El Museo Whitney de Arte Americano presenta Quiet As It’s Kept, la nueva edición de la Bienal del Whitney, que desde 1932 se ha dedicado a explorar el panorama del arte estadounidense. En esta edición, que fue retrasada por la pandemia, participan tres artistas mexicanos: Mónica Arreola (Tijuana, 1976), Alejandro Luperca Morales (Ciudad Juárez, 1990) y Andrew Roberts (Tijuana, 1995).
Este trío de artistas fueron elegidos por los curadores Adrienne Edwards y David Breslin para una muestra que estudia cómo es la actual experiencia estadounidense, pero ¿por qué elegir arte mexicano para ilustrar el arte de otro país? “Nos propusimos reflexionar qué significa ser un museo de arte americano hoy en día y qué abarca. No vivimos en aislamiento”, explica Breslin a EL UNIVERSAL.
Para los curadores era importante explorar la cultura estadounidense más allá de sus fronteras, es por eso que no sólo visitaron la frontera con México en busca de artistas (con la guía de la curadora Jovana Venegas), sino también la de Canadá. Sin un tema en específico, los curadores querían hacer énfasis en los conceptos del intercambio y la reciprocidad.
Leer también: Medellín festeja 90 años de Botero, el artista del volumen
Así es como estos creadores pudieron encajar en la Bienal del Museo Whitney: “Estaban en las geografías que nos interesaban y abordan el tema de punto de negociación” entre Estados Unidos y México”, explica Edwards.
Valle San Pedro (2018) es la serie fotográfica que expone Mónica Arreola, arquitecta, fotógrafa y fundadora de la galería 206 arte contemporáneo. En ella se muestra al fraccionamiento de Valle de San Pedro, proyecto de la gestión de Felipe Calderón, que no terminó por la crisis económica de 2008 y ahora luce abandonado.
“Me interesó fotografiar cómo el paisaje de Tijuana se ve impactado y se modifica por estas agendas políticas”, explica la tijuanense, quien aunque no muestra al muro fronterizo, exhibe las dinámicas de vivir en la zona: “La mayoría de personas que compraron estas casas o vienen del sur del país en busca de una mejor vida, o son estadounidenses que prefieren vivir en México”.
El tijuanense Andrew Roberts expone CARGO: A Certain Doom (2020), una instalación de videoarte y escultura que tiene la figura del zombie como su protagonista. Roberts se especializa en el tema de la exportación cultural estadounidense en México de los años 90, después del Tratado de Libre Comercio, con especial atención en los videojuegos.
En esta obra, el artista mexicano presenta en ocho pantallas a ocho zombies animados que re citan un poema que él escribió durante la pandemia, que trata de vivencias personales, como su vida en la frontera.
Mónica Arreola
Arquitecta y fotógrafa
“Me interesó fotografiar cómo el paisaje de Tijuana se ve impactado y se modifica por las agendas políticas”
Andrew Roberts eligió al zombie porque es una figura que desde los años 20 ha sido “racializada”, representando “al otro” de forma no humana.
Explica que lo que él busca es resignificar al zombie dándole una voz humana. “Al final, la cuestión del zombie es que es una figura muy racializada, que esconde códigos de las personas en poder que generan estas imágenes y cómo éstas repercuten en la realidad”, afirma en entrevista.
La parte de la escultura consiste en un cuerpo desmembrado con tatuajes de símbolos de la cultura pop —como Amazon y Pokémon—, que han marcado la vida de Roberts. “Este proyecto de la bienal trata de la muerte y cómo ésta se vuelve en un bien capitalizado como una moneda de cambio”.
El artista y curador Alejandro Luperca Morales exhibe Juárez Archive (2020), un proyecto fotográfico sobre Ciudad Juárez que surge de la nostalgia que él siente por su ciudad natal, ahora que reside en Monterrey.
Las imágenes se pueden ver a través de visores de fotos de 35 mm —objeto de nostalgia. Estas fotografías, tomadas de Google Maps, fueron seleccionadas con el objetivo de mostrar una visión diferente a la violencia del crimen organizado de este lugar que se conoce a nivel global.
Identidad
La “tensión” —como dice el artista Andrew Roberts— de vivir entre México y Estados Unidos no sólo ha influenciado en su repertorio artístico, sino también en su vida e identidad.
¿Cómo se sienten estos artistas mexicanos de participar en una Bienal de arte que busca ilustrar a Estados Unidos? “Para mí sí hay una liga mucho mayor con California que con el centro del país”, explica Arreola, quien señala que el cruzar la frontera es cotidiano. Por su parte, Andrew Roberts declara: “Soy completamente mexicano”, sin embargo, el entorno y por la familia en la que creció “mucha de mi obra lidia con estas tensiones” fronterizas.
Algo similar ocurre con Morales, quien considera que hoy en día declararse mexicano no hace justicia a la diversidad del país, y que “América ya no le pertenece a Estados Unidos como sinónimo de su identidad”.
Leer también: Exhiben casos de acoso y abuso sexual en compañía de danza estadounidense
La violencia como característica
Así como estos artistas encuentran a la cultura estadounidense como un elemento inseparable en su obra, el impacto de la violencia por vivir en una zona que no sólo es un punto de negociaciones de empresas internacionales, sino también del crimen organizado, está presente en sus trabajos y en su manera de hacer la labor de un artista, aunque sea de forma velada.
