisis a partir de lo descolonial, la lucha por la “justicia epistémica” y ese “otro feminismo” que representan las mujeres zapatistas en un movimiento con estructura horizontal e igual participación de hombres y mujeres.

“Son otras mujeres y son otros poderes que tienen en su relación con los varones. Han pasado 30 años y esto ha cambiado gradualmente. La meta no ha cambiado, pero el proceso ha sido altas y bajas, pero como ellas mismas dicen ‘Falta lo que falta’”, asegura Sylvia Marcos. Ella asegura que al estudiar históricamente el proceso zapatista, no confirma que los zapatistas se fundamentaron o se inspiraron en esos espacios de poder de las mujeres de los pueblos de Mesoamérica para crear un nuevo movimiento político lleno de comandantas zapatistas.

“El zapatismo siempre ha dicho: “’no hagan como nosotros, no repitan lo que hacemos nosotros, ustedes vean en su contexto, qué es lo que hay que hacer”. Sin embargo, hay una cosa que sí permea para todos lados, es el hecho de que las mujeres juegan un papel preponderante como comandantas, como autoridades, y cada vez que inspira el zapatismo a otras luchas indígenas: los triquis en Oaxaca, los compañeros mapuches en Sudamérica o a pueblos indígenas de muchas partes del mundo, el principal aporte que ha dado el zapatismo es el lugar que juegan las mujeres adentro del movimiento. Es un papel es un papel preponderante, es un papel de autoridad, de comandantas”, apunta Marcos.

Sylvia Marcos estudia los movimientos indígenas de América. Foto: AKAL
Sylvia Marcos estudia los movimientos indígenas de América. Foto: AKAL

La integrante y fundadora del seminario permanente de Antropología y Género del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM asegura que esa es parte vital del legado zapatista. Piden que no se reproduzca tal cual su movimiento y la prevalencia del importante papel de la mujer. “Cuando estuve cerca de las guerrillas en El Salvador o en Nicaragua o en Honduras, recuerdo que había un implícito de volver a reproducir la jerarquía de la guerrilla como se vivía en esos países hacia afuera, era como un modelo; el zapatismo dice: ‘no somos modelo, no hagan lo que hacemos nosotros, ustedes vean en su lugar qué tienen que hacer’, pero el único lado donde se nota la pervivencia de la influencia zapatista es en el papel que juegan las mujeres”.

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Ella siendo feminista desde hace cerca de 50 años no había visto lo que ha hecho el EZLN desde su origen, “fue un viento nuevo ver cómo esta lucha política, social e indígena emergía con las mujeres al centro, eso para mí rompió barreras”.

Y ahí es donde aparece el puente con Mesoamérica con el papel relevante que ocupaban las mujeres, “en esos pueblos vemos como las mujeres compartían el poder. Sylvia Marcos asegura que lo que hizo el zapatismo fue recuperar esa presencia”. Tras estudiar por tres décadas el movimiento zapatista desde su feminismo, parte en su análisis de la certeza de que hay un tiempo circular entre el pasado y el presente y una permanente referencia, esta “mutua referencia”, como la llamaba Walter Benjamín en lo poético, del pasado en el presente, eso hace que el zapatismo, y los fundadores de esta nueva propuesta política de justicia social, hayan logrado escuchar, como decía el subcomandante Marcos, los cuentos del Viejo Antonio, es decir, la recuperación de las formas ancestrales y justo en las formas ancestrales ya había mujeres importantes.

Sobre todo en un estado como Chiapas donde las mujeres eran explotadas y violentadas con el derecho de pernada que estaba vivo hasta hace muy pocos años.

“El camino que han hecho estas mujeres zapatistas, es un camino 50 o 100 veces más grande, que el que tenemos que hacer nosotras. Pero además por el contexto sociopolítico donde ellas se mueven, por los valores del zapatismo, de la filosofía política zapatista había que abrirles todos los espacios con rapidez. Ellas han estado entrenando a otras mujeres desde el primer momento, desde hace 30 años, las entrenan para que puedan ser comandantas, milicianas, para que ocupen todas las autoridades internas del zapatismo, por eso han llegado a un estilo de gobernar horizontal.

“Las feministas urbanas no hemos aprendido esto, incluso para algunas feministas urbanas las mujeres indígenas son pobres, son atrasadas, son ignorantes, se dejan explotar, etcétera, hay muchas evaluaciones inconscientes del feminismo urbano que cree que las mujeres indígenas son menos fuertes y menos capaces, más atrasadas y más ignorantes; desafortunadamente eso es lo que yo critico de nuestro feminismo, que aunque no nos demos cuenta, conscientemente tenemos esa evaluación de nuestra clase social y nos sentimos superiores, pensamos que hay que irles a enseñar a las mujeres indígenas, en realidad hay que ir a aprender de ellas, hay que ir a aprender de las zapatistas, de cómo irrumpen completamente al lado de los hombres.

“Lo interesante para aprender nosotras como feministas es que no es necesario pelearse con los hombres, antagonizar con los hombres, hay que ver cómo se crea un sistema político, social, económico justo que tenga hombres y mujeres, claro que para eso hay que cambiar el sistema capitalista.

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