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Son inmensos los paralelismos que la escritora Cristina Rivera Garza encuentra entre el pasado y el presente de la migración y los grupos migrantes que cruzan el territorio mexicano rumbo a Estados Unidos, “hay un ciclo cruel ahí, un ciclo de una economía de la devastación que tanto entonces como ahora se nutre de la vida y la fuerza de trabajo y los cuerpos de los más pobres”.
Ese pasado y presente se entrecruzan a profundidad en “Autobiografía del algodón”, la reciente novela de Rivera Garza, en la que urde la historia de sus ancestros que fueron migrantes y que la llevan a señalar que “Es urgente una reforma migratoria ya. Es urgente destruir ese muro trumpista. Y lo digo no con una visión utópica: el muro y (la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE en inglés) son mucho más recientes que una frontera que ha visto florecer comunidades transfronterizas por mucho tiempo”.
La narradora nacida en Matamoros, Tamaulipas que en la actualidad radica en Houston, Texas, asegura que las historias migratorias son difíciles de contar porque son historias traumáticas. No son el tipo de cosas de las que se hable a la ligera en una sobremesa, “al menos, ese nunca fue el caso en mi familia”.
Reconoce que para poder llegar a su médula hay que tocar el cuerpo y sus heridas, hay que enfrentar la materialidad de los hechos, y sus resonancias en los cuerpos y los entornos de hoy. A ella le costó muchos años y una veintena de libros escribir éste. “Al inicio yo solo sabía que había llegado el momento, tanto personal como literariamente, de abordar uno de los grandes enigmas de mi vida”, el reto fue traerlos a la letra escrita.
La autora de “Nadie me verá llorar” y “El mal de la taiga” dice que cuando escribía este libro las noticias sobre las caravanas de migrantes centroamericanos aproximándose a la frontera México-Estados Unidos inundaban las redes sociales; se hablaba de grupos de mujeres y hombres que caminaban por todo el territorio nacional, temerosos y hambrientos, valientes, decididos. “Pensé mucho en mis abuelos en esos momentos”.
“Mis abuelos paternos dejaron el altiplano a inicios del siglo XX y llegaron a pie hasta las minas de carbón de Coahuila, para luego establecerse en los pueblos agrícolas alrededor de los campos de algodón de Tamaulipas. Mis abuelos maternos cruzaron la frontera México-US cuando eran niños, y vivieron y trabajaron toda la vida allá hasta que las políticas anti-inmigrantes de Hoover los expulsaron. Regresaron así a un país que no habían olvidado pero que conocían poco y, gracias a la reforma agraria cardenista participaron también en el experimento del algodón”, señala la narradora.
La búsqueda de su pasado, que será una trilogía (la segunda novela abordará la papa, el otro cultivo que hace posible la ruta de su familia, y aun define el tema del tercer volumen), se entrecruzó en esta primera historia con la vida de José Revueltas, el escritor que se sumó a la huelga en Estación Camarón, lugar central de “Autobiografía del algodón”, a quien encontró en varios momentos de la documentación de esta novela que transcurre en la frontera.
“A veces decimos la palabra frontera muy a la ligera. Hay muchas fronteras, pero ésta, la mía, la que se configuró a inicios del siglo XX a un costado del Río Bravo en ese sitio que todavía se llama el Rio Grand Valley, es todavía poco conocida. Aquí va algo para empezar a recorrerla. Para abrir otros caminos”, señala la narradora y académica que radica en Estados Unidos desde hace más de 30 años.
De un tiempo a esta fecha a Cristina Rivera Garza le obsesiona la relación entre cuerpo y territorio “¿de qué manera el contexto material en que crecemos nos marca por dentro? ¿Cuál es el contenido emocional de nuestras relaciones con el suelo y la fauna y la flora de los lugares por los que pasamos? Esas no son preguntas que se pueden responder con la cabeza, se necesita un cuerpo que pase por ahí, que se impregne y se canse, que desista y vuelva, que se rinda y vuelva a respirar”.
Ese ir y venir la ha marcado al igual que esta historia tras la cual ya no es la misma. “Soy otra después de escribir este libro. Un ejemplo: yo he vivido más tiempo ahora en Estados Unidos que en México. Pero no fue sino hasta que emprendí el camino de ‘Autobiografía del algodón que entendí que yo no soy una visitante en este país. Entendí que mis abuelos me regalaron este país donde ahora vivo. Y, por eso, hice todo el papeleo para ser ciudadana también de USA. Además, hay una memoria corporal que los que vinieron antes que nosotros nos dejan como legado”.