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En el más reciente Anuario Estadístico de Cine Mexicano de 2018, un estudio que desde hace casi una década lleva a cabo el Instituto Mexicano de Cinematografía, de las 186 películas producidas en ese año, 79 fueron documentales, y de esas 79 cintas, 47 fueron documentales dirigidos por mujeres.
Ese género cinematográfico que en la definición de Aurelio de los Reyes ha pasado “de lo histórico a lo didáctico y del menosprecio a una de las principales formas de expresión para plasmar la cruel realidad” ha encontrado en la propuesta hecha por mujeres cineastas una mirada distinta en el abordaje de temas nacionales como la violencia, la inseguridad, los feminicidios, las luchas de las mujeres; son historias que suelen tener protagonistas femeninas.
Luciana Kaplan (Argentina-México, 1971) ha trabajado historias de mujeres como la activista Eufrosina Cruz Mendoza en “La revolución de los alcatraces” y Marichuy Patricio Martínez, candidata independiente a la presidencia que protagoniza su cinta “La Vocera”; Sandra Luz López Barroso (Oaxaca, 1984), ha explorado como pocos y la ha planteado en dos cintas, la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca donde prevalece una población afrodescendiente; y Jacaranda Correa (Ciudad de México, 1969), quien ha dado cuenta del mundo trans a través de documentales como “Morir de pie”.
Correa asegura que este género cinematográfico hecho por mujeres ha ganado premios y circula en festivales nacionales e internacionales, “sé que nos hace falta conquistar espacios, sé qué nos falta igualdad pero estoy convencida que en el terreno de las documentalistas mexicanas están contando unas cosas muy potentes y se han metido a temas, no digo que no lo hayan hecho los hombres,, pero las mujeres estamos contando cosas muy fuertes y estamos metidas en un terreno de mucha producción”.
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Convocadas por EL UNIVERSAL, las tres cineastas confirman que el documental en los últimos ha alcanzado una gran potencia a través de las historias contadas por mujeres, “no se ha manejado por cuotas de género sino por la creatividad, la creación, el compromiso y las ganas de contar historias y hacer cine, ahí es donde te das cuenta que es un terreno con gran poder femenino”.
Kaplan, directora de “Rush Hour” donde sigue la vida de dos mujeres y un hombre que sobreviven en tres centros urbanos contemporáneos: Estambul, Los Ángeles y Ciudad de México, afirma que el cine femenino habla de temas sociales, “creo que nos enfocamos más en los personajes, ¿qué es lo que les pasa?, ¿qué sienten?, no se trata de hacer panfletos, no sólo es hablar de la violencia, pero hacemos ciertas preguntas sobre lo qué implica estar en este contexto?
Sandra Luz López Barroso, quien ha empatado sus dos carreras, la antropología con el cine, tuvo su acercamiento con la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, donde ha filmado sus dos películas, a través de las mujeres, “la resonancia que planteó tiene que ver con mujeres en un contexto muy complejo de muchas limitantes a nivel económico que rompieron las reglas en una comunidad rural de 3 mil habitantes, son mujeres independientes que hacen lo que quieren”.
López Barroso, quien estrenará su cinta “El compromiso de las sombras”, asegura que como muchas mujeres de este país, ella creció con su madre y con su tía, “fue un acuerpamiento y crianza femenina y cuando yo llego a la Costa Chica conozco a doña Catalina Noyola Bruno que es una mujer de casi cien años que no sabía leer ni escribir y que era una bailadora del son de artesa y cuando bailaba la artesa era como si rejuveneciera 30 años. Eso me atrapó y en ese universo continuaré”.
Mirada de mujer
Un género en búsqueda de espacios
Las tres cineastas son creadoras, productoras y gestoras, están siempre a la conquista de nuevos espacios donde se presenten y se exhiban sus documentales, pero además todas están en varios trincheras, incluida la de la docencia. Jaracanda Correa impulsó la maestría en documental y la coordinó por año y medio, además forma parte de la Cátedra Latinoamericana de Narrativas Transmedias; Luciana Kaplan coordina el curso de documental en el Centro de Capacitación Cinematográfica desde hace más de siete años; y Sandra Luz López Barroso da talleres y asesorías de cine, en Oaxaca.
“Todo esto me ha llevado a preguntarme sobre muchas cosas, sobre la práctica documental, para quién contamos, el que nuestros documentales se queden parados en algunos festivales nada más o que lo vea tan poca gente. Estas preguntas me llevaron a crear una barra de documentales en Canal 22, titulado Visión periférica, pero la gran mayoría de documentales que se producen en este país se quedan en un circuito muy pequeño, te preguntas si a lo mejor tenemos que seguir pensando que somos creadores de nicho o no”, se plantea Jacaranda Correa.
Para la cineasta y periodista una de sus grandes aspiraciones para este tipo de prácticas documentales es hacer lo que hace Argentina y Colombia, es decir, apropiarse de los espacios públicos y tomar la ciudad como un lienzo. Sabe que lo hacen festivales como Ambulante o DOCSMX, pero deben ir más allá.
Luciana Kaplan asegura que hay mujeres documentalistas muy brillantes que se han preparado durante muchos años y que tienen mucho que decir; señala que las escuelas de cine han ayudado mucho, les han dado herramientas.
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“Creo que sí se han dado las herramientas para que uno pueda tener esa posibilidad de contar, hay cada vez más talleres, más conexión con el extranjero donde también hay becas y apoyos, se ha generado todo un ambiente que permite la producción, está Ambulante Más Allá, que también ha abierto espacios para otras voces y que ha apoyado a las mujeres para que cuenten sus realidades desde su propia voz. Hay una producción que tiene un eco y un apoyo y posibilidad de exhibirlo en México y en el extranjero; eso anima a más mujeres a seguir contando estas historias y a seguir produciendo”, afirma Kaplan.
La cineasta reitera que hay una nueva generación de documentalistas muy jóvenes, “yo coordino el curso de documental en el Centro de Capacitación Cinematográfica, desde hace más de siete años, sí he visto alumnas que se han consolidado en un estilo, que ya van por su segunda película, son los trabajos que muchas veces brillas durante los festivales”.
Para estas tres creadoras el documental es la posibilidad de meterse en una temática durante un tiempo bastante largo, porque en general los proyectos siempre duran tres años o más, y todo ese tiempo es de reflexión y preguntas que al final lanzan al espectador para que trate de responderlas.