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He escrito bastante sobre la forma eficiente que tiene la Patria para satisfacer el afán de gesticulación que sobrecoge compatriotas aficionados a ostentar méritos que, con frecuencia, son hechizos: es la gesticulación a la manera de Rodolfo Usigli; la “decepción” (en el sentido de engaño) que analizó Jorge Cuesta, el fingimiento que estudió Samuel Ramos, el enmascaramiento que denunció Octavio Paz, etc.
En 1943, en La mentira de México, Paz escribió contundente: “La mentira inunda la vida mexicana. Ficción en nuestra política electoral; engaño en nuestra economía, que sólo produce billetes de banco; mentira en los sistemas educativos; farsa en el movimiento obrero (que todavía no ha logrado vivir sin la ayuda del Estado); mentira otra vez en la política agraria; mentira en el pensamiento y en el arte; mentira por todas partes y en todas las almas. Mienten nuestros reaccionarios tanto como nuestros revolucionarios; somos gesto y apariencia y nada, ni siquiera en el arte, se enfrenta a la verdad.”
Que la renovada intensidad de la gesticulación ocurra durante la proclamada “renovación moral” de la Patria, lidereada por un caballero dado a denunciar la hipocresía de la clase política, sólo le agrega sabor al asunto. Por ello asombró que un hipócrita trepidatorio de nombre Ricardo Monreal, aficionado a navegar el cielo en un helicóptero perito, ameritó ser censurado por la presidentA misma. El legislador se sometió y pidió perdón con una contrita tonada de cura pueblerino, demostrando así que es hipócrita y sumiso, pero no pendejo.
Hace una semana me referí a un trabajo titulado “Entre la transa y la farza” de Jesús Garza Onofre y Javier Martín Reyes (en línea). Se trata, a fe mía, de un escrito importante. Luego de referirse al plagio de las tesis de licenciatura y doctorado de la togada Yasmín Esquivel, como “un escándalo mayúsculo y de la mayor relevancia pública”, los investigadores enumeran 11 reconocimientos y doctorados más que le han sido otorgados por agrupaciones de méritos endebles y hasta por el Tribunal Superior Agrario, que estableció el “Reconocimiento Ministra de la Suprema Corte de Justicia Yasmín Esquivel Mossa” y que le fue solemnemente entregado a la togada Esquivel Mossa.
La togada se halla dedicada a ejercer unas cada vez más compulsivas apariciones en los medios de comunicación, sobre todo en los que difunden ideología de la Cuarta transformación. Además de denunciar que las denuncias sobre sus plagios han sido “cobardes” y “políticas”, la togada se promueve para lograr el año que viene, cuando el Pueblo sabio elegirá al Poder Judicial, ser la nueva Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Esta quincena, la togada recibió el honor número 12: el “PREMIO INTERNACIONAL ALMA 2024 EN LA CATEGORÍA DE PROCURACIÓN DE JUSTICIA”. Es un premio internacional que le concedió una “Alianza de Líderes Mundiales” (ALMA), que preside una abogada Nallely Gutiérrez Gijón, tiene presencia en 20 países y “reconoce a personalidades influyentes en diversos ámbitos”. (Su sitio web tiene 240 seguidores.) Los periódicos registraron que “Yasmín Esquivel expresó su emoción por recibir este premio a través de su cuenta de Facebook” y que “este reconocimiento la impulsa a continuar trabajando por una justicia más accesible para los mexicanos.”
Y agregó la togada: “México necesita líderes empoderados, capaces de fortalecer vínculos que contribuyan al engrandecimiento y progreso de la nación que se lograrán si todos caminan con rumbo definido.”
A caminar, pues.