En 1923, hace 100 años, El Universal Ilustrado hizo una consulta sobre si debía erigirse una estatua de Sor Juana Inés de la Cruz. Entonces se consultó a figuras como José Vasconcelos, Secretario de Educación Pública, y a la escritora chilena Gabriela Mistral su postura.
Entre las personalidades encuestadas se debatieron temas como el feminismo y si Sor Juana podría ser considerada feminista, así como el orden de prioridad de otras destacables figuras que deberían ser también reconocidas.
¿Debe erigirse un monumento a sor Juana Inés de la Cruz?
1 de noviembre de 1923
Contesto sus estimables preguntas:
Primero.- A la nobleza de la idea se añadiría la de la forma, si el monumento a sor Juana fuera iniciativa de las mujeres mexicanas.
Segundo.- Nunca he sentido ni puedo admitir a sor Juana como feminista… Para ser eso le sobraba feminidad, sutileza, cristianismo y “españolidad”. En todo tiempo y sin que hubiera declaración de los derechos de la mujer y otras cosas así sonoras, ha podido la mujer pensar, estudiar, escribir: tener alma cabal y vida completa.
Tercero.- Muy digna la monja gongorina de la estatua. Muy digna por haber sido de su raza: mexicanísima la ironía suya; mexicanísima su penetración, su mesura mental, su aristocratismo artístico.
Cuarto.- Pero, ¿y el monumento a Nervo? Que las mujeres hagamos el de sor Juana y los hombres el de aquél, “que es el primero”.
GABRIELA MISTRAL
Un monumento a sor Juana Inés de la Cruz sería un tributo de justicia a la mujer que, como ninguna otra, sintetizó en su vida y en su obra el espíritu de su tiempo.
Por otra parte, ya es hora de que en México rindamos estos pequeños honores a los que han esgrimido en su vida otra cosa que la espada de combate. Hay demasiados machetes enarbolados desde el monumento de Carlos IV hasta la entrada de Chapultepec. Y la faz serena de la moja estaría más de acuerdo con la sombra de los solemnes árboles del bosque legendario.
E. GONZÁLEZ ROJO
Sor Juana Inés de la Cruz es dignísima de un monumento. Merece estar, sedente, en el centro de una plaza pública, mejor que médicos anónimos o patriotas en entredicho. Pero, ¿hay alguien excepto los poetas de la pelea pasada, que conozca los versos divinamente decadentes de Juana de Asbaje? ¿No sería mejor, antes de la estatua, una edición profusa y popular de los poemas de la insigne poetisa? El ministro Vasconcelos haría una bella obra si dejara cien mil ejemplares que llevaran todos los rincones patrios el pensamiento sutil, vivaz y apasionado de la gran escritora, que surgirá fresco aún, en su cofrecito de sándalo, del hipogeo de las antologías.
RUBÉN M. CAMPOS
Hay pensamientos cuya realización ni se discute: son axiomáticos, si se me permite la frase: levantar un monumento a sor Juana Inés de la Cruz es deuda insoluta, no solamente de la ciudad de México, sino de la nación entera. Yo propondría para su erección la plazoleta de San Jerónimo, donde vivió y murió la esclarecida Décima Musa. Quizá parezca raquítico el sitio, pero el histórico y no otro.
Hago fervientes votos porque pronto y bellamente cristalice la idea de mi buen amigo don Hernán Rosales, a quien felicito con todo mi cálido y patriótico entusiasmo.
JESÚS GALINDO Y VILLA
Creo que después de sor Juana no ha habido en México, ni en todo el continente americano, una poetisa ni más sensitiva ni más femenina, a pesar de existir una Juana de Ibarbourou y una Gabriela Mistral.
Nuestra María Enriqueta es una gran poetisa, por su dominio intacto en el métier y por la exteriorización límpida de sus pensares, pero nunca ha llegado a las dulzuras de la dulce monja de San Jerónimo. Por esta razón aplaudo la idea de un monumento que defina nuestra conciencia nacional por ella.
GUILLERMO JIMÉNEZ
Me parece magnífica la idea de un monumento a sor Juana, y ésta es la gran oportunidad para que el feminismo mexicano haga algo por llevarlo a la práctica. Ya es tiempo de dar estas pruebas de cultura con nuestros representativos intelectuales, que han hecho obra creadora y definitiva en los anales de nuestra vida espiritual.
A ese propósito debo manifestar que acaba de ser colocada una estatua de piedra de sor Juana Inés de la Cruz en uno de los nichos de las pilastras que forman ángulo en el corredor de la entrada de la Secretaría. En los otros nichos estarán Amado Nervo, Rubén Darío y Fray Bartolomé de las Casas.
JOSÉ VASCONCELOS
Justo era ya que se pensara en erigir un monumento a sor Juana Inés de la Cruz, mujer excepcional que asombró a propios y extraños con la magnitud de su talento y de su sabiduría.
Hasta hoy, el único homenaje hecho a la ilustre monja ha sido el de poner su nombre a unas calles en la colonia de Santa María de la Ribera. Hecho insignificante si se piensa en los méritos de la escritora mexicana, cuya aparición en la vida llamó “milagrosa” el literato español Menéndez Pelayo.
Es loable la idea sugerida y más loable será todavía la perseverancia y el entusiasmo que se ponga en la realización de la idea.
Precisamente en el sitio en que comienzan las calles de Amado Nervo, paralelas a las de Sor Juana Inés de la Cruz, hay una plazoleta en la que quedaría bien un jardín y en él los monumentos a Sor Juana Inés de la Cruz y Amado Nervo. Dos grandes figuras de nuestra literatura que sintetizaron las tendencias y características de dos épocas.
MARÍA LUISA ROSS
Convencido de que la consagración del mármol entre nosotros, se otorga con mayor frecuencia a los que destruyen con las armas que a los que construyen con la pluma, preferiría que antes de erigirse el monumento a sor Juana Inés de la Cruz se comenzara por colocar el pedestal que espera hace tiempo: la edición definitiva de sus obras.