“Es imposible que en los mil 500 kilómetros por 60 de ancho del Tren Maya no haya saqueo”, afirma el investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Felipe Echenique, quien en mayo de 2020 hizo una denuncia ante la Fiscalía General de la República (FGR) alertando por la destrucción de monumentos históricos en dichas obras junto a su colega Juan Manuel Sandoval, autor del documento complementario “La construcción del Tren Maya y la destrucción de patrimonio arqueológico en la península de Yucatán”. Entonces se habló de una presunta destrucción, pero ahora ésta documentada por Echenique y Sandoval.
Para el arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer, quien ha denunciado acoso laboral por parte de autoridades del INAH tras difundirse, hace cuatro meses, una carta sobre la destrucción arqueológica, no hay que ir tan lejos y pensar en los Juegos de Pelota o los grandes Entierros, sino en el más insignificante tepalcate, “símbolo y constancia para grandes teorías de la humanidad”.
“Nunca imaginé que el propio INAH se convirtiera en el depredador número uno. Se dice que el INAH está viviendo su mejor época; se dice incluso que el INAH es la gallina de los huevos de jade; y sí, el INAH se ha convertido en la gallina de los huevos de papel porque todo es deleznable”, dice el arqueólogo, quien participó ayer en “Tren Maya. Testimonio desde la historia y la arqueología”, mesa de análisis coordinada por el investigador adscrito al INAH, Bolfy Cottom, con la participación de los arqueólogos mencionados, en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto.
Tanto Echenique como Sandoval han sido ”testigos vivientes” de la destrucción arqueológica masiva: en abril, durante el último recorrido que hicieron por el que, en palabras de Cortés, es “el dragón de siete cabezas”, se percataron de la gravedad de los daños; ahora en el Tramo 7 del Tren Maya, donde hay más vestigios que no han puesto en valor. Denuncia que se suma, por ejemplo, a los restos de una estela encontrada en marzo de 2022 en Tenabo, Campeche (Tramo 3), donde los ejidaritaros cuestionaron por qué, entonces, el INAH había liberado dicha obra.
“Los campesinos no están en contra, pero quieren que se hagan museos y que no se destruya el patrimonio”. Otro ejemplo en el Tramo 3 es el del camino de Izamal a Cancún, en el que una empresa utilizó dos de los 30 kilómetros de un Sacbé —antiguo camino maya— para que los camiones cargados de material transitaran, cubriendo y compactando con tierra una senda de valor antropológico. “Hay muchos casos más, como el de la directora del Centro INAH Campeche que en 2019 fue una de las primeras en denunciar la destrucción de una zona arqueológica en Candelaria”, abunda Sandoval.
“La penúltima vez que fuimos no sabíamos a dónde dirigirnos, no había información. Pero donde pudimos ver las máquinas en acción fue en el Tramo 7”, dice Echenique.
En noviembre de 2021, en Chakanbakán, zona donde trabaja Cortés, autoridades ejidales abrieron un camino en la carretera, rompiendo el cerco de protección por 2 kilómetros y pasando por encima de 20 estructuras arqueológicas. En abril, Sandoval y Echenique contabilizaron alrededor de 100 estructuras de diferentes tamaños que iban a ser destruidas en unos cuatro kilometros de la reserva forestal de Tres Garantías.
A Echenique también se le contó que en el Tramo 7 se utilizaron 10 camiones para saquear material arqueológico; le pareció verosímil, pero no quiso indagar en el caso porque, además de tratarse de un delito federal, sabía que denunciar, ver el rostro de los saqueadores o tener contacto con alguno de ellos son acciones que bastan para poner en peligro su vida. A ambos les sorprende que, en su momento, Diego Prieto, director del INAH, haya declarado que nunca se esperó encontrar tantas piezas arqueológicas, puesto que ellos lo advirtieron: “Es una falta de información decir algo así, porque están los registros arqueológicos", precisa Sandoval.
Por su parte, Cortés afirma que no quiere ser recordado como un traidor a la patria; que alguien le pregunte, en el futuro, por qué no defendió el Tramo 7, el patrimonio de la Península y del sureste: “No soy un traidor a la institución y conozco perfectamente la Ley General de Monumentos Artísticos y sé hasta dónde podemos llegar”.
Echenique complementa que si se les señalara que están difamando e injuriando a alguien, ellos les harán frente, mientras que Cottom afirma que si el Estado quiere destruir a alguien, lo hará aunque no tenga evidencia, por lo que lo importante es abrir las vías de comunicación y debate para alcanzar una visión objetiva.
En el conversatorio, la investigadora del INAH, Rosa María Garza Marcué, recordó que al Presidente se le entregó, en su casa de campaña, una carta firmada por 500 especialistas, entre los que se encontraban Toledo y López Austin, sobre las dificultades del proyecto, poniendo sus conocimientos a disposición del Ejecutivo, pero fueron descalificados.
El Tren Maya, concluye Echenique, proviene de un proyecto carretero, parte del Tratado de Libre Comercio, que en tiempos de Salinas se llamó “Mecanismo de Diálogo y Concertación Tuxtla Gutiérrez” y fue cambiando en cada sexenio. La diferencia es que, mientras otros sólo llegaban a Yucatán o Cancún, López Obrador sí consideró abarcar toda la Península. ”Se plantean 33 nuevas ciudades: parques eólicos, parques industriales. Estos cuates piensan que el territorio está vacío. El peor saqueo será después”.