“De algún modo yo había escrito sobre el pasado del país o sobre el siglo XX en ‘El cielo árido’, y había escrito sobre el presente en los cuentos y en ‘Las tierras arrasadas’ y este libro es como escribir sobre un posible futuro o sobre el futuro de nuestro país o por lo menos desde ahí se parte”, afirma Emiliano Monge de su novela “Tejer la oscuridad” (Literatura Random House), una novela distópica que ocurre en un México y en un planeta más allá del 2029.

El narrador y politólogo por la UNAM que ha hurgado en la memoria, en el pasado nacional y en el propio, y ha explorado el presente de México con su carga de violencia , plantea esta vez una historia que vuelve a la oscuridad de las cavernas para proponer una idea nueva de colectividad para el futuro protagonizada por niños sin futuro que buscan preservar la humanidad con base en los mitos del pasado.

“Lo que la novela trata de decir es que quizás lo que hay que hacer es pensar que el futuro está en el pasado y buscar en ese pasado, y por eso la novela dialoga tanto con el ‘Popol Vuh’ , con el ‘Chilam Balam’, con la ‘Visión de los de los vencidos’ y con otras formas de escritura precolombinas como los quipus, y por eso el lenguaje es el centro de esa búsqueda y de esa nueva espiritualidad que se van dando así mismos los personajes”, cuenta el escritor en entrevista.

Emiliano Monge (México, 1978) parte en su historia de una clara referencia a los huérfanos del hospicio de Mamá Rosa, pero en realidad es una metáfora de México, de la idea de la familia, la idea de un país que se rompe a partir de una idea, dice, perniciosa de la familia, de la orfandad, de la infancia.

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“Los niños que están encerrados en el hospicio están todo el tiempo escribiendo en las paredes, cuando logran escapar de sus encierros escriben fragmentos de diferentes partes del ‘Popol Vuh’ o de la ‘Visión de los vencidos’ o ‘Chilam Balam’, porque encuentran en esos textos y en ciertos objetos que van creando ellos, como a imagen y semejanza de lo que leen en estos libros, una forma de resistencia; es decir, lo que buscan es convertirla en una forma de rebelión y que logran volverlo una forma de rebelión cuando llega el gran cataclismo del mundo”, explica Monge.

El autor de “Arrastrar esa sombra” y “La superficie más honda” asegura que esa búsqueda marca a esos niños, pero sobre todo a sus hijos y los hijos de sus hijos. Y es que la novela se manejan muchas temporalidades y más de 80 voces distintas.

La idea de “Tejer la oscuridad” es la oportunidad de refundar el futuro, de una colectividad que piensa de una manera distinta; es ciencia ficción, pero sobre todo es una utopía mitológica donde no cabe la idea de que el futuro nos depara desarrollo y progreso, pues no será posible lograrlo cuando lo que priva hoy es la inconsciencia destructiva del ser humano, del planeta y del medio ambiente.

“Cuando pensamos el futuro partimos erróneamente de pensar en pequeños asuntos en vez de pensar en asuntos primigenios que son los que tendríamos que cambiar. La novela pone en entredicho el lugar del individuo, pone en entredicho la idea de familia, aquí la familia existe como la idea de colectividad, de manada; y de entendernos como un entramado mucho más grande que la unidad familiar”, dice Monge.

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Para el narrador los seres humanos no hemos actuado ante la destrucción acelerada del medioambiente y el ecosistema que habitamos, y entonces la llegada del Covid-19 es como epílogo de algo que empezó mucho antes, “el Covid nos ha hecho mucho más evidente la pandemia del neoliberalismo; la violencia se volvió mucho más evidente, la pobreza se volvió más evidente, la enorme necesidad en la que vive la inmensa mayoría de la población del planeta se volvió más evidente, pero no es nueva, ahí estaba”.

Monge asegura que muchas veces pensamos que tenemos que echar luz sobre aquello que no vemos y quizás el problema es que vemos demasiado, quizás el problema es que estamos hiper iluminados y que lo que tendríamos que hacer es volver a la caverna y dejarnos envolver otra vez por la oscuridad y volver a empezar desde el principio a buscar un camino completamente distinto al que hemos seguido durante tantos y tantos años.

En esas oscuridades transcurre esta novela coral que tiene alrededor de 80 narradores porque apela a la voz de la comunidad para que se diluya la voz individual. Pero también es una exploración profunda del lenguaje.

“No había escrito un libro donde el lenguaje además de ser un vehículo, que siempre me ha interesado en todos mis libros, y ser la materia principal, fuera también el personaje principal, y aquí en este libro el lenguaje se convierte en el personaje principal porque hay toda una reflexión en torno al lenguaje y al habla, en torno a la escritura y a la búsqueda de escritura desde distintas escrituras y lenguajes que nos permitan trascender la idea de tiempo y espacio en la que hemos vivido durante los últimos milenios”, dice.

“Tejer la oscuridad” es al final de cuentas una gran novela, “la más arriesgada y madura” novela de Emiliano Monge -dicen los editores-, una novela que busca que la escritura sea una búsqueda de futuro.

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