Anna Seghers (Maguncia, Alemania, 1900) exploró el poder que tiene la polarización ideológica para sembrar, incluso en las amistades más sólidas, el odio y la traición. En 1943, convaleciente y después de ser atropellada en Paseo de la Reforma, escribió La excursión de las niñas muertas, pequeño relato, descarnado y poético en el que, desde el exilio mexicano, recuperó ciertos recuerdos de infancia.

“A veces uno recobra primero lo más lejano. Este libro la ayudó a regresar prácticamente de entre los muertos. Imagino que fue allí donde empezó a recuperar la memoria. En su vastísima obra es el único texto realmente autobiográfico y en el que aparece con su nombre real, el nombre con el que la registraron, que es Netty Radványi. También creo que fue después de esta extrema vulnerabilidad, después del accidente y de estar postrada, sin poder hablar ni comunicarse, que pudo abrirse para escribir un relato tan personal. Este relato fue el que realmente la ayudó a regresar a la vida, el que le ayudó a recuperar su escritura”, afirma Claudia Cabrera, ganadora de la Medalla Goethe en 2024 y traductora de La excursión de las niñas muertas, publicada por La Cifra Editorial y Elefanta.

Este año, La Cifra también lanzó una segunda edición de otra novela que tradujo Cabrera: Tamangur, de la narradora suiza Leta Semadeni (Scuol, 1944). Una primera edición de Tamangur se publicó en 2018 y se agotó. Entre ambas novelas hay una similitud general que puede trazarse: la visión de la muerte y el duelo desde una óptica infantil. “Aunque se trata de duelos de distinta categoría porque las pérdidas que experimentan la niña y la abuela, protagonistas de Tamangur, es de índole más privada y personal. La niña pierde a su hermanito; la abuela, a su esposo”, continúa.

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Esta nueva edición, además, complementará el lanzamiento de la novela Amur, que es la continuación de Tamangur, y verá la luz dentro de algunos meses.

“En tanto, en La excursión de las niñas muertas estamos hablando, sí, de pérdidas, muertes y tragedias, provocadas por dos situaciones políticas específicas: la Primera Guerra Mundial y el Tercer Reich. Estamos hablando, entonces, de un contexto de fascismo, persecución, antisemitismo y campos de concentración; estamos hablando de los efectos que tiene la polarización”, explica.

“Las protagonistas del relato son estas niñas que, posteriormente, van a morir. La narración sucede en una especie de flashback, Seghers hace una retrospectiva y se acuerda de una excursión escolar junto a sus amigas que, en ese momento, eran todas niñas (esto es antes, incluso, de la Primera Guerra Mundial)”.

Es la poesía pura, dice, de una obra cruel y una declaración política: “Tiene una prosa muy pulida, sin dejar de ser también una pieza absolutamente política y antifascista sobre como las guerras destruyen vidas y destinos. Nos recuerda de una forma, brutal y cruda, algo que sigue pasando hoy en día”, afirma y recuerda que en Palestina “no hay manera de negarlo”, están exterminando a un pueblo: “Es el peor legado de la persecución nazi, es como una venganza paradójica y muy amarga, que el Estado de Israel acabó convertido en un Estado similar al Estado Nazi”.

En Tamangur, finaliza, lo que atrapa al lector es la belleza del lenguaje que lo adentra en la vida que una niña y su abuela llevan en la tranquilidad del pueblo: “Es un libro entrañable, íntimo, muy íntimo. Creo que Tamangur entra por los sentimientos”.

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