La obra de Fiódor Dostoievski, de quien este 11 de noviembre se conmemoró su bicentenario de nacimiento, fue soslayada durante el largo periodo del gobierno soviético, principalmente durante la dictadura de Iosif Stalin.
Tirajes reducidos, condenas públicas en los congresos de escritores revolucionarios y ataques desde la prensa oficialista en contra de sus editores son algunas de las muestras de la intolerancia que el gobierno surgido de la Revolución rusa tuvo en contra del autor de "Crimen y Castigo".
Como relata el traductor Omar Lobos en su artículo "F. M. Dostoievski durante la Rusia soviética", publicado en el número 1 de la revista “Estudios Dostoievski” (julio-diciembre de 2018), durante las primeras dos décadas de la Revolución bolchevique, la obra del escritor moscovita era objeto de reacciones ambivalentes entre los líderes soviéticos.
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Por ejemplo, menciona que el mismo Lenin tenía posiciones encontradas, pues, si bien expresaba opiniones como “No tengo tiempo libre para esta porquería”, “vómito moralizante” (sobre “Crimen y castigo”) y “basura a todas luces reaccionaria… Hojeé el libro y lo tiré a un lado” (sobre “Los hermanos Karamazov”), frente a sus confidentes reconocía que la novela “Memorias de la casa muerta” representaba de manera única las condiciones del presidio en la época de los zares como una muestra de la casa muerte en que vivía el pueblo ruso bajo la casa Romanov.
Pero fue a mediados de la década 1930, justo en el periodo de los Juicios de Moscú, cuando el acoso a cualquier iniciativa por promover la obra de Dostoievski recibió fuertes ataques por parte del Estado soviético por motivos ideológicos.
Dos episodios ilustran este acoso. El primero, en 1934, fue la condena que el escritor recibió en ausencia durante el Primer Congreso de Escritores Soviéticos, celebrado en agosto-septiembre de ese año. El encargado fue el panfletista Víktor Shklovski, quien arengó a los asistentes a que cualquier análisis que se hiciera sobre las novelas de Dostoievski deberías ser única y exclusivamente desde los parámetros ideológicos de la revolución, para después agregar: “Hoy siento cómo se enardece este congreso, y pienso que tenemos que sentir que, si se presentara aquí Fiódor Mijáilovich, nosotros podríamos juzgarlo como herederos de la humanidad, como hombres que juzgan a un traidor, como hombres que hoy responden por el futuro del mundo".
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El segundo caso ocurrió un año después. Los protagonistas fueron Lev Kámenev –cuñado de León Trotsky–, Maxim Gorki –uno de los escritores consentidos de la dirigencia soviética– y el diario oficialista “Pravda”. Este episodio de acoso al legado literario de Dostoievski fue motivado por la novela “Los demonios”, considerada por los intelectuales oficialistas como una obra “contrarrevolucionaria” por la cruda exposición que el autor hace de los círculos revolucionarios del siglo XIX. En 1935, la editorial Akademia, dirigida por Kamenev, tuvo que abortar un tiraje de 5 mil 300 ejemplares con un extenso estudio del crítico literario Leonid Grossman.
Escribe el traductor Omar Lobos: “Desde el diario 'Pravda', en un artículo titulado 'Podredumbre literaria', se atacara encendidamente a la editorial y la edición de la novela. Como resultado, la proyectada edición de 5 mil 300 ejemplares, con un extenso estudio de Leonid Grossman y la inclusión en la segunda parte de la famosa confesión de Stavroguin, fue abortada (sólo se conservaron algunos ejemplares)”. Este episodio de acoso coincide con el proceso penal al que poco después fue objeto Kamenev durante los Juicios de Moscú, en 1936.
En medio de esta polémica, Maxim Gorki fue el único escritor que defendió públicamente la publicación que Akademia planeaba hacer de “Los demonios”. Sin embargo, sus motivaciones eran más políticas que literarias, pues juzgaba que al prohibir una obra se fomentaría el interés de la juventud en obras “contrarrevolucionarias”.
La publicación de esta novela dentro de las fronteras soviéticas tendría que esperar hasta la edición de las obras reunidas de Dostoievski en diez tomos en 1956-1958, después de la muerte de Stalin, en un tiraje de 300 mil ejemplares, una cifran nunca antes visto para este autor. Luego del “deshielo” de Nikita Jrushov, la aceptación oficial de la calidad literaria de la obra de Dostoievski se materializaría a lo largo de las siguientes décadas con la edición crítica en treinta tomos de su “Obra completa” (1972-1990), la edición de “Obras reunidas” en doce tomos (1982) y las “Obras reunidas” en quince tomos (1988-1996).
Concluye el traductor Omar Lobos: “La consideración de Fiódor Mijáilovich Dostoievski por parte del poder soviético estuvo tironeada entre lo que representaban en la historia literaria su obra gigantesca y su talento siempre fuera de discusión y las limitaciones para hacer justicia a aquellos méritos por parte de una revolución que se enunciaba programáticamente como materialista y atea y veía en Dostoievski un enemigo ideológico. Este pendular se vería reflejado en la política respecto de la edición de sus obras, las variaciones en la postura oficial respecto de su figura y las lecturas con que se lo 'canonizaría'”.