Cuatro narradores y una filósofa: Thomas Bernhard, Imre Kertész, W. G. Sebald, Ernst Jünger y Simone Weil, que conforman un conjunto de cinco visiones sobre un siglo, cinco voces y cinco soledades exploradas desde temas como la existencia y la escritura, el desarraigo y la soledad del mundo en el siglo XX, son leídas y revisadas por el editor y ensayista (Oaxaca, 1989) en su libro “ ”, publicado por la editorial Zopilote Rey.

El desarraigo y la búsqueda de la belleza en cinco escritores peculiares del siglo XX
El desarraigo y la búsqueda de la belleza en cinco escritores peculiares del siglo XX

Foto: Zopilote Rey

En el que reúne cinco ensayos, uno por cada autor con prólogo de David Miklos, edición de Karina Sosa y Guillermo Núñez Jáuregui, e ilustrado por el artista visual, Jesús Martínez, es una obra que pone en comunión a estos cinco autores a partir de dos temas: el desarraigo y la búsqueda de la belleza, desde una celebración a su obra y una revisita a su vida marcada por el tiempo que les tocó vivir.

“Hay un eje temporal que son cien años y hay un eje temático que es la relación que tienen los creadores con la destrucción, el caos, con esta relación negativa que hay en la sociedad en crisis, y cómo en esa dinámica fueron buscando belleza y una verdad a la cual asirse en un momento muy caótico, destructivo y de incertidumbre”, asegura Guillermo Santos en entrevista.

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El editor y ensayista que fue bibliotecario del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, donde descubrió a estos cinco autores, asegura que Bernhard, Kertész, Sebald, Jünger y Weil inventaron un mundo con las herramientas que tuvieron a mano y construyeron una idea del mundo muy específica, “son escritores que tienen, como diría Susan Sontag, estilos radicales y son personas que no podían no hacer otra cosa; son gente muy obsesivas y que no tenían otra alternativa más que la escritura y eso es fascinante”.

Cada uno de ellos tenían realmente una vocación por la escritura, agrega Santos, y aunque fue escribiendo un ensayo para cada uno, no pensaba que estarían juntos; en realidad, lo que perseguía era hacer una combinación entre perfil y ensayo determinado por lo histórico y la estética de la destrucción y la posibilidad de encontrar una verdad o una belleza en un mundo caótico.

“Cada escritor tiene una manera de enunciar el tiempo, Sontag decía que un escritor representa su tiempo y al mismo tiempo se opone a él. Es exactamente lo mismo con estos autores que representan un tiempo, pero al mismo tiempo sus reflexiones dan paso a creer que el tiempo es una ilusión, sobre todo la ilusión moderna de las utopías políticas que no funcionaron como debieran ser, la idea de la democracia que no fue muy justa y que los proyectos sociales y políticos desembocan en una locura; eso me parece muy interesante, que cada quien pueda, a través del lenguaje o de las herramientas que tiene, construir el mundo que quiere aunque sea un mundo imaginado”, afirma Santos.

El desarraigo y la búsqueda de la belleza en cinco escritores peculiares del siglo XX
El desarraigo y la búsqueda de la belleza en cinco escritores peculiares del siglo XX

Foto: Zopilote Rey

El editor de Zopilote Rey, asegura en este libro que forma parte de la colección Rinoceronte blanco, dirigida por Karina Sosa, que estos escritores están desencantados de su tiempo, pero encantados con la vida, “encantados, por ejemplo, con la idea de Dios como Simone Weil, la idea del prójimo o del otro, o que aman ciertas cosas como la música, la poesía, la literatura, el arte, la pintura, y tienen un amor muy especial por los seres humanos, pero resulta que al momento de describirlos o describir sus circunstancias se dan cuenta de que las cosas no son tan fáciles, que las cosas no son tan evidentes ni tan normales, creo que es ambivalente porque ¿cómo sobrevives tú al sinsentido del vacío?”.

Guillermo Santos cita el caso de Imre Kertész, a partir de una frase de Theodor Adorno, que dijo: “Después de Auschwitz, después del Holocausto ya no se puede escribir poesía”, Kertész que sobrevivió a los campos de concentración muy joven y que es el único Premio Nobel húngaro posee una sensación de vacío en su escritura, de nihilismo, de dudar del signo de lo humano y de cómo se ha construido en la cultura, pero al mismo tiempo él construye su propia idea.

“Es decir, todos estos locos artistas que son un signo de lo negativo, pensemos también en Pessoa que era un gran poeta y pensador y al mismo tiempo aparece como un hombre sin vida o desencantado pero que parece que lo sabe todo. Creo que ellos también estaban buscando la belleza y encontraron en el lenguaje un asidero para poder decirlo y para poder expresarlo, narrando, ensayando”, señala Santos.

Y cita luego el caso de Simone Weil, a quien califica de una mujer impresionante pues ella casi se mató de hambre y murió de neumonía, que estuvo en la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, “es una filosofa extraordinaria que trata de hablar de Dios en un contexto en el que no podía haberlo, entonces ¿Cómo le haces tú para decirlo? Creo que hay mucha valentía en enfrentarnos en este tiempo que nos toca, el espíritu de nuestra época. Me interesa cómo se oponen ciertos proyectos artísticos a su presente y al final lo terminan resolviendo igual”.

Lo que logra Guillermo Santos en “El siglo solitario” es congregar en un libro cinco visiones que se corresponden, “yo lo que quería era que cuando tu leyeras algo que estaba en el capítulo de Ernst Jünger pudiera decirte algo sobre Bernhard o sobre Kertész, esa era mi intención, y no repetir ciertas cosas que quizás en otro autor se pueden desarrollar mejor como la idea de un tiempo sin Dios”.

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Ahí entra el prólogo de David Miklos, a propuesta de Karina Sosa, que dá el panorama de estos autores a los que ha leído. Y esa mirada panorámica y bien interesante la hace Miklos a través de una fotografía, como cuenta Santos: “Miklos enlazó todo a partir de la fotografía de una mujer, de Lee Miller, quien se toma la foto al día siguiente de que Hitler se suicida. La vemos retratada en su bañera. La fotografía es muy bella porque es ella en su desnudez, con unas botas sucias y una foto pequeña de Hitler a un lado, es justo ese gesto que reúne a todos, porque de un modo u otro tuvieron una relación”.

Santos agrega: “Kertész fue inducido a los campos por esta idea hitleriana del antisemitismo y el exterminio de la otredad, Ernst Jünger fue soldado en las dos guerras mundiales, en la segunda más obligado y con una relación muy tensa con Hitler, y luego Bernhard a pesar de que no era judío, era católico y él vivió la destrucción de su pueblo y tuvo que emigrar por esa situación; en cuanto a Sebald él nació en una Alemania completamente destruida y pues Simone Weil se oponía completamente a la ideología alemana de aquella época. Todos están enlazados, pero al mismo tiempo, todos están en contra, y ¿qué es lo que los une? que todos son escritores muy peculiares”.

El ensayista y editor que además ha hecho una carrera como autor de crítica de arte, afirma que lo más atractivo es cómo personas que tienen ideologías completamente distintas construyen una idea de mundo o un tejido que “nos puede servir a nosotros para poder vivir o sobrevivir”, concluye Santos, quien es definido por Guillermo Fadanelli como “un escritor que posee cualidades envidiables para cualquiera que desee adentrarse en las honduras de la literatura más audaz y perturbadora del siglo XX” y “un lector implacable y acechante”.

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melc