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En la capa oculta bajo la belleza primera de azulejos barrocos se derraman la carne viva y roja. En otra obra, tras una seductora figura de convite que invita a otro mundo, el espectador se encuentra con escenas de antropofagia. “La belleza —dice la artista brasileña Adriana Varejão, citando a André Bretón— será convulsiva o no será”.
Adriana Varejão está en México para inaugurar el 24 de agosto, en el Museo Tamayo, su exposición Otros cuerpos detrás, que incluye alrededor de 17 obras, entre pintura, escultura y la última versión de la instalación Polvo, que está formada a su vez por retratos y otras piezas, algunas sobre el lenguaje, el muy diverso lenguaje que alguna vez hubo para definir los colores de piel. El arte, dice la artista frente a la obra, sólo reconoce el rosa como color piel.
Adriana Varejão tiene una producción de más de 30 años en torno del colonialismo; es una de las artistas contemporáneas más reconocidas en Brasil. Su trabajo se ha exhibido en museos como el Malba de Argentina, de Arte Moderno de Sao Paulo y de Arte Moderno de Río de Janeiro; participó en las bienales de Sao Paulo de 1994 y 1998. Sus obras se hallan en colecciones como las del Museo Guggenheim (NY), Tate Modern y Fundación La Caixa.
Barroco, racismo, mestizaje, colonialismo son vocablos en el lenguaje de Varejão (Río de Janeiro, 1964), quien había desarrollado en México el proyecto Viajeros del sur. México ha resultado clave no sólo para descubrir otros rostros del barroco, sino para definir su vocación de artista latinoamericana.
—Enfatizas que eres artista latinoamericana...
—Antes de los 70 había una identidad latinoamericana que nos unía, había sistemas políticos y luchas que unían a América Latina. Con las dictaduras militares de América del Sur pienso que esta identidad quedó fragmentada, se diluyó. Yo nací en el 64, el año del golpe militar. Y era como si Brasil estuviera de espaldas hacia América Latina. Toda la cultura era más con Europa y Estados Unidos que con América Latina.
Adriana Varejão encuentra que a diferencia de lo que pasaba en los 90, cuando los artistas tenían vergüenza de ser llamados latinoamericanos, hoy las culturas marginales son más consideradas.
“Me empecé a autodenominar artista latinomericana con mucho orgullo. También porque mi obra habla de una identidad, el colonianismo, somos colonizados todos en Latinoamérica. Esa es una marca de identidad muy fuerte; no nada más de Brasil, de todos los países”.
Otras de las obras que presenta Adriana Varejão son Ruinas del charque (Ruinas de carne), hechas con construcciones artificiales, representaciones de la carne y del barroco. Una fuente de inspiración fue de nuevo México, Chacagua: “Había sobre la arena ruinas contemporáneas con pedazos de azulejos. Tener esas ruinas contemporáneas me llevó a pensar en una frase de Levy Strauss, de su libro Tristes Trópicos, que escribió cuando fue a Brasil: “Aquí todo es construcción, pero ya es ruina”.
—¿Qué es lo que te interesa del
barroco?
—¿Ese colonialismo, en nuestras sociedades, sientes que es algo estructural todavía?
—Es una cosa que nos estructura. Es clarísimo. Hay un mestizaje racial pero continúa el papel de dominador y dominante. Los papeles siguen siendo los mismos. Hay un mestizaje racial pero no de las jerarquías. Son estructuras sociales que no rompemos. Hay un racismo estructural contra los indios y los negros en toda América Latina.
—Barroco es belleza también...
—Pienso que es una belleza convulsiva, como la frase de Bretón: “La belleza será convulsiva o no será”. El barroco es así, es muy visceral. El emblema es un corazón sangrante. Aquí (en México) conocí una iglesia donde hay espejos, santos crucificados, es una masacre, una convulsión. Es teatro, es Jodorowsky.
—¿Cuál es la relación de las obras con la antropofagia?
—Hay muchas obras de la exposición donde está presente la antropofagia. En Brasil hubo un Manifiesto Antropófago, que inauguró la Modernidad, que habla de la absorción del otro. Antropofagia, metáforicamente, es sobre esa cuestión: absorción de culturas, también privilegia las versiones periféricas, no una única visión de la historia. Es la historia de las culturas que están desapareciendo, las historias marginales.
—¿Qué piensas de la figura de Jair Bolsonaro?
—Es terrible, es una sensación de retroceso inaceptable. Brasil es cada vez más un país donde hay más concentración de la riqueza en manos de poquísima gente, y no es un gobierno con una preocupación por eso. Su política en relación a las minorías, la ausencia de política social —no se habla de eso—, la economía prioriza la cuestión del agronegocio, el desmantelamiento de todo lo demás, con consecuencias para la cuestión indígena y las reservas. Es un gobierno que veo muy peligroso. No imagino si es reelecto.
—¿Qué problemas enfrentan los artistas con este gobierno?
—Han cortado las leyes de incentivos para las empresas que apoyan la cultura. Es un gobierno que no ve ningún mérito en el arte, un gobierno de ignorantes, que parece que nunca entró a un museo de arte. Piensa que la cultura, los artistas y el arte son enemigos.