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Tres meses después del festival Avándaro, considerado el Woodstock mexicano, se llevó a cabo otro evento lleno de rock y psicodelia: Prometeo Espectáculo Pop, del que poco se habló por la polémica que desató al presentarse en el Palacio de Bellas Artes.
En el mismo escenario donde se presentan ballets clásicos y prestigiosas orquestas con las composiciones de maestros como Beethoven y Vivaldi, se llevó a cabo un concierto de rock, acompañado de bailarinas desnuda, luchadores y faquires.
Las mentes detrás de este evento fueron el artista Arnaldo Coen -que está por inaugurar una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno- y sus hermanos Amilcar y Aristides.
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Prometeo atrajo a una audiencia afín. En una crítica publicada en EL UNIVERSAL, se detalló que “por primera vez en la historia del Bellas Artes las taquillas estaban ocupadas por puros chavos de mata espesa y larga con atuendos sicodélicos, no sangronadas”. Pero el autor también describió alborotos, provocaciones y una gran nube de humo que, aunque aclara que se trataba de tabaco, se ha registrado que se trataba de marihuana.
“Este evento, en el contexto del festival de rock Avándaro, desató las críticas más férreas de la derecha, logrando además de una censura generalizada al rock en México, a la destitución del entonces director del INBA”, se lee en el resumen del libro “Prometeo 71” (Trilce, 2022), escrito por Federico Rubli Kaizer, en el que se presenta la investigación histórica del suceso y registra su impacto cultural.
Bellas Artes agarra el patín
13 de diciembre de 1971
Por Jesús Luis Benitez
Y por primera vez en la historia del Bellas Artes las taquillas estaban ocupadas por puros chavos de mata espesa y larga con atuendos sicodélicos, no sangronadas: desde la sofisticación del xipiteca hasta la autenticidad del ondero de coraza. Y por primera vez estaban en la cartelera tres grupos de rock, tres que iban a tupirle al instrumentaje en escena, ¡en la sala principal del mamuth blanco y sagrado!
Parecía un sueño, pero era la neta: se trataba de la presentación de “Prometeo, espectáculo pop”, organizado por los Coen (Amilcar en la onda musical, Arnaldo en el patín del diseño y Aristides coordinando tocho).
No cabía ni siquiera un vil incienso en todo el palacio. Y en el foro hubo de todano: nenas sicodélicas, grupos de rock, tragafuegos, faquires, bailarines danzoneros, luchadores, cantantes en onda de la edad de las viudas del jazz, et al.
Participaron tres grupos roqueros, a saber: Peace and Love, Dug Dugs & Javier Bátiz y una bandita de blues en la que están, vean nomás, caray: Horacio Reni, Javier de la Cueva, Max Nava, César Sánchez, Yoyo Afro Choco, Clemente Flores y Jesús Barrón.
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El azote fue que el personal allí presente estaba de lo más seco. Se pusieron lorenzos con Bátiz y no pelaron para nada a los chavos del bandón que estaban muy efectivos.
Pero no fue ese nada más el azote: chavos nacos fumaban (tabaco), chiflaban y gritaban insultos y todo lo imaginable. Cuando salió un cuate a pasar rollos del espectáculo, por poco y lo linchan, no lo dejaban hablar y tuvo que salirse del bolero, sin poder lanzar las netas que llevaba preparadas, que mala onda, ¿no?
Pero es la plebe, que nunca falta. En cambio, cuando se trataba de escuchar rock, se escuchaba muy acá, entrando en la onda mu mien.
Un ejemplo: Peace and Love metió a los cuates en su música y logró que ellos se metieran en la onda del grupo, logrando que hasta el telón metálico se cimbrara. Igual pasó con Javier Bátiz, quien logró que la chaviza exigiera tres números más de los tres que concedía el tiempo de función a cada grupo. Los Dug Dugs, en cambio, están en la calle; una porción enana de la concurrencia aplaudió, pero en general no gustaron; y es que el vocalista cada vez quiere parecerse más a Ian, el cantante del gran Jethro Tull.
Por lo demás, todos los agregados que le metieron resultaron más bien nefastos, es decir: la incongruencia y la dispersión llamaron tochos los planes, porque con tantas ondas no se logró unificar las vibraciones del espectáculo, para meter al público en él. El rock sí prendía a los ñeros, pero en todo lo demás la debilidad e ingenuidad de la presentación hacían que la gente se saliera. Y eso tronó a “Prometeo” gachamente.
Bien, en cambio, para las autoridades que ¿quieren alivianarse?, ojalá y presenten más ondas de este tipo, pero exigiendo un mayor nivel de calidad, ¿no?
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