Conocido como un dandy y un excéntrico, Aubrey Vincent Beardsley fue uno de los artistas que sobresalió durante la época victoriana en el Reino Unido.

Beardsley destacó desde temprana edad, fue conocido como un niño prodigio en la música y más tarde en otros campos creativos. El arte recorría por sus venas, pero la pintura fue lo que al final lo atrapó. Su estilo modernista, mezclado con su humor crítico e incisivo, abrió camino a una obra satírica, moderna, hipnótica y estética .

Pronto su arte empezó a ser reconocido, desde sus ilustraciones en libros y revistas, así como el trabajó que realizó para la obra de su amigo Oscar Wilde . Sin embargo, a pesar de indagar sobre varias temáticas como lo mitológico, histórico, religioso e incluso la caricatura, el estilo por el cual se dio a conocer y que generó más polémica fue por lo erótico que impregnó en muchas de sus piezas.

El arte perverso del pintor que murió a los 25 años
El arte perverso del pintor que murió a los 25 años

“Sólo tengo un objetivo, lo grotesco. Si no soy grotesco no soy nada”,

decía el pintor cuando lo entrevistaban.

Sus trazos eran honestos, satíricos y transgresores, pues para él era importante mostrar en parte su esencia y su ideología, que era poner en jaque a la sociedad victoriana de la época, revelar sus hipocresías, tabúes y su cuestionable moralidad.

Su estilo estaba muy influenciado por el trazo japonés: pincel estilizado y grandes superficies blancas y negras. Es sinuoso, perverso y provocador en el mensaje . Más tarde se volvió barroco. Por ejemplo: cuando ilustró una edición privada de la obra de Aristófanes, Lisístrata, en la que se plantea una huelga sexual de las mujeres para parar la guerra civil. Ahí se intuye todo su imaginario decadente. O en su obra El baño de Lampito: ahí una mujer se calza unas medias, inclinada, mientras Eros, miembro en mano, le aplica unos polvos en el trasero, informa El Español.

El examen de The Herald es otra jugarreta a la moral tradicional: ahí un juez estudiando de cerca el genital erecto de un joven ateniense. Lysistrata Haranguing, una maravilla más: las jóvenes desnudas, que ejercen de oyentes, prefieren acariciarse entre ellas y adoptar posturas sensuales con los muslos que escuchar el discurso. El artista juega con las curvas, con el abultado vello púbico, con los ribetes de los cabellos de las hembras. Es más efectivo su trazo en blanco y negro que si fuese en color, porque resulta más tenebroso, más adulto, más sucio y obsceno.

Entre sus obras más famosas fue en la que trabajó para Salomé, la tragedia de Oscar Wilde, quien diría de él que tenía “una cara como un hacha de plata, y el pelo verde hierba”. Ambos se encontraron en la marginación, en la expulsión social.

Toda esta fama le duró poco tiempo, la tuberculosis acabó con él a la corta edad de 25 años . Aún así, sus piezas aún son recordadas por ser rebeldes y transgresoras en una sociedad llena de tabúes acerca de su sexualidad.

akc

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