Los cambios en la ruta del Tren Maya han generado expresiones de crítica y de preocupación por parte de arqueólogos, quienes señalan que algunos de los más de 6 mil cenotes y cuevas de la Península de Yucatán podrían resultar alterados o destruidos, lo que representaría una pérdida para el patrimonio subterráneo del país, pues ahí hay vestigios, altares, vasijas; así como restos humanos y animales.
“Hay un enorme patrimonio in situ. Hay todo tipo de vestigios y toda la huella no sólo de la cultura maya , sino de los primeros pobladores de América. Somos un área privilegiada y única en el mundo, en ningún otro lugar se conjuga lo que tenemos aquí: sistemas enormes de cuevas inundadas con paisajes bellísimos, y lo más importante es que contienen la vida de la península, que es el agua, es un factor que hay que tomar en cuenta. Todos los que vivimos en la Península dependemos de este Gran Acuífero Maya (GAM) ”, señala el arqueólogo Guillermo de Anda.
Hace unos días se dio a conocer que la ruta del Tren Maya —uno de los megaproyectos de la actual administración que está a cargo del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur)— había sido modificada, en especial en el Tramo 5, que atraviesa Quintana Roo . Por ello, fue lanzada la petición “No al Tren Maya sobre los cenotes y cuevas de Quintana Roo”, en la plataforma change.org, a la que se han sumado arqueólogos como Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor, y que hasta el momento ha sido suscrita por más de 61 mil usuarios.
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La preocupación de los especialistas deriva en que en el área de Yucatán hay cerca de 3 mil cenotes y cuevas, una cantidad similar en Quintana Roo, más los de Campeche: “Estamos hablando de cuando menos 6 mil 500 cuevas. Imaginemos todo el valor que tienen estos lugares y que si no se protegen, se podrían perder por turismo mal encausado, desarrollo urbano, en fin, un problema complejo que no remite únicamente al Tren Maya”, indica De Anda.
Las cuevas y cenotes son de suma importancia; de acuerdo con diferentes estudios, “los mayas tienen una tradición muy fuerte de adoración a las cuevas”, en muchas “hay vestigios. Los antiguos mayas y los primeros pobladores de América convivieron con estas cuevas, eran parte muy importante de su vida cotidiana, ritual y religiosa. Debemos considerarlos todos como espacios en donde muy probablemente hay yacimientos arqueológicos, sostiene el arqueólogo.
En algunos de esos sitios subterráneos se han encontrado altares, cerámica, restos humanos, restos animales, etc. elementos que, dice De Anda, han contribuído a responder “muchas preguntas que no habían podido ser contestadas y que gracias a este sistema de cuevas estamos teniendo respuestas. Los vestigios arqueológicos y paleontológicos que yacen debajo de la tierra, de los cuales aún no tenemos conocimiento ni registro, no me atrevo a dar un porcentaje pero debe ser altísimo, por todo lo que nos falta descubrir, investigar, documentar y, sobre todo, proteger”.
El registro, protección y estudio del patrimonio cultural sumergido es parte de los objetivos del proyecto GAM. Foto: Ricardo Castillo
Una preocupación real
El arqueólogo Guillermo de Anda , director del Proyecto Gran Acuífero Maya, ha explorado las cuevas y cenotes de la Península de Yucatán por más de 30 años. Tras su experiencia señala que es “un gran privilegio tener todo ese patrimonio y es preocupante cualquier cosa que pudiera de alguna manera causar un impacto, alteración o daño. Son muchas las razones por las que debemos estar alertas y pendientes de cuidarlo y protegerlo”
En colaboración con el GAM, hace tres años Robbie Schmittner pudo determinar la conexión de dos sistemas de cuevas inundadas: Sac Actún y Dos ojos, “esto se constituyó en el sistema de cueva inundada más largo del mundo. Tenemos ya casi 400 km de él, que no sólo es importante por su extensión, sino por su arqueología. Hay una serie de sitios arqueológicos importantes, como el cenote Hoyo Negro —donde se encontró a Naia, una joven que vivió hace casi 13 mil años— más todos los que no hemos encontrado. Cuando menos en Sac Actún debe de haber 190 sitios arqueológicos en función de los registros hecho”.