En el caso de las fotografías de Mónica Arreola, las imágenes fueron tomadas exclusivamente en días nublados, con la intención de restar romanticismo al clima californiano, señala. Sin embargo, otra característica de sus fotografías es que las realiza en cuestión de segundos, por seguridad: “La violencia que se vive en el país vuelve más complejo el ir a fotografiar, lo he hablado con otras compañeras, ya no lo puedo hacer sola”.
Mónica Arreola viajó a 45 minutos de la ciudad de Tijuana; en la periferia se encuentra Valle San Pedro, pero no lo hizo sola, fue con otras dos personas: su hermana, que se queda al volante con el automóvil encendido, y un hombre, quien le cuida las espaldas mientras ella dispara su cámara.
Andrew Roberts
Artista mexicano
“Este proyecto de la bienal trata de la muerte y cómo ésta se vuelve en un bien capitalizado como una moneda de cambio”
“La última vez nos pasó que llegó un automóvil, nos hicieron unas preguntas y después vimos que nos iban siguiendo”, narra la fotógrafa, quien señala que el secuestro y el robo son dos de los riesgos que pasan por su mente por ser una mujer que sale sola a la periferia.
Andrew Roberts considera que es muy importante en su trabajo hacer una crítica a la violencia y aceptar la idea de que es posible cuestionar la violencia a través de imágenes violentas, no con el fin de perpetuarla, sino confiando en que el espectador es capaz de reconocer la crítica.
En el caso de su obra CARGO: A Certain Doom, las imágenes de los zombies y del cuerpo desmembrado causan un fuerte primer impacto, aunque el artista dice que no le interesa causar shock, sino atraer al público en un primer nivel, aunque espera que en un segundo nivel se logre la contemplación.
El museo, un escaparate
“Hay un ambiente de compromiso por apoyarse entre artistas, no hay una actitud de ‘yo primero’ y pienso que esa es la idea de reciprocidad y negociación que hemos hablado a la hora de crear la Bienal”, indica el curador David Breslin sobre el panorama artístico que pudo percibir durante su breve visita a Tijuana.
Esta visión también la comparten Arreola y Roberts con 206 arte contemporáneo y Deslave, espacios que buscaban representar, respectivamente, a nuevos talentos. Pero no basta con el apoyo mutuo si no hay apoyo por parte del gobierno, una queja que comparten estos tres creadores.
Alejandro Morales afirma que no hay infraestructura cultural en Ciudad Juárez, una urbe que ha dictado a los artistas de la zona la responsabilidad de incidir en la comunidad.
En Tijuana, Arreola puso su galería en Avenida Revolución una vez que los locales de la zona habían cerrado a causa de la guerra contra el narcotráfico y la crisis económica de 2008.
Ella no fue la única, un grupo de artistas se instalaron en este espacio, como Roberts y su galería Deslave, con el objetivo de reactivar la zona. Sin embargo, la gentrificación causó que estos espacios artísticos cerraran (en el caso de Deslave) o se mudaran a otros lugares menos céntricos, como lo hizo Arreola.
“Tijuana es una ciudad con muchos creadores que no pueden vivir del arte”, afirma Andrew Roberts, quien se tuvo que mudar junto a su pareja a la Ciudad de México para buscar otras oportunidades.
Alejandro Morales
Artista mexicano
“Hoy en día declararse mexicano no hace justicia a la diversidad del país; América ya no le pertenece a Estados Unidos como sinónimo de su identidad”
El artista encuentra dos fallas dentro de la comunidad cultural tijuanense. La primera es la dificultad para entrar en el “arte de la frontera” ya establecido, con obras de arte experimentales que vayan más allá del símbolo que es el muro fronterizo.
El segundo es la administración de recursos, pues denuncia que este año el Centro Cultural de Tijuana (CECUT) realizó una trienal donde se otorgó un premio de un millón de pesos, pero se quitó la beca Programa de Apoyo a la Producción Artística (Aproart), la cual ofrecía 25 mil pesos a los artistas para que desarrollaran un proyecto.
“Si sumas los apoyos que se deban en el Aproart sí da el millón de pesos, se centralizaron los recursos para una trienal que nada más era para apantallar con un premio, en vez de distribuirlo a sus creadores durante la pandemia (...) Hay mucha precariedad y justo es la razón por la que me fui”, concluye.
SOBRE LOS ARTISTAS
Mónica Arreola. Es arquitecta y artista visual, en 2012 fundó la galería 206 arte contemporáneo. En 2014 obtuvo el primer lugar de la “IX Bienal de Fotografía de Baja California”.
Andrew Roberts. Es representado por la galería Pequod Co. en la Ciudad de México; la tecnología en la industria de la guerra y la cultura pop son sus mayores intereses. Fundó Deslave, una galería que apoya el “arte descentralizado”.
Alejandro Luperca Morales. Es curador en la Universidad de Monterrey; ha trabajado con Teresa Margolles, Francis Alÿs y Rafael Lozano-Hemmer. En 2021 participó en Known and Strange: Photographs from the Collection, en Londres.