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“Esta noche honramos a Luis Barragán , de México. Él ha sido llamado el poeta de los arquitectos, el artista de los arquitectos”, dijo Carleton Smith, secretario del jurado del Premio Pritzker , durante la ceremonia de premiación.
En su discurso, Smith señaló que cuando le comunicó por teléfono a Barragán que había ganado el premio estaba tan emocionado que su voz se entrecortó cuando le dijo que no podía ni hablar.
Barragán ha sido el único mexicano en recibir este galardón. En aquella ocasión el arquitecto recurrió al historiador Edmundo O’Gorman para leer su discurso en inglés porque él no dominaba el idioma.
Recientemente, la Barragan Foundation inauguró su nuevo sitio web, donde se reúnen sus trabajos y archivos que incluye planos, colección de los negativos de las fotografías relacionadas a sus obras tomadas por Armando Salas Portugal , documentos donados, reproducciones de fuentes documentales relacionadas a él. Así como la presentación de proyectos poco conocidos, como el jardín y los accesos del conjunto habitacional Cobre de México, en la alcaldía Azcapotzalco.
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Foto: Hemeroteca El Universal
El premio Pritzker fue otorgado al arquitecto mexicano Luis Barragán
4 de junio de 1980
WASHINGTON, 3 de junio (UPI) -- El arquitecto mexicano Luis Barragán recibió hoy uno de los más importantes galardones internacionales, el Premio Pritzker de arquitectura 1980, en una ceremonia destinada a honrar su obra y su dedicación a ese antiguo arte.
Al término de un banquete ofrecido en Dumbarton Oaks, de Washington, el presidente de la Fundación Hyatt, Jay A. Pritzker , entregó a Barragán una réplica en bronce de una escultura de Henry Moore inspirada en el tema arquitectónico, que acompaña al premio de 100,000 dólares del galardón.
La escultura fue concebida especialmente por Moore para este premio internacional, creado por la fundación como un equivalente al Premio Nobel en el campo de la arquitectura.
La presentación de la distinción fue hecha por el presidente de la International Awards Foundation, Carleton Smith, quien actuó como secretario del jurado internacional que discernió el premio.
“Barragán ha creado jardines donde el hombre puede conciliarse consigo mismo, y capillas donde sus pasiones y deseos pueden ser perdonados y donde puede proclamar su fe”, dijo Smith en el texto preparado para la oportunidad. “El jardín es el símbolo del principio, la capilla el del final. Para Luis Barragán, la arquitectura es la forma que el hombre da a su vida entre ambos extremos”.
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Foto: AP vía INBA, archivo
Barragán, que tiene 78 años y debe usar silla de ruedas debido a su antigua dolencia del mal de Parkinson, se lamentó al agradecer el premio que “en proporción alarmante han desaparecido en las publicaciones dedicadas a la arquitectura las palabras belleza, inspiración, magia, sortilegio, encantamiento, y también las de serenidad, silencio, intimidad y asombro”. Pero añadió, “todas ellas han encontrado amorosa acogida en mi alma”.
“En mi trabajo subyacen los recuerdos del rancho de mi padre donde pasé años de niñez y adolescencia, y en mi obra siempre alienta el intento de transponer al mundo contemporáneo la magia de esas lejanas añoranzas tan colmadas de nostalgia”, puntualizó.
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Entre los asistentes a la ceremonia se contaron el embajador de México en los Estados Unidos, Hugo B. Margain, quien horas antes había agasajado al arquitecto con un almuerzo, y los miembros del jurado que discernió el premio, incluyendo al director de la Galería Nacional de Arte de Washington, J. Carter Brwon, el autor británico Lord Clark de Saltwood, y los arquitectos Arata Isozaki, Philip Johnson y Cesar Pelli, que es también decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Yale, así como el empresario J. Irving Miller.
Las obras de Barragán han sido descritas como una búsqueda para expresar un concierto espíritu de serenidad, una sensación de calidez, reposo y dignidad, que se manifiesta en formas básicas y simples.
Foto: Archivo
En un reciente editorial comentado al otorgamiento del premio a Barragán, el diario The Washington Post expresó la esperanza de que la inspiración del arquitecto mexicano pudiera expresarse algún día en los Estados Unidos, donde es virtualmente desconocido. En efecto, y en contraste con el reconocimiento de sus trabajos en otros países, su obra sólo fue tema de una pequeña exhibición en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1976.
El discurso íntegro de Luis Barragán que dio cuando ganó el Premio Pritzker
Por la gentileza con la que se me ha recibido y por su amable presencia en este acto tan significativo para mí, quisiera poder expresar con palabras adecuadas la gratitud que siento por haber sido elegido para recibir este honroso premio instituido por la familia Pritzker. Lamentablemente no conozco el idioma inglés lo suficiente para poder transmitir con claridad el discurso que he preparado para ustedes. Mi querido amigo Edmundo O’Gorman me hará el favor de leerlo. Muchas gracias.