Precisamente esa interconexión de sitios hace que, en caso de un colapso, “la repercusión viaje por varios kilómetros”.
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Ahora con la construcción del Tren Maya surge la preocupación. Por las características de esa región, ¿el suelo toleraría el peso y las vibraciones?, se le cuestiona al especialista. “Probablemente no, dada la experiencia previa que tenemos en las carreteras donde hay cenotes cercanos, ha colapsado la corteza de tierra calcárea que recubre esos sitios por la vibración de maquinaria, por el paso de los coches, aunque es muy difícil determinar dónde habrá colapsos y qué zonas son más susceptibles”.
De hecho, indica De Anda, hay cuevas en las que por arriba pasan carreteras, algo notorio porque “el agua está más turbia”.
“¿Cómo afecta un tren como el que se planea? No lo puedo contestar, pero claro que debe de haber una afectación debido a que representa un peso, hay ciertas vibraciones. También desconozco a qué distancia de las cuevas y cenotes debe pasar el tren; en este punto es algo imposible de contestar, porque aquí necesitamos equipos de expertos en estructuras en resistencia de materiales. No sería ni fácil ni rápido ni muy barato. Lo que sé es que hasta hace pocas semanas se pensaba mandar la ruta del tren paralelo a la carretera, enfrente de los hoteles, pero decidieron cambiar la ruta y meterla a la selva. Lo que sí puedo decir es que a 20-25 km de la costa sigue habiendo cuevas, cenotes y sitios arqueológicos. Espero que exista un estudio de impacto ambiental que nos diga cuál sería el nivel de afectación y que determine cuáles son las características subterráneas. La ruta del tren habrá que determinarla con mucha consciencia”.
El especialista enfatiza que independientemente del motivo por el que se registre un colapso, sólo el incidente provocaría alteraciones en los contextos arqueológicos, pues se podrían destruir aquellos objetos y artefactos “para siempre”.
El arqueólogo Guillermo de Anda explora la Cueva Balamkú, un santuario milenario maya ubicado en las entrañas de Chichén Itzá. Foto: Karla Ortega
¿Sería viable extraer los objetos que forman parte del patrimonio subterráneo?: “Es una labor imposible, no deseada, porque tenemos un nivel de conservación tan importante que vale la pena conservar todo ahí. Hay materiales que podrían extraerse, si se hace con el cuidado adecuado, pero yo pregunto por qué querríamos sacarlo, si es por un rescate arqueológico se justificaría, pero pensar en sacar estos materiales que ni siquiera tenemos cuantificados y dónde están, en ese caso el INAH tendría una labor titánica y prácticamente imposible de llevar a cabo. Además, una vez que se altera un contexto se pierde mucha información, entonces lo que queremos es agotar las instancias de estudio in situ”.
De Anda prefiere no especificar posibles afectaciones en un lugar, pues cada uno de los vestigios en las cuevas y cenotes tienen cierto valor histórico. Además, aún falta mucho por estudiar e indica que ahí existe trabajo para varias generaciones, aunque “el reto principal es que siga existiendo, pues es la razón de ser de nuestra investigación”.
EL UNIVERSAL
buscó al Fonatur para conocer qué estudios ha realizado para garantizar la protección del patrimonio arqueológico subterráneo en la ruta del Tren Maya y cómo harán para evitar colapsos que generen alteraciones en contextos arqueológicos, pero argumentó que por la veda electoral “no estamos generando información”.
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EN LA ZONA
20-25 KILÓMETROS hacia adentro de la costa sigue habiendo cuevas, cenotes y sitios arqueológicos.
2 mil KILÓMETROS de cuevas inundadas, como mínimo, existen entre la zona de Tulúm y Cancún y ese número sigue en aumento.
Guillermo de Anda
Arqueólogo
"Imaginemos todo el valor que tienen estos lugares y que si no se protegen, se podrían perder... es un problema complejo que no remite únicamente al Tren Maya”