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Fin al "Don Giovanni" seductor y perspicaz que aún perdura en el imaginario colectivo sobre el antihéroe de la ópera de Mozart, inspirado por la obra de Tirso de Molina. El último estreno de la Ópera de París recupera al depredador castigado en un protagonista más parecido al productor Harvey Weinstein.
Su director, el belga Ivo Van Hove, rompe con el mito y vuelve al título original que le dio el músico austríaco, "Il Dissoluto punito" ("El libertino castigado", traducido al español), en parte borrado por la influencia del movimiento romántico, que convirtió a Don Juan en leyenda.
"Don Giovanni es un depredador que vive durante la noche, en el secreto. Para mí es un sociópata, totalmente egomaníaco, egocéntrico, que no tiene empatía por otros hombres o mujeres", dice a Efe Van Hove.
Con ésta, la Ópera de París sustituye la creación de 2006 del cineasta austríaco Michael Haneke, que situó su adaptación en los despachos de La Defense, el distrito de los negocios parisino, con un "Don Giovanni" moderno y teatral, más bien lujoso y con tintes policiacos.
Ahora, el protagonista es un aristócrata italiano de los años 50 que se mueve en la noche entre edificios brutalistas de hormigón, un paisaje similar al imaginado por Giorgio de Chirico en el cuadro "La Plaza" (1913), pero en colores grises.
Aparte de eso, se trata de una adaptación fiel al libreto original de Lorenzo Da Ponte estrenado en Praga en 1787 con música de Wolfgang Amadeus Mozart.
Desde que recibió el encargo del director de la Ópera de París, Stéphane Lissner, Van Hove vio numerosos espectáculos, pero para él "Mozart es muy claro en sus intenciones, en el libreto y en la música".
"He querido rendir homenaje a la intención original de Mozart, para mí estaba claro que había un malentendido enorme sobre esta ópera", dice el belga.
Tan claro como muestran los cinco primeros minutos de la obra: Don Giovanni intenta violar (que no seducir) a Doña Anna y mata al padre de ésta, el comendador, "un crimen mortal innecesario", según Van Hove. Ha seducido a Doña Elvira y ha prometido casarse con ella sin tener intención de hacerlo.
"Es un mentiroso, un asesino y alguien que intenta violar. El hecho de que pensemos que es un héroe viene del romanticismo, cuando se creó una ambivalencia sobre el personaje, como si la mujer quisiera que él la viole. Eso no está en las partituras de Mozart", opina.
El belga, de aire constreñido, ve en las notas del austríaco una pieza negra, brutal, donde el único espacio para la poesía lo ponen las mujeres con sus arias.
"'Don Giovanni' es una historia de todos los tiempos, pero en los nuestros esto ha estallado en la prensa con Harvey Weinstein, aunque hay personajes similares en Francia, en todo el mundo... Ahora está claro que muchos hombres poderosos piensan que pueden abusar de ese poder, y es algo que las mujeres, pero también algunos hombres, no aceptan más", dice.
Era el momento idóneo para devolver la voz a Mozart, en cuya revolucionaria y religiosa obra reflexionó sobre la piedad y el castigo, aprovechó para denunciar los abusos de la aristocracia, la explotación de los trabajadores y mostró la sed de revolución que tomaría forma dos años más tarde del estreno.
"En realidad, Don Giovanni no representa la modernidad sino los abusos del Antiguo Régimen. La 'libertad' que él preconiza no tiene nada que ver con la de la Revolución Francesa, sino con la del más fuerte, que no acepta ningún obstáculo a su gozo", señala el dramaturgo Jan Vandenhouwe, responsable de la adaptación.
La visión de Van Hove, con el barítono canadiense Étienne Dupuis en el papel de un Don Juan que queda como un perdedor -exigencias del guión-, se estrenó esta semana en el Palacio Garnier sin abucheos pero con cierta frialdad, tanto por las actuaciones como por la dirección musical, a cargo del suizo Philippe Jordan.
En la última representación, el 13 de julio, reemplazará a Jordan el director de orquesta madrileño, Guillermo García Calvo.
akc