Aprovecho la oportunidad para expresar mi admiración a los Estados Unidos de América, patronos generosos de las artes y las ciencias, que -como en muchas instancias- ha trascendido sus fronteras geopolíticas y sus intereses nacionales puros para conferir esta gran distinción a un hijo de México, reconociendo así la universalidad de los valores culturales, en particular, los de mi país.
Pero como nadie se debe sólo a su esfuerzo individual, sería desagradecido no recordar a todos aquellos que a través de mi vida han contribuido a mi trabajo con sus talentos, asistentencia y aliento: compañeros arquitectos, fotógrafos, escritores, periodistas, así como amigos personales que me han honrado con su interés activo en mi trabajo.
Foto: Archivo El Universal
Tomo esta ocasión para presentar algunas impresiones que, en conjunto, resumen la ideología detrás de mi trabajo. Respecto a esto, el señor Jay A. Pritzker anticipó en un anuncio a la prensa lo que considero esencial para esa ideología: que se me había concedido el Premio por dedicarme de forma devota a la arquitectura “como un acto sublime de la imaginación poética”. Consecuentemente, sólo soy un símbolo de todo aquel que ha sido tocado por la Belleza.
Es alarmante que en publicaciones devotas a la arquitectura han desvanecido de sus páginas las palabras Belleza, Inspiración, Magia, Sortilegio, Encanto, así como conceptos de Serenidad, Silencio, Intimidad y Asombro. Todas estas palabras han encontrado un lugar en mi alma y, aunque estoy consciente de que en mi trabajo no les hago justicia por completo, nunca han dejado de ser mis guías.
Religión y Mito. Es imposible comprender el Arte y la gloria de su historia sin la espiritualidad religiosa y sin el trasfondo mítico que nos lleva a la misma razón de ser del fenómeno artístico. Sin uno ni otro, no habrían pirámides egipcias ni las de México. ¿Acaso los templos griegos o las catedrales góticas existirían? ¿Acaso las maravillas del Renacimiento y el Barroco habrían surgido?
Y en otros campos, ¿existirían los bailes rituales de las llamadas culturas primitivas? ¿Seríamos herederos de un tesoro artístico de la sensibilidad popular inagotable a nivel mundial? Sin el deseo de Dios, nuestro planeta sería una lastimosa tierra de desperdicio de fealdad. “En el arte de todos los tiempos y de todos los pueblos impera la lógica irracional del mito”, me dijo un día mi amigo Edmundo O’Gorman , y con o sin su permiso me he apropiado de sus palabras.
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Belleza. La invencible dificultad que los filósofos tienen en definir el significado de esta palabra es una prueba inequívoca de su misterio inefable. La Belleza habla como un oráculo, y desde que el hombre ha escuchado su mensaje en una infinita cantidad de formas: puede ser usada en tatuajes, en la elección de un collar de conchas con el que la novia enaltece su promesa a su enamorado, o, insisto, en la aparente ornamentación superflua de las herramientas del día a día y utensilios domésticos, sin mencionar los templos y palacios e incluso, en nuestros días, de los productos industrializados de la tecnología moderna. La vida humana privada de belleza no merece ser llamada así.
Silencio. En los jardines y casas diseñados por mí, siempre he procurado un plácido murmullo de silencio, y en mis fuentes el silencio canta.
Soledad. Sólo en comunión íntima con la soledad el hombre puede hallarse a sí mismo. La soledad es una gran compañera y mi arquitectura no es para aquellos que le teman.
Serenidad. La serenidad es el gran y verdadero antídoto contra la angustia y el miedo, más que nunca, la obligación de la arquitectura es que sea una invitada permanente en el hogar, no importa cuan suntuoso o humilde este sea. A través de mi trabajo siempre he tratado de lograr la serenidad, pero uno debe estar atento a no destruirla con el uso indiscriminado de una paleta de colores.
Alegría. ¿Cómo uno puede olvidar la alegría? Creo que una obra de arte logra la perfección cuando mezcla silencio, alegría y serenidad.
Foto: Archivo
La muerte. La certeza de la muerte es la primavera de la acción y por lo tanto de la vida, y en el elemento religioso implícito en una obra de arte, la vida triunfa sobre la muerte.
Jardines. En la creación del jardín, el arquitecto invita a colaborar con el Reino de la Naturaleza. En un jardín bello, la presencia de la Naturaleza es permanente, pero la Naturaleza reducida a proporción humana y puesta al servicio del hombre, y es el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo.
Ferdinand Bac nos enseñó que “el alma de los jardines alberga la mayor suma de serenidad de que puede disponer el hombre”. Y es a Bac a quien le debo mi anhelo de crear el jardín perfecto. Él decía con respecto a sus jardines Les Colombiers : “En este pequeño dominio no he hecho otra cosa que unirme a la solidaridad milenaria que la que todos estamos sujetos, que no es sino la ambición de expresar con la materia un sentimiento común a muchos hombres en búsqueda de un vínculo con la naturaleza al crear un lugar de reposo, de placer apacible”. Ya se ve que es condición de un jardín aunar lo poético y lo misterioso con la serenidad de la alegría. No hay mejor expresión de la vulgaridad que un jardín vulgar.
