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Cristina Rivera Garza, galardonada con el Premio Pulitzer de Biografía por su obra "El invencible verano de Liliana", ha hablado en distintas ocasiones de su quehacer literario, a través del que busca acercarse a las y los lectores para que lleven al ejercicio de leer a otro estado, en que no sólo contemplen, sino que tomen un papel activo de crítica, pues para la escritora esa es una forma de subvertir el lenguaje.
La escritora mexicana no descuida la trama de sus historias cuando atiende a otras necesidades que, en la historia de la literatura, no han tenido el cuidado que requieren, así lo expresó en una entrevista, concedida al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, hace un año.
Para Rivera Garza es importante detectar las características que han marcado el lenguaje hegemónico para, de esa manera, adentrarse en alternativas subversivas que propicien una relación activa entre escritores y lectores, pues concibe que su obra surge mediante una clase de "co-autoría".
"Me interesa la lectura que se propone reactivar, despertar el lenguaje; escribimos con lenguajes heredados, lenguajes hegemónicos y dominantes, me parece que, parte de mi tarea, es subvertir, cuestionar, explorar precisamente el estado de este lenguaje".
Cristina adjudica parte del poder de su escritura a su entorno, pues asegura que las historias que narra no le pertenecen del todo, ya que -si bien- pueden estar inspiradas en su propia experiencia, esta no se ha construído sola, sino que también es propiedad de las personas que forman parte de su vida, que la rodean u propician las circunstancias que tiene lugar día a día.
"Quiero enfatizar que, cada vez que estamos escribiendo, estamos escribiendo sobre materiales ajenos, incluso si estamos tratando temas tremendamente personales: no vivimos solos, no vivimos aislados, nos hacemos con otros, utilizamos este lenguaje que tomamos prestado, de nuestra vida cotidiana, de las comunidades que lo producen"
A este ejercicio lo denomina como "desapropiación".
Para la escritora es mucho más útil pensar en la escritura como un lenguaje que ayuda a conectar con el alrededor, que a través de la idea romantizada de la o el escritor aislado, que encuentra inspiración en la soledad y el silencio.
"Al menos esa es mi ilusión, es un contacto mucho más orgánico con nuestros lectores, que la literatura no es sólo esto que le corresponde a unos cuantos en la sociedad, porque así están destinados a hacerlo, sino que también es un proceso de una posible compartencia, con una articulación más completa con aquellos que dedican su tiempo leyendo nuestro libros", explicó.
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Para ella, la lectura se vuelve una relación que, como cualquier otra, tiene altos y bajos, acuerdos y disentimientos.
"Son una parte fundamental y activa, este acompañamiento es genuino, esa relación activa, de co-autoría, es de una gran complicidad".
Busca que la escritura sea una práctica de la comunidad, que exista colaboración de quien escribe como de quien lee: "en su raíz misma ya es plural, porque nuestros instrumentos de trabajo y la energía con la que trabajamos nos viene de otros".
melc