Ciertos hechos que, enturbiados por el paso del tiempo, no le quedan claros a la actriz Verónica Langer en su historia familiar de exilio y migración, son explorados en el unipersonal "", que se presenta el 22 y 29 de septiembre, a las 20:00 horas, en el Foro Víctor Hugo Rascón Banda (Héroes del 47 #122, San Mateo Churubusco) como parte del primer Festival de Monólogos, anunciado por el Centro Cultural y Académico Teatro Casa de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el Centro Cultural Helénico y la Sociedad General de Escritores de México (Sogem).

En la inmersión al propio pasado, que explora Langer en el guion escrito a cuatro manos con Noé Morales Muñoz, bajo la dirección escénica de Juan José Tagle, se diluyen lo real y lo ficticio. Los bordes de la verdad, enterrada varias décadas atrás, están en el primer exilio familiar, cuando la madre, que era judía, y el padre, del que después descubrió que era mitad judío,  escaparon de Viena, Austria, en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.

"Había ciertos hechos que quería aclarar y que me llevaron al encuentro con cosas que yo desconocía; cosas que me sorprendieron e impactaron. Como soy actriz, lo que me tocaba hacer era montar todo esto en una obra de teatro. Para mí fue muy impactante enterarme de que en mi familia hubo víctimas del holocausto, personas que fueron asesinadas por los nazis".

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Más allá de que sus padres fueran migrantes a causa de la guerra, la historia se repitió, pero ahora en Buenos Aires, Argentina, poco antes del inicio de la dictadura militar, en medio de un clima que ya era insostenible. El segundo exilio la llevó hace medio siglo a México, que tiene una larga historia de asilo político.

"La migración no es algo que se borre de la noche a la mañana. Se dice que ese despojo de todo lo que se tiene, el caso de mi familia, se lleva hasta la cuarta generación; esa sensación de haber sido expulsado deja una huella no sólo en las personas que la viven, sino en muchas generaciones".

El desarraigo, continúa, trata de ser sobrellevado. Desde que uno nace, se construye la pertenencia con la escuela, el barrio, el hogar. "Las personas que lo habitan te dan la identidad", abunda antes de dejar muy claro que es muy diferente irse del país por una cuestión profesional o un deseo, por ejemplo, que se acerca más a una esencia nómada en el ser humano, que irse porque la propia vida corre peligro. "Esto es lo que volvió a pasar en Argentina, cuando se desataron las amenazas terroristas de la Triple A".

"Cuando alguien es arrancado de su país queda como una plata a la que quitan de su lugar, con las raíces en el aire. Algunos sobreviven en ese proceso y algunos mueren, pero es un hecho que la persona se queda sin una parte fundamental de su identidad. Hay algo que se queda de esa identidad perdida, robada".

Los dos exilios que se trazan en la historia de Langer son centrales en la historia del siglo XX y,  en cierto sentido, denotan que la migración y el conflicto son una constante de la humanidad, concluye.

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melc

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