En el sur de la Ciudad de México yace una vasta extensión de roca volcánica, árida, abrumado por la belleza de este paisaje, decidí una serie de jardines que humanizaran, sin destruir su magia. Paseando entre las grietas de lava protegido por la sombra de imponentes murallas de roca viva, repentinamente descubrí, para mi sorpresa, pequeños secretos valles verdes rodeados y limitados por las más caprichosas, hermosas y fantásticas formaciones de piedra que había esculpido en la roca derretida el soplo de vendavales prehistóricos. El inesperado hallazgo de estas “joyas” me dio una sensación similar a la de la experiencia de cuando caminé por el oscuro túnel de Alhambra, donde repentinamente me salí a un sereno, silencioso y solitario “Patio de los Arrayanes”, escondido entre este palacio antiguo. De alguna forma tenía el sentimiento de que representaba lo que es un jardín perfecto, sin importar el tamaño: nada menos que todo el Universo.
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Esta epifanía memorable ha estado siempre conmigo y no es por mera coincidencia que desde el primer jardín que cree, el resto han sido intentos de capturar el exo de la lección inmersiva de estética que dieron los moros españoles.
Fuentes. Una fuente nos trae paz, alegría y apacible sensualidad alcanza la perfección de su razón de ser cuando por el hechizo de su embrujo, nos transporta, por decirlo así, fuera de este mundo. En la vigilia y en el sueño me ha acompañado a lo largo de mi vida el dulce recuerdo de fuentes maravillosas; las que marcaron para siempre mi niñez: los derramaderos de aguas sobrantes de las presas; los aljibes de las haciendas; los brocales de los pozos en los patios conventuales; las acequias por donde corre largamente el agua; los pequeños manantiales que reflejan las copas de los árboles milenarios; y los viejos acueductos que desde lejanos horizontes traen presurosos el agua a las haciendas con el estruendo de una catarata.
Foto: Archivo El Universal
Arquitectura. Mi obra es autobiográfica, como tan certeramente lo señaló Emilio Ambasz en el texto del libro que publicó sobre mi arquitectura el Museo de Arte Moderno de Nueva York. En mi trabajo subyacen los recuerdos del rancho de mi padre donde pasé años de niñez y adolescencia, y en mi obra siempre alienta intento de transponer al mundo contemporáneo la magia de esas lejanas añoranzas tan colmadas de nostalgia. Han sido para mí motivo de permanente inspiración las lecciones que encierra la arquitectura popular de la provincia mexicana: sus paredes blanqueadas con cal; la tranquilidad de sus patios y huertas; el colorido de sus calles y el humilde señorío de sus plazas rodeadas de sombreados portales. Y como existe un profundo vínculo entre esas enseñanzas y las de los pueblos del norte de África y de Marruecos, también éstos han marcado con su sello mis trabajos.
Católico que soy, he visitado con reverencia y con frecuencia los monumentales conventos que heredamos de la cultura y religiosidad de nuestros abuelos, los hombres de la colonia, y nunca ha dejado de conmoverme el sentimiento de bienestar y paz que se apodera de mi espíritu al recorrer aquellos hoy deshabitados claustros, celdas y solitarios patios. Cómo quisiera que se reconociera en algunas de mis obras la huella de esas experiencias, como traté de hacerlo en la capilla de las monjas capuchinas sacramentarias en Tlalpan, ciudad de México.
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El arte de ver. Es esencial para un arquitecto saber como ver: Me refiero a ver de una forma que la visión no se sobreponga al análisis racional. Respecto a esto, tomaré esta oportunidad para homenajear a un querido amigo que, a través de su infalible gusto estético, nos enseñó la dificultad del arte de ver con inocencia. Me refieron al pintor mexicano Jesús (Chucho) Reyes Ferreira , con sus sabias enseñanzas por las que, declaro públicamente, estoy en deuda.
Y quizás no esté de más citar a otro gran amigo mío y de las Artes, al poeta Carlos Pellicer : "por la vista el bien y el mal nos llegan. Ojos que nada ven, almas que nada esperan".
Nostalgia. La nostalgia es la conciencia poética de nuestro pasado y, como el pasado del artista es fuente de su potencial creativo, el arquitecto debe escuchar y poner atención a sus revelaciones nostálgicas.
Mi socio y amigo, el joven arquitecto Raúl Ferrera , así como nuestro pequeño equipo, comparten conmigo la ideología que trato de presentar. Hemos trabajado, y esperamos que continuemos trabajando, inspirados por la fe de que la verdad estética de esas ideas contribuirá de alguna forma a la dignificación de la existencia humana.
fjb