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ssierra@eluniversal.com.mx
“Llevamos años hablando de las violencias en nuestro entornos y no pasa nada, no tiene una incidencia, no parece haber un vínculo entre lo que decimos en la academia y en los espacios artísticos, y lo que sucede”, lamenta la artista Lorena Wolffer y por ello, en lugar de hacer un coloquio en un recinto cerrado, de la mano de un grupo de artistas y activistas, desarrolló el proyecto Estado de Emergencia que, desde lugares donde se cometieron feminicidios, o desde las puertas de centros de investigación e impartición de justicia, buscará abrir un diálogo en torno de la violencia contra las mujeres, en un país donde —advierte— esa violencia “ha llegado a un punto que es innombrable, inasible, que simplemente ya no tenemos forma de entender”.
La cabina telefónica de Ciudad Universitaria, donde en 2017 fue encontrado el cuerpo de Lesvy Berlín Osorio, y el sitio en Puente de Alvarado, donde en 2016 fue asesinada Paola, una trabajadora sexual trans, así como las puertas de dos instancias de justicia, la Procuraduría General de Justicia (PGJ) —encargada de investigar los feminicidios y los transfeminicidios— y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, serán los escenarios nodales de Estado de Emergencia.
“El proyecto fue una comisión del Centro Nacional de las Artes y el Centro de Cultura Digital (CCD), que el año pasado hicieron un primer coloquio de género y este año me invitaron a mí a coordinarlo. Yo acepté con un planteamiento, que me permitieran llevarlo todo afuera del Cenart porque creo que ya no podemos seguir hablando de las violencias en los lugares lejanos a donde suceden las violencias. Hay una dislocación terrible en los discursos, narrativas y análisis, en las críticas que se hacen respecto a las violencias cuando se hacen desde la academia o desde los espacios artísticos o culturales”.
El nombre de Estado de Emergencia es porque la situación es límite: “Cada vez que pensamos que hemos llegado a un tope de las violencias contra las mujeres, algo pasa que se multiplican: pasamos de siete feminicidios al día, a nueve en menos de un año. Ese fenómeno sólo me lo puedo explicar desde la impunidad, desde la falta de acceso a la justicia, desde el hecho de que sabemos que básicamente ninguna violencia contra las mujeres es investigada de una manera correcta, que normalmente no se ciñen a protocolos”.
Wolffer se pregunta además, ¿por qué se multiplican las violencias a pesar de que contamos una Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, a pesar de la lucha por crear marcos legales y judiciales para prevenir, atender y erradicar esas violencias? Denuncia que, en cambio, lo que sucede es que hoy la Ciudad de México es uno de los lugares donde esa violencia ha crecido más: “Durante mucho tiempo pensamos que era una isla, no se registraban tantas violencias de género en la Ciudad de México. Hablando de puntos de dolor, pasamos de Ciudad Juárez al Estado de México y, de pronto, hay estudios que dicen que hay más violencias en la Ciudad de México al día de hoy. No sé si es cierto. Lo que sí sé es que las violencias contra la mujer en la ciudad se han multiplicado a un nivel terrible, contra niñas, jóvenes, mujeres adultas...”
Otras formas de ver. Después de que Wolffer fue invitada a desarrollar el evento, ella a su vez invitó a participar a la curadora y feminista argentina María Laura Rosa, y a la artista y académica estadounidense, de la Universidad de Santa Bárbara, en el Departamento de Estudios Feministas, Jennifer Tyburczy.
“Las tres hemos tenido una discusión sobre lo que hemos alcanzado hasta este momento, los logros y fracasos de este camino de la lucha de las mujeres, y si decimos mujeres nos referimos a mujeres cis y a mujeres trans, nos resulta fundamental que no se establezca esa distinción que sí se establece en otros marcos. La realidad de las mujeres trans sí puede ser bien diferente a la de las cis, en lo particular, aunque en lo general, al final del día somos mujeres y padecemos las mismas violencias”.
