En su nuevo libro titulado “”, el escritor ofrece una galería de personajes, circunstancias y horrores en una pequeña ciudad, donde hay feminicidios y otras tantas violencias, pero en el que no falta el amor y el humor que lo caracteriza, “esta suma de horrores, compone en efecto una situación generalizada donde hay de todo, pero yo salvo la parte del humor, la parte de la alegría, la parte del encuentro amoroso, esos me parecen no sólo mecanismos compensatorios, sino actuantes”.

El narrador y profesor universitario asegura que, en este libro publicado por El tapiz del Unicornio, parte de hechos reales terribles, pero no puede negar que la realidad no es meramente horrible, porque si no sería insoportable, “tiene compensación, pero en efecto, estamos en un momento de suma descomposición, desde luego nacional es evidente, pero también mundial, y tenemos generaciones que no tienen perspectiva, no tienen sentido del futuro, viven de modo inmediato”, afirma.

“Hormiguero” es un desafío y una aventura contado desde el microcosmos una ciudad que refleja la realidad de un país de feminicidios, policías corruptos, mafiosos sanguinarios, familias rotas, youtubers perversos, amistades hipócritas y curas pecadores. Pero es también el escenario en el que se manifiestan el amor, el deseo de libertad, el placer de la lectura, la solidaridad, el inconformismo juvenil.

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“En efecto es un microcosmos que como toda microsituación o microcontexto literario aspira a plantear una realidad universal, aplicable a cualquier zona, y además un momento histórico de la condición humana”, señala Solana Olivares, quien asegura que la novela contiene un proceso literario que es fundamental y que tiene que ver con la forma y el fragmento, que una estructura literaria que a él le gusta mucho.

“El fragmento es la tónica, el lenguaje de este momento tan disuelto, tan disolvente, donde ya no hay grandes procesos unificadores, entonces me pareció importante ir armando una galería de personajes, de circunstancias, y además me planteo un asunto de pasar de la lírica a la prosa, es decir, en vez de donde siempre hay una subjetividad por parte de quien relata, pretendí mostrar y atenerme a las estructuras simples, de sujeto, verbo y complemento”, señala el narrador y ensayista, en entrevista.

El también autor de “La rueca y el paraíso”, “Parisgótica”, “Cuarenta y nueve movimientos” y “Los libros, las palabras, las transfiguraciones”, asegura que él se impuso más la voluntad sustantivar, que de adjetivar; pero sobre quería mostrar a estos personajes como una galería de la realidad para convertirlos en literatura.

“Están extrapolados, llevados al extremo, hay un tono paródico, amargo, pero evidentemente su rasgo nace de lo real, hay además otra circunstancia que en literatura llamamos correlato objetivo donde el escritor se ve a sí mismo y se expone tratando de establecer una distancia. Te diría que no es evidentemente una literatura autobiográfica, pero sí hay mucho de biografía, he ido atestiguando historias y de ahí viene esta necesidad de armar una galería que al final de cuentas reparo que es un hormiguero por el modo en que se procesa”, señala.

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Un “hormiguero” que termina siendo una galería de horrores. “Es una novela horrible en el sentido de que muestra lo horrible, y novela terrible en el sentido de que está planteando una realidad muy descompuesta, son los microdestinos o los destinos individuales que en suma componen un destino individual, está el horror del feminicidio, está la indagación sobre la naturaleza del crimen; aparece este criminal que está en toda lógica oscura y que está en toda sique humana y que es también un componente del proceso escritural”.

melc

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