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David Huerta Bravo cumple hoy 70 años de vida; tiene cerca de 50 años dedicados a la poesía, su género literario mayor, que ha alternado con la traducción, el ensayo, el periodismo cultural y el magisterio. El autor de Incurable, poema que se divide en nueve capítulos, es considerado un poeta mayor que ha ejercido su obra creativa desde el trabajo laborioso con las formas poéticas.
En el marco del 70 aniversario del intelectual y colaborador de EL UNIVERSAL, sus alumnos, dentro y fuera de las aulas, lo celebran analizando su obra. Emiliano Delgadillo Martínez, Fernando Fernández, Jorge Fernández Granados, Alejandro Higashi y Jezreel Salazar reflexionan sobre sus aportes a la literatura y su pasión por la poesía.
Emiliano Delgadillo Martínez, alumno de doctorado en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, resalta en Huerta “su honda preocupación por las relaciones entre lenguaje, inteligencia y los problemas del conocimiento y la vida. También celebro su arduo trabajo con las formas poéticas, con la tradición hispánica (o mejor, occidental) de la versificación, el ritmo, la métrica y las rimas, pues su interés radica en poner al alcance de ‘la tribu’, como él dice, la capacidad de afianzar o trastocar el sentido de las palabras mediante los recursos más antiguos y eficientes de una lengua”.
El poeta Fernando Fernández elogia su pasión por el lenguaje, su entrega al oficio de la poesía, su conocimiento de la tradición (no sólo hispánica) y su fidelidad a un puñado de poetas emblemáticos entre los que destaca Góngora.
Para el editor, quien publicará en Cataria los ensayos que Huerta ha escrito sobre poesía desde 2007, con el título Las hojas (Sobre poesía), y que aparecerá a finales de noviembre, “todo ha sido una enseñanza duradera para sus colegas más jóvenes, sobre todo en una época, como la nuestra, de ignorancia generalizada y desprecio de la tradición y el oficio. David nos ha contagiado de un sentimiento de compañerismo y fraternidad que lo ha convertido en un poeta especialmente querido por nosotros”.
Agrega que Huerta les ha enseñado el valor de la perseverancia en el oficio y a tener ambición en el arte, a poner las miras en lo más desafiante y aparentemente difícil, y que el trayecto de La mancha en el espejo. Poesía (1972-2011) da más evidencia de ello. “La obra de El poeta David Huerta ha puesto muy alta la marca en la poesía mexicana”.
Para el filólogo, catedrático, investigador y académico Alejandro Higashi, desde sus primeros libros y sin descanso a lo largo de su obra, se debe celebrar la vocación crítica con la que Huerta ha frecuentado temas tan distintos como la identidad del ser o la realidad sociopolítica del México más reciente. “Su poesía se funda en un rigor formal constante, pero guiado siempre por un juicio lúcido que convierte el poema en una vía de conocimiento de la realidad”.
El doctor en Letras por la UNAM Jezreel Salazar afirma que la escritura de Huerta es un espacio de hallazgos constantes y que en Incurable se puede encontrar el arrebato lírico, descocado y liberador, que la búsqueda de transgresión formal y el ansia por refrescar la tradición poética previa. “Están ahí muchos temas y búsquedas estéticas que quizá ahora no aprecio del mismo modo, pero eso da igual: en esa obra me encontré mil veces preguntas y tentativas que siguen siendo valiosas, vigentes y provocadoras. Descubrí ese libro estando en la preparatoria, y desde entonces la obra de David me resulta, una y otra vez, un espacio de revelaciones”.
Las enseñanzas. Emiliano Delgadillo aprendió con Huerta a leer y a escuchar con minucia, detenimiento y pasión la poesía hispánica de los Siglos de Oro: Garcilaso, Fray Luis, Fernández de Andrada, Góngora, Sor Juana. “Él me enseñó a discernir el mensaje poético de su forma y a sopesar el justo valor de ésta, tantas veces menospreciada”.
En sus clases, dice, repetía cada tanto “la forma es contenido manifiesto” para señalar cómo también ella produce sentido, significación no menos valiosa que lo que dice el poema. “Me ayudó muchísimo a mejorar mi prosa, a fuerza de poner libros en mis manos y de corregir las cuartillas que devolvía llenas de signos ortotipográficos, para mí entonces desconocidos”. Recuerda las varias veces que le dijo: “Escribir bien es escribir como Borges”.
Salazar asegura que para las generaciones posteriores, Huerta significa una manera de posicionarse en el panorama literario de un modo diferente al del elitismo cultural. “Quien lo escucha hablar y conoce su empatía, su trato accesible y su capacidad de escucha, comprende que para David Huerta la escritura no puede ser un pretexto para el egocentrismo, la pedantería o la presunción de privilegios, sino un espacio de encuentro y diálogo”.
Alejandro Higashi encuentra que en David Huerta coincide un poeta de trato afable, siempre sonriente y entusiasta, y una obra de las más rigurosas y demandantes del siglo XX. “Eso favorece el acercamiento de las nuevas generaciones a la persona y la lectura de su obra en distintos planos. Se trata de una obra oscura por momentos que brota de una personalidad luminosa; en el centro de esta paradoja, las comunidades de jóvenes han encontrado un espacio para el diálogo intergeneracional invaluable”.
Salazar dice que es invaluable en Huerta su pasión por la lectura, su compromiso docente y su deseo de compartir saberes literarios. “Y sobre todo ese valor humanista que persiste como un signo de su personalidad: enseñar el cuidado de la palabra en tiempos en donde la demagogia, el denuesto y la banalidad son las formas dominantes de expresión en el espacio público, una responsabilidad que es necesario preservar y celebrar”.
Delgadillo Martínez aplaude “los modos de su amistad” que, dice, son siempre humildes, generosos, plenos de amor; también su rigor filológico y su amor por el conocimiento que bien pueden cifrarse en las palabras escritas a propósito del poeta antillano-francés Saint-John Perse, tan admirado por él: “Los poetas trabajan con el inmenso patrimonio de las lenguas humanas. Es un tesoro común; pero ellos lo exploran y lo explotan sin cesar, a veces minuciosamente, siempre con una voluntad de llevarlo lejos, lo más lejos posible: plus ultra, como dice el lema de los formidables navegantes del siglo XV”.
“Enhorabuena por el gran Davo, en sus celebraciones de la vida y la poesía”, dice Delgadillo Martínez.