Las tres coincidieron en desarrollar un proyecto que buscara formas de difundir y socializar los derechos de la mujer; una de esas formas es trabajar con abogados especializados: “Sí es un hecho que si alguien llega con un problema, entonces suelen decirle que es histeria, que es la versión freudiana actualizada, o (le dicen) que eso no es violencia, que no es grave. Esta forma tan cotidiana de normalización de la violencia es la típica respuesta del MP a la mujer que llega a denunciar: ‘¿Usted qué le hizo para hacerlo enojar?’ Depositan la responsabilidad en las mujeres”.
Estado de emergencia, que se realizará entre el sábado 10 y el miércoles 14 de noviembre, está articulado en una serie de talleres en el Cenart y el CCD, y acciones y performance de artistas en los cuatro lugares citados, donde pondrán también salas, que no son otra cosa que espacios de discusión donde las personas que usan, estudian, habitan, trabajan en esos lugares específicos podrán sumarse:
“El formato de salas —describe Lorena Wolffer— lo he trabajado antes; consiste en poner sillones en un espacio público y dar la idea de la intimidad de una conversación que desbanca la idea de la conferencia y de alguien que posee los saberes y viene a contarle a alguien que, asumimos, no los tiene. Se convierte en una conversación horizontal. La idea es que quienes transiten por estos lugares formen parte de la sala pública, conversen con las invitadas y entre sí, sobre lo que ha sucedido en cada punto, lo que le significa, para poder hacer frente a esas violencias”.
Detrás de cada una de las actividades en los llamados puntos de dolor y resilencia habrá una artista o un colectivo. Las acciones y performances serán diversos, habrá sensibilización, intercambio, diálogo, algunas se apoyarán en la música.
En los dos lugares donde se cometieron feminicidios habrá acciones artísticas y presencia de familiares, amigos y testimoniantes. En CU estará Araceli Osorio, mamá de Lesvy; allí, la artista Mónica Mayer presentará la obra Estás en mí. En Puente de Alvarado la acción será en memoria de Alessa y Paola. Estarán las artistas Lía García y Natalia Lane con Anti-cumpleaños; y participará Kenia Cuevas, trabajadora sexual trans, de la Casa de las Muñecas Tiresias.
En la PGJ, la artista Cerrucha hará un flashmoob, para el cual abrió una línea telefónica con el fin de que la gente grabe mensajes con lo que le querría decir a la PGJ; con éstos va a hacer una salsa que se bailará allí.
Invasorix, grupo reconocido por su tema El Macho Intelectual, hará un corrido, que cantarán ante la Corte; hay una convocatoria abierta para que la gente se sume a este canto.
Aunque la idea es registrar, documentar y hacer una publicación sobre este proyecto, lo importante, plantea Wolffer es lo que suceda en cada lugar: “Sí creo en el poder de enunciar y manifestar la violencia; en el intercambio que pueda haber entre todos los que participen en las salas y proyectos; hay algo muy poderoso. Lo que queremos, idealmente, es salir de estas salas públicas con recomendaciones puntuales. La situación llama a un cambio de hábitos importantes. Para quienes tenemos hijas sí es un problema permanente: ¿qué sucede con estas generaciones de chavas que ya no pueden salir a la calle? Si de por sí nuestra ocupación del espacio público estaba supeditada al permiso de los hombres, dependiendo de la hora y del lugar, las jóvenes hoy ya no pueden ocupar el espacio público. Yo me imagino caminatas de jóvenes por la ciudad donde vayan recuperando espacios, aunque sea de una manera simbólica, aunque sea acotada, diciendo: ‘Nos rehusamos a vivir desde el miedo y la precaución permanentemente’. Queremos problematizar las nociones de cuidado: Decir: ‘Sí me cuido’, pero no puede ser la única respuesta, no se puede depositar en las mujeres la responsabilidad absoluta de cómo defenderse. Pensar que toda la responsabilidad yace en ti es eximir y quitarle al Estado la responsabilidad de su población. Estamos hablando de un sistema que produce y normaliza la violencia”.