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“Soy resultado de una porción significativa de la poesía en lengua española”, dijo en 2019 David Huerta al ganar el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019. El poeta que siempre se definió como hijo de la generación del 68 y que se hizo escritor gracias a sus padres: Mireya Bravo y Efraín Huerta, y que fue la pareja amorosa de la escritora Verónica Murguía, murió ayer a los 72 años, víctima de una deficiencia renal, apenas unos días antes de su cumpleaños 73.
Nacido el 8 de octubre de 1949, el poeta, traductor, maestro y colaborador de EL UNIVERSAL desde hace más de 31 años —diario donde publicó hasta hoy su columna Libros y otras cosas— aseguraba que “un poeta está hecho, en buena medida, por los poetas que lo precedieron”.
El poeta mayor que es autor de más de 20 obras, entre ellas Incurable, hizo literatura desde el trabajo laborioso con las formas poéticas.
Apasionado ser humano que se definía como un hombre sencillo: “En el fondo, soy una persona muy sencilla que se plantea complicaciones y problemas grandes para poder escribir”. Justo a David Huerta, la UNAM le dedica a partir de hoy el homenaje “Lumbre de todos los comienzos”, que incluye diversas actividades.
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A David Huerta le interesaban los extremos y la exploración, decía: “Trato de explorar los extremos, como un navegante de los polos muy mal equipado pero muy entusiasta. Me acuerdo de una frase en la que Jean Cocteau, ¿sería él?, se autorretrataba: ‘Los extremos me tocan’; yo querría que algo así llegara a decirse, no de mí sino de mis libros: ‘Los extremos los tocan’, son libros extremosos, incluso extremistas”.
Esas fueron virtudes que le valieron el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019, que le otorgó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “Su maestría, sumada a una indeclinable vocación cívica, se ha impuesto como un modelo para las siguientes promociones literarias, sobre todo a partir de la publicación de Incurable en 1987, que se constituyó casi de inmediato en un punto de inflexión necesario y ya convertido en cauce por el que han discurrido los más diversos caudales”.
Su mirada sobre México
Huerta siempre fue en su obra más allá del acto poético y estuvo ligada a la realidad de México. Cuando en 2015 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Literatura y Lingüística, dijo en entrevista que México tenía muchas heridas abiertas y muchos problemas que lo aquejaban; y que con ese dolor latente había escrito el poema “Ayotzinapa”.
“Este poema lo escribí por Ayotzinapa, pero representa una tragedia nacional, conflictos, crisis, problemas desgarradores cuya solución por desgracia no vemos muy cerca. Creo que a más de un año, ese poema debió haberse llamado ‘México’ no Ayotzinapa’”, dijo entonces el poeta que aún tenía cierto optimismo porque México saliera del túnel de la violencia y las tragedias.
En 2018, al recibir el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco” de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, Huerta evocó el Movimiento Estudiantil de 1968, del cual fue un participante modesto, “un brigadista lleno de fervor y alentado por el intenso fuego que estuvo a punto de consumirnos a todos y nos dejó aturdidos”.
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David Huerta, el poeta que murió justo un día después de conmemorarse el 54 aniversario de la matanza del 2 de octubre, era uno de los poetas vivos más queridos y un ser apasionado. Decía que al 68 le debía “una porción cardinal de lo que soy, de lo que quisiera conseguir, de lo que pienso, de mis convicciones, de lo que no tengo más remedio que llamar: mis ideales”.
Ideales desde los que escribió sus ensayos, prosa y poesía; pues tal como lo dijo al ganar el Premio FIL de literatura en Lenguas Romances, México era un país que vivía en “un quebranto continuo desde hace ya muchos años” y que por desgracia no alcanzaba a ver la luz al final del túnel. por lo que dijo: “No hay razones inmediatas para el optimismo”.
A David Huerta la realidad del país le producía una profunda tristeza y una desesperación muy grande, “el panorama es, no sé si negro, pero sí de un gris profundo. Creo que debemos estar muy atentos a lo que ocurre, defender el sistema de impartición de justicia para perfeccionarlo, para que se conviertan en instrumentos eficaces para la concordia, para la convivencia”, señaló el gran poeta en entrevista, donde también destacaba su vocación por la enseñanza.
El intelectual mexicano dedicó buena parte de su vida creativa al periodismo cultural y a dar clases de literatura en dos universidades públicas, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió Filosofía, letras inglesas y españolas en la UNAM; fue miembro del Sistema Nacional de Creadores, impartió cursos en la Fundación Octavio Paz y la Fundación para las Letras Mexicanas. Fue secretario de redacción de La Gaceta del FCE, miembro del consejo editorial de Letras Libres, Premio Xavier Villaurrutia 2005. Director del Periódico de Poesía y director de la Cátedra Extraordinaria Octavio Paz de la UNAM